Llena tu corazón errante con gratitud

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English: Fill Your Wandering Heart with Thankfulness

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Romina Mendoza


¿Sabes qué es más fuerte que la lujuria? La gratitud.

Permíteme que lo ilustre antes de explicarlo. Cuando la mujer de Putifar intentó seducir a José, ¿por qué no sucumbió él a sus insinuaciones? Él explica,

“Contempla, por causa mía mi amo no tiene ninguna preocupación en la casa, y ha puesto todo lo que tiene a mi cargo. No es superior a mí en esta casa, ni tampoco me ha negado nada excepto a ti, porque tú eres su mujer. ¿Cómo, entonces, puedo cometer tal maldad y pecado contra Dios?” (Génesis 39:8–9)

José recibió el extraordinario favor que le hizo Putifar como un regalo de Dios. La gratitud ocupaba tanto espacio en el corazón de José que no había lugar suficiente para la ingratitud del pecado sexual con la mujer de Putifar.

Contenido

Demasiado llenos para darnos un capricho

Ahora mira tu propia experiencia. No te has dejado enredar por la lujuria cuando tu corazón se ha sentido lleno de la gratitud a Dios. ¿Por qué? Porque la lujuria es una forma de codicia: “No codiciarás a la mujer de tu prójimo” (Éxodo 20:17). Y la codicia, en cualquiera de sus formas, es fruto de la ingratitud. Es un deseo por algo que quieres pero no tienes, ni puedes tener; es un deseo por algo que Dios no te ha ofrecido o que te ha prohibido a ti (Santiago 4:2).

Por tanto la lujuria, al ser una forma de ingratitud, es incompatible con la gratitud— no pueden cohabitar en el mismo espacio y en el mismo tiempo. Es una u otra. Y la gratitud es la fuerza más sólida. La lujuria podría sentirse poderosa y la gratitud podría sentirse mansa. Pero cuando la gratitud está realmente presente, la lujuria está fuera de lugar.

El agradecimiento no es simplemente un “bonito” rasgo del carácter cristiano. Es una fuerza que vence al pecado. La gratitud es tanto un indicador vital de nuestra salud espiritual como un defensor poderoso de la felicidad del alma. Lo que significa que deberíamos conscientemente cultivar el hábito saludable y feliz del agradecimiento.

Lo que el agradecimiento dice acerca de nosotros

Lo agradecidos que seamos revela la salud de nuestras almas. Cuando el apóstol Pablo describe lo que parece nuestro ser cuando está lleno del Espíritu, no señala las experiencias de éxtasis o los regalos espirituales milagrosos; señala el agradecimiento:

No se emborrachen con vino porque es libertinaje, más llénense del Espíritu hablando entre ustedes con salmos, con himnos y con cantos espirituales, cantando y alabando al Señor con sus corazones, dando gracias siempre por todo a Dios Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo (Efesios 5:18–20)

Cuando Pablo describe lo que parece nuestro ser gobernado por la paz y la palabra de Cristo, él no señala una ausencia de conflicto o nuestro nivel de sofisticación teológica; señala la gratitud.

Que la paz de Cristo gobierne en sus corazones, a la que han sido llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Dejen que la palabra de Cristo more en abundancia en ustedes, enseñándoles y exhortándoles a unos a otros en toda sabiduría, cantando al Señor con gracia en sus corazones con salmos, himnos y cánticos espirituales. (Colosenses 3:15–16)

Cuando Pablo describe lo que parece nuestra vivencia en la voluntad de Dios, no señala lo bien que nuestras bobinas encajan con nuestras fuerzas y aspiraciones; señala la gratitud:

Dar gracias a Dios en todas las circunstancias; porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús. (1 Tesalonicenses 5:18)

Cuando Pablo describe lo que parece nuestra libertad del pecado sexual, u otros tipos de pecados corruptores, él no señala la ausencia de tentaciones; señala la gratitud:

Entre ustedes ni tan siquiera debe nombrarse la inmortalidad sexual, ni ninguna clase de impureza y de codicia, como conviene a santos. Tampoco debe haber palabras indecentes, conversaciones necias o bromas groseras, todo lo cual está fuera de lugar, más haya, en su lugar, agradecimiento. (Efesios 5:3–4)

Si deseamos saber cuán sanas están nuestras almas, debemos comprobar nuestros niveles de gratitud.

