Las diez palabras que cambió mi manera de sufrir

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English: Ten Words That Changed Everything About My Suffering

© Desiring God

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Por Joni Eareckson Tada sobre Sufrimiento

Traducción por Adriana Blasi


Dios permite aquello que odia para obtener lo que ama.

Lo recuerdo como si fuese ayer. Había salido hacía poco del hospital, estaba prácticamente saliendo de mi adolescencia y estaba sentada a la mesa con mis amigo Steve Estes con nuestra Biblia y unas gaseosa. Nos relacionamos cuando él supo que yo tenía preguntas duras acerca de Dios y me cuello roto. Él sabía que mis preguntas provenían de un corazón en búsqueda y no con un puño apretado.

De manera que, Steve llegó a un acuerdo conmigo. Yo proveería las gaseosas y los sándwiches de lechuga, tomate y bacon, y él proveería —como mejor pudiese— las respuestas en la Biblia. A pesar de que no puedo reproducir las palabras exactamente, la conversación dejó una impresión tan imborrable, que aún hoy, a más de cincuenta años, puedo capturar su esencia.

«Yo siempre pensé que Dios era bueno», le dije. «¡Pero soy una cudripléjida, sentado en una silla de ruedas, sintiéndome más como su enemiga que su hija! ¿No quiso detener el accidente? ¿Pudo haberlo hecho? ¿Al menos, estaba allí? Quizás el que estaba allí era el diablo».

Décadas más tardes, Steve me dijo: «Joni, cuando estaba frente a ti esa noche, estaba sobrio. Lo que quiero decir, es que nunca había conocido a una persona de mi edad en una silla de ruedas. Conocía lo que la Biblia decía al respecto, y docenas de pasajes que estudié en la iglesia me vinieron a la mente. Solo cuando me senté frente a ti, me dí cuenta que nunca había puesto a prueba esas verdades en una situación tan difícil. Lo peor que me había pasado era que me pusieran a una D en álgebra. Pero al mirarte pensaba, si la Biblia no puede obrar en la vida de esa chica paralítica, entonces jamás fue verdadera. Así que, Joni, despejé mi garganta y me lancé al precipicio».

Contenido

Dios permite lo que odia

Esa noche, Steve se inclinó sobre la mesa familiar, y dijo: «Dios te puso en esa silla, Joni. Desconozco la razón, pero si confías en él en lugar de pelar con él, podrás conocer el porqué —si no es en esta vida, entonces será en la próxima. Permitió que te rompieras el cuello, y quizás yo esté aquí para ayudarte a descubrir algunas de las razones de este porqué».

Steve se detuvo y luego resumió en diez palabras aquello que cambiaría mi vida.

Dios permite aquello que odia para obtener lo que ama.

El comentario me impactó como un balde de agua fría. La sencillez del comentario hacía que pareciera trivial, pero me sedujo como un enigmático acertijo. Contenía una misteriosa y profunda verdad que despertó mi fascinación. «Dime más», le dije. «Quiero escuchar más al respecto». Estaba enganchada.

Durante ese verano, Steve y yo, analizábamos algunos de los pasajes más enigmáticos de las Escrituras. Quería saber cómo Dios permitía estas cosas tan odiosas sin estar confabulado con el diablo. ¿Cómo podría ser él la causa detrás del sufrimiento sin estar implicado? ¿Con qué fin? ¿Qué valor podría Dios conferirle a mi rotura de cuello?

Él no nos aflige voluntariamente

Así que, déjame recitar algunos de los consejos que Steve me dio ese verano. Comenzó primero con Lamentaciones 3:32-33.

Aunque permite sufrir, nos mostrará su compasión, tal es su gran amor. El Señor nos hiere y nos aflige, pero no porque sea de su agrado. (NVI)

A través de los versículos, la Biblia afirma que Dios «nos hiere», pero «no porque sea de su agrado». Con esto, Steve pudo asegurarme que si bien Dios permitió mi accidente, no le reportó un beneficio, no le dio placer permitir un sufrimiento tan tremendo. Significó mucho oír eso.

Pero ¿cómo contestar mi pregunta de quién era responsable de mi accidente? Cuando se trata de responsabilidad ante la tragedia —o es Dios o es el diablo—. Lamentaciones 3 es claro respecto a que Dios permite, él está operando detrás. Dios es el polizón en el bus de Satanás, construyendo defensas alrededor de la furia del diablo y sacando provecho de las debilidades de Satanás.

Sobrelleva el mal trago con Dios

«Dios está al mando, Joni, pero no significa que fue realmente él quien te empujó de la balsa», me dijo Steve. «Números 35:11 retrata a una persona que fallece en un “accidente” que se denomina “no intencional”. Y en el resto, hablando del mismo accidente, la Biblia dice que “Dios lo permitió” (Éxodo 21:13). Es un accidente, pero es un accidente de Dios. Los decretos de Dios permiten que el sufrimiento suceda, pero no significa que él necesariamente “haga” que sucedan».

Esto era muy profundo: ¿Dios decreta, pero no necesariamente lo realiza? Cuando quise indagar más, Steve se sonrió. «Bienvenida al mundo de los mortales tratando de entender a un Dios infinito. Lo que está claro, es que Dios permite toda clase de cosas que no aprueba. Él permite que otros hagan lo que él mismo nunca haría —él no robó el camello de Job o sedujo a los caldeos a robar la propiedad de Job; no obstante, Dios no quitó su mano ni un nanosegundo de la rueda».

Y luego añadió sonriendo: «De manera que, el mal trago se detiene con Dios, Joni, aún cuando hay personas que piensan que él nada tiene que ver con tu accidente. ¡Y que todo fue responsabilidad tuya por zambullirte en aguas poco profundas!»

