Los Cuatro Temores que Debilitan

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English: 4 Debilitating Fears

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Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral

Traducción por Ruben Saenz Serrano


Los cuatro temores que tientan a todo pastor. Estos son:

Contenido

1.- Mi temor de mí mismo

Hay pocas cosas que revelan el alcance total del pecado, de la inmadurez, de la debilidad y el fracaso en el ministerio. Hay pocas cosas que pueden exponer tus debilidades tan consistentemente. Pocos proyectos te pondrán bajo gran expectativa y escrutinio público. Pocas cosas son personalmente humillantes. Pocos proyectos tienen el poder de producir en ti profundos sentimientos de insuficiencia. Pocas cosas pueden ser tal depósito de falta de confianza en uno mismo. El miedo de ti mismo puede ser una gran tentación de desviar y hacer peligrar tu ministerio.

Dios encuentra a Gedeón sacudiendo el trigo en el lagar, porque tenía miedo de los madianitas y saluda a este hombre temeroso con el más irónico saludo en la Biblia: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente.” Esencialmente Gedeón responde: “Bueno, si Jehová está con nosotros, ¿Por qué nos ha sobrevenido esto?” Dios le responde: “Te he escogido para que salves a Israel de los madianitas.” Gedeón dice: “Debes tener la dirección equivocada. Yo soy del clan más débil de Israel y soy la persona más débil de la casa de mi padre. Realmente ¿me estás escogiendo a mí? Y Dios le dice: “Yo estaré contigo.”

La respuesta de Dios al temor que tenía Gedeón de sí mismo es muy alentadora. Dios no hizo nada para incrementar la confianza de Gedeón en sí mismo. Tampoco hizo nada para ayudara a Gedeón a darse cuenta que le estaba trayendo más de lo que pensó. El problema de Gedeón fue no primero que temiese sus deficiencias, su problema fue dE terror. Gedeón falló en su temor a Dios, en el sentido de “Dios está conmigo, y El está capacitado.” Por lo tanto Gedeón estaba aterrorizado con el pensamiento de dirigir al pueblo de Israel sin importar hacia dónde.

Mi pastorado en Scranton, Pennsylvania, expuso mi completa inmadurez y debilidad y en una forma que fue muy dolorosa, éstas fueron casi siempre en público. Pensé que ya estaba listo. Lo había hecho muy bien en el seminario, estaba listo para tomar el mundo. Pero el Señor me llamó a un lugar muy difícil y quebrado, y usó este lugar para arrancar de mí este orgullo y complejo de superioridad para enviarme a un lugar donde pudiera encontrar mi esperanza en El. Estaba herido, decepcionado, cansado, agobiado, enojado y un poco amargado. Sentí que Dios me había establecido, pero que la gente me había tratado cruelmente. Todo lo que quería hacer era correr. Tenía un diplomado en educación y pensé en moverme a otro lugar alejado y dirigir una escuela cristiana. Había anunciado a la junta directiva mi plan de renunciar. Me pidieron que no lo hiciera, pero yo estaba decidido. Así que al siguiente Domingo hice mi anuncio y tuve una momentánea sensación de alivio. Pero mi pequeña congragación sentía alivio, de manera que después del servicio tuve muchas conversaciones. Dejé la iglesia más tarde que lo normal y me dirigí a la puerta, sólo para encontrarme con el hombre más anciano de la congregación.

Se acercó a mí y me preguntó si podíamos hablar. Me dijo: Pablo, sabemos que eres un poco inmaduro y que necesitas crecer. Sabemos que eres un hombre débil, pero ¿dónde va la iglesia a encontrar pastores maduros, si los pastores inmaduros se van? Sentí como si Dios hubiera clavado mis zapatos al piso. Supe que él tenía razón y supe que no podría partir. En los meses siguientes aprendí lo que significa ministrar en debilidad pero con un valor que produce la seguridad de un temor reverente ante Dios. Todavía estoy aprendiendo lo que significa vivir en ese temor de Dios, que ya no tengo miedo de mí.