Cómo nos protege la gratitud

Deberíamos controlar nuestra gratitud, no solamente por nuestra salud espiritual, sino también por nuestra protección espiritual. La gratitud es inmensamente (y sutilmente) poderosa.

La gratitud es lo que nosotros experimentamos cuando percibimos que lo que hemos recibido es un obsequio inmerecido de la gracia de Dios. Es un fruto de la humildad; esencialmente desinteresado. No sentimos una auténtica gratitud hacia nosotros mismos, sino solo hacia otra persona que nos trata mejor de lo que merecemos. Eso es lo que sintió José al haber sido encomendado como mayordomo principal de Putifar.

Los pecados como la lujuria sexual, no obstante, son fruto de la soberbia; son egoístas por naturaleza al explotar a otros para nuestros propios fines narcisistas. Así fue como se sintió la mujer de Putifar contemplando al atractivo esclavo hebreo.

La soberbia siempre desde fuera parece más poderosa que la humildad. Pero en realidad, no lo es. Ni se parece de lejos. La humildad es más fuerte que la soberbia, como el cielo es más fuerte que el infierno. Como la cruz fue más fuerte que el Imperio Romano. Como la Resurrección y la Vida era más fuerte que la tumba. De la misma forma en que la gratitud es más fuerte que la lujuria, y la servidumbre es más fuerte que la explotación.

Cuanta más gratitud haya presente en nosotros, menos vulnerables seremos ante el pecado. Por esa razón la Biblia habla tanto del agradecimiento. Las personas agradecidas tienen sus ojos puestos en Dios (Hebreos 12:2), reconociendo en cierta medida cuánta gracia estamos recibiendo ahora mismo (2 Corintios 9:8), confiando en él para que cubra todos nuestros pecados y obre el bien en nuestro pasado doloroso (Romanos 8:28), y mirando hacia él para todas las cosas que necesitamos mañana y hasta la eternidad (Filipenses 4:19). Las almas que aprenden a contentarse con Dios en “cualquier situación” (Filipenses 4:11) son las almas menos vulnerables a la tentación, especialmente a las tentaciones codiciosas.

Seamos agradecidos

Por tanto, cultivar la gratitud debería ser una de las estrategias fundamentales para ayudarnos mutuamente a luchar contra el pecado. En nuestros pequeños grupos y en los grupos en los que somos responsables con el prójimo, deberíamos alentarnos los unos a los otros a “ser agradecidos” (Colosenses 3:15). ¡No por una obligación de culpa sino por un deseo descarado de ser feliz! La gente agradecida no es solamente la más sana y protegida a nivel espiritual, sino muy a menudo la más feliz.

Cultivar el agradecimiento no es fácil. Todos necesitamos ayuda, y gracias a Dios la ayuda está disponible. Mas no existe un agradecimiento para aficionados— no hay cuatro pasos sencillos para alcanzar un corazón agradecido. Es tan difícil como crear un hábito. Comenzamos a entrenar nuestro corazón-ojos para buscar la gracia de Dios— en todas las circunstancias. Esta mirada debe convertirse en algo habitual. Y los hábitos se construyen al practicarlos todos los días. Los mejoramos gradualmente a medida que los días se acumulan lentamente y se convierten en meses y los meses, en años. Con el tiempo se hacen parte de nosotros.

Pero el esfuerzo vale la pena. La gratitud es uno de los afectos más poderosos que Dios nos ha dado la capacidad de experimentar. Es mucho más fuerte que la lujuria o cualquier sometimiento de la soberbia pecaminosa. Cuanto más crece dentro de ti, mayor será la salud espiritual que experimentas, y menor es el poder que el pecado ejercerá sobre ti.


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