De acuerdo, entiendo. Dios permite aquello que odia. Respecto a la otra parte, ¿la parte que explica que él permite que sucedan cosas horribles para lograr lo que ama? Aún no podía imaginar qué cosas hermosas avalaría el costo del dolor y la cuadriplejía.

¿Quién crucificó a Jesús?

Cuando se trata del costo pagado y el beneficio de una situación, Dios primero se pone a prueba. Él decidió la muerte de su propio Hijo, pero no se regocijó de la agonía en sí. Dios lo planificó, pero Satanás fue el instigador.

Piensa en la traición, la tortura, muerte y el asesinato previo a la crucifixción de Cristo. ¿Cómo puede ser que estás cosas horribles sean la voluntad de Dios? Aún Judas Iscariote y el resto, incluido los romanos, que clavaron a Jesús hicieron: «lo que de antemano su poder y su voluntad habían determinado que sucediera» (Hechos 4:28).

De manera que, Dios encaró a quienes gritaban que lo crucificaran a Cristo: «¿Así que ustedes quieren pecar? Cuando lo hagan, me aseguraré que lo hagan de una manera que se sientan culpables. ¡Y al mismo tiempo hagan mi voluntad!». En breve, Dios dirigió el esquema diabólico de ellos para servir a sus maravillosos fines. Un plan divino que ofrecería el bien para su pueblo y la máxima gloria para sí mismo.

«Y el glorioso plan que valió un tremendo costo en la cruz fue la salvación para un mundo de pecadores», dijo Steve serenamente. Yo iba a entender tempranamente cuál es la relación entre el sufrimiento y el pecado

Derrotando al mal con el mal

«Joni, a él le preocupan tus aflicciones, pero son simplemente síntomas de un problema más profundo. Dios se preocupa menos en que te sientas cómodo y más en enseñarte a que odies tus transgresiones y cómo crecer para amarlo espiritualmente.

«En otras palabras, Dios permite que sientas los lazos del pecado a través del sufrimiento, a medida que te encaminas al cielo. Y esto debería recordarte constantemente de aquello que te has librado. Así que, una cara del mal, tu dolor y parálisis, se lo invierte para derrotar otra cara del mal, que es tu amargura, resentimiento, ansiedad, miedos y podría continuar —todo en alabanza a la sabiduría de Dios.

Quedaba cada vez más claro. Dios permitió lo que odia en el monte del Calvario para lograr lo que ama —mi salvación y su honor al salvarme. Por lo tanto, Satanás termina degollándose, dado que el mayor asesinato del mundo se convierte en la única salvación del mundo.

Sufriendo por el resto.

«Joni, esto es muy similar a tu vida», dijo Steve. «Dios ha permitido lo que odia —lesión de la médula espinal— para lograr lo que ama, y eso es Cristo en ti, la esperanza y gloria» (Colosenses 1:27).

«Pero esto no se detiene solo contigo», me recordó Steve. «De la misma manera en que Cristo sufrió para llegar a un mundo perdido, tu también sufrirás en beneficio de los demás. Eso no es un secreto. Él quiere que tu aflicción sea la plataforma para que otros lleguen a Cristo». Mi historia de vida, entonces, se asemeja a la historia de José y sus hermanos malvados.

José se lo dice a sus hermanos en la cara en Génesis 50:20: «Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr salvar la vida de mucha gente, como estamos observando». Sí, Dios permitió mi odiosa parálisis, pero su amor va más allá de Cristo en mi. Él quiere que otros experimenten a Cristo en ellos. ¡La esperanza y gloria!

Cincuenta años más tarde

Han pasado más de cincuenta años desde aquel verano en el cual pasé tantas noches con Steve en la mesa familiar. Él ahora es el pastor principal en la iglesia de Brick Lane Community en Pennsilvania, mientras que yo soy un «José» que Dios utiliza en Joni and Friends para salvar vidas, al compartir las buenas nuevas con personas con discapacidades.

Las personas muchas veces se sienten desconcertadas al ver mi alegría, en especial puesto que ahora lidio con un dolor crònico. Pero Dios comparte su alegrìa en sus términos, y esas reglas nos invitan, en alguna medida, a soportar el sufrimiento, al igual que su Hijo adorado. Eso es aceptable. Pues cuando me aferro en mis aflicciones a la gracia de Dios, la alegría que me ofrece supera todo el resto. Esta es la manera que me hace tan feliz aquello que yo denomino mi odiosa parálisis.

Pero en nada se asemeja a la alegría que tendré en el cielo. «Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento» (2 Corintios 4:17).

Es cierto, Dios permite esas cosas horribles, pero (para parafrasear a Dorothy Sayers) algo magnífico y glorioso va a suceder al final de los tiempos que será más que suficiente por cada dolor que hemos experimentamos en este planeta. Dios de manera exponencial compensará cada lágrima (Salmo 56:8), y nos recompensará abundantemente por cada sufrimiento (Romanos 8:18). Aun mejor, Dios pondrá en claro los caminos misteriosos de su voluntad.

¿Te ha sucedido algo horrible?

Si es así, te paso estas diez palabras: «Dios permite lo que odia para alcanzar lo que ama». Si estás luchando como alguna vez me pasó, tratando de comprender como un Dios bondadoso permite que te suceda estas horribles cosas en tu vida, déjame saltar al vacío aquí.

Los decretos de Dios han permitido tus aflicciones. No conozco el motivo, pero si confías en él en lugar de luchar en su contra, podrás comprobar el porqué —si no es en esa vida, será en la próxima. Él ha permitido tus dificultades, y quizás yo estoy aquí para develar el hermoso acertijo que bendecirá tu vida, enriqueciendo a otros, ofreciendo la máxima victoria a tu Salvador, y haciendo que tu estado celestial sea más alegre de lo que ahora puedes imaginar.


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