2.- Mi Temor de los Demás

La mayoría de las personas a las cuales tú sirves, te amarán y apreciarán y te animarán en todo lo que son capaces. Pero no todos. Algunos te amarán y tendrán un magnífico plan pata tu vida. Algunos tomarán el papel de ser los críticos de tu predicación y liderazgo. Algunos serán leales y te apoyarán, y algunos harán cosas para socavar tu liderazgo pastoral. Algunos se entregarán al ministerio en acciones sacrificiales de servicio, y algunos se quejarán de la forma en que ellos están siendo servidos. Algunos se acercarán a ti con una inocencia amorosa, y algunos sucumbirán a la tentación de hablar detrás de tus espaldas. Algunos actuarán y se involucrarán, mientras que otros siempre dependerán de la iglesia con una mentalidad de consumidor. Con algunos te podrás conectar fácilmente, y con otros encontrarás la relación más difícil.

Porque tu ministerio siempre se hará con personas y para las personas, es vital que pongas a las personas en el lado correcto de tu corazón. No te puedes permitir el tenerles temor al punto de que te cierres a sus perspectivas o que no tengas el deseo de delegar funciones del ministerio a esas personas. Al mismo tiempo no puedes tenerles temor al punto de permitirles manejar la agenda y equivocadamente controlar la dirección de tu ministerio al que Dios te ha llamado. No te puedes permitir el ministrar con la puerta cerrada, y no puedes ser demasiado sensitivo con las opiniones de otros, mostrando que no estás capacitado para dirigir.

Debido a que toda la gente a la que ministras, está todavía luchando contra el pecado la relación de ellos con el ministerio puede ser conflictiva. La gente puede herirte a ti y dañar tu ministerio. La gente demandará de ti aquello que no debe demandar y te responderán de formas que en que no deben responder. En medio de todo esto –particularmente personas– los que tienen influencia y los que más hablan, dominarán tus pensamientos y en tus motivos. Ellos tendrán mucho poder para influenciarte a ti y a la forma cómo manejas tu ministerio. En vez de trabajar para la gloria de Dios, estarás tentado a trabajar para obtener su aprobación. O, en vez de estar trabajando para la gloria de Dios, trabajarás para quitarles su poder o denunciarlos. En los dos casos, tu ministerio será corrompido por un viejo temor humano: el temor de los demás.

El poder del temor a los demás para desviar o engañar al ministerio, se destaca vívidamente en Gálatas 2:11-14 Pedro no solo compromete, sino que abandona el ministerio a los gentiles para el cual fue llamado por Dios (Hechos 10) porque tenía miedo de los de la circuncisión. Pablo observó que la conducta de Pedro no estaba de acuerdo con la verdad del evangelio, y confrontó a Pedro. ¿Qué tanto del ministerio es desviado por acciones, reacciones y respuestas que no están enraizadas en el temor de Dios, sino en el temor a los hombres? ¿Con cuánta frecuencia esto hace tropezar a la gente? ¿Qué tan seguido estamos tentados a actuar en una forma que no está de acuerdo con aquello que decimos en que creemos? ¿Cuánto temor al hombre está estableciendo la agenda de nuestras iglesias? En forma abierta y con humildad necesitamos seguir haciendo estas preguntas.

Me gustaría poder decir que yo estoy libre de ese temor, pero no lo estoy. Ha habido momentos en que al estar preparando un sermón me he encontrado a mí mismo pensando que cierto punto de ese sermón podría finalmente ganar a uno de mis directores. En ese momento mi sermón iba a ser acomodado, no por mi celo por la gloria de Dios, sino por mi esperanza de que lo que voy a decir, haga que alguien finalmente vea mi gloria. Entiendo que esta es una guerra continua por la regla de mi corazón por la cual me ha sido dada una gracia poderosa y siempre presente.

3.- Mi Temor de las Circunstancias

Puesto que tú no eres el autor de tu propia historia, y no has escrito el guión de tu propio ministerio, la vida y el ministerio son constantemente impredecibles. En este mundo de lo inesperado, tú siempre estás viviendo en la tensión entre quién es Dios y qué ha prometido, y las cosas inesperadas en tu plato. En la encrucijada entre la promesa y la realidad, debes cuidar tu mediación. Tienes que ser muy disciplinado cuando se trata de lo que haces con tu mente. Permíteme explicar:

A Abraham, Dios le dijo que sus descendientes serían como la arena del mar, y él arriesgó su vida por esta promesa. Normalmente su esposa Sara debió concebir y tener muchos hijos cuando era joven. Pero eso no sucedió. A través de toda su fértil, ella no concibió. Ahora ella y Abraham eran viejos, demasiado viejos para pensar seriamente en que serían bendecidos con el hijo prometido. El viejo Abraham ahora estaba viviendo en la tensión entre la promesa de Dios y las circunstancias. Cuando estás en la encrucijada entre las promesas de Dios y los detalles de tu situación, lo que hagas con tu mente es muy importante. En esta encrucijada, Dios nunca te pedirá que niegues la realidad. Abraham no negó la realidad. Romanos 4 dice que él consideró la infertilidad de la matriz de Sara. La fe no niega la realidad. Es la forma como Dios se enfoca al considerar la realidad.

Pero el pasaje dice algo más. Nos cuenta lo que Abraham hizo con su meditación. El no se dedicó a darle vueltas a su situación una y otra vez. El consideró sus circunstancias, pero también meditaba en Dios. Y mientras meditaba en Dios, se hacía más fuerte en la fe, a pesar de que ninguna de sus circunstancias había cambiado todavía. Para muchas personas en el ministerio, el esperar se convierte en una crónica de debilitamiento constante de la fe. Meditar en las circunstancias te dejará intimidado de ellas. Te parecerán muy grandes y tú te sentirás más pequeño, y tu visión de Dios será opacada. Pero si tú meditas en el Señor, estarás más intimidado de su presencia, de su poder, de su fidelidad y de su gracia. La situación te parecerá más pequeña, y tú vivirás con más confianza, a pesar de que pienses que nada ha cambiado. ¿Las circunstancias ha capturado tu meditación? ¿Tu fe se ha debilitado de alguna manera? O ¿los ojos de tu corazón están enfocados en un Dios que es infinitamente más grande que todo lo que alguna vez has enfrentado?

4.- Mi Temor del Futuro

Tú siempre vives y ministras con el problema de no saber. Tanto en la vida como en el ministerio, tu llamado es confiar, obedecer y creer que Dios te guiará y te proveerá. Tú y yo no sabemos qué sucederá en momento siguiente, y menos aún el próximo mes o el próximo año. Nunca podemos hallar seguridad en nuestro intento de figurar todo, o tratar de adivinar la secreta voluntad de Dios. Su secreta voluntad es llamada su secreta voluntad porque eso es lo que es, secreta. Sin embargo, siempre tenemos el deseo de saber, de figurar las cosas adelantándonos al tiempo. Mientras más te concentres en el futuro, más temerás ese futuro, y más te confundirás y perderás tu motivación actual.

El no saber es duro. Sería muy bueno saber si aquel anciano va a sucumbir a la tentación de ser divisivo. Sería bonito saber si las finanzas de la congregación van a repuntar. Sería bonito saber cómo será recibida esta nueva serie de predicaciones, si todos esos jóvenes misioneros harán los ajustes que necesitan hacer, o si conseguirás los permisos para construir ese nuevo espacio para la adoración que se necesita. Encontramos las preguntas sobre el futuro difíciles de manejar porque encontramos difícil el confiar en Dios. Aquel en quien hemos prometido confiar conoce todo acerca del futuro porque El controla cada aspecto de ese futuro. Nuestro temor del futuro expone nuestra batalla para confiar en El, y al confiar en El, descansar en su guía y cuidado, a pesar de que en realidad no sabemos lo que viene después. El temor de Dios es el único camino para ser libre del temor de lo que viene después. Cuando mi temor de Dios es más grande que mi temor a lo desconocido, podré descansar, a pesar de no tener ni idea de lo que está a la vuelta de la esquina.

¿Cargas el futuro sobre tus hombros, con todas sus preguntas y preocupaciones? O ¿te entregas al trabajo presente, dejando el futuro en las manos capaces de Dios? ¿Cuánto te persiguen los “qué pasaría si…”? ¿Te enfrentas a lo desconocido con esperanza o temor? ¿La presencia y promesas de Dios aquietan tus preguntas sin respuesta acerca del futuro?

Medita en las preguntas hechas en este artículo, contesta honestamente contesta cada una de ellas, luego en humildad clama por la gracia que puede librarte de los temores de los cuales no has escapado todavía. Luego, celebra al Rey paciente al que sirves, el cual te quitará tus cargas de temor, en vez de condenarte por ello.



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