Los mejores amigos son los peores enemigos

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English: Best Friends Make the Worst Enemies

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Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Javier Matus


Nuestros mejores amigos siempre son los peores enemigos. La oposición de cualquier tipo puede hacer la vida miserable, pero la oposición de un tipo en particular multiplica la miseria.

Pocas veces damos a nuestros enemigos la suficiente libertad como para realmente lastimarnos. Pueden lanzar insultos, interponerse en nuestro camino e incluso causar dolor, pero siempre tenemos la guardia en alto. Pero con nuestros amigos y familia, los dejamos pasar por las puertas, dentro de puertas cerradas con llave, a los lugares más vulnerables. Y con demasiada frecuencia, ellos, a quienes en amor permitimos estar cerca, aprovechan la valiosa confianza para servirse a ellos mismos a costa nuestra —para traicionarnos.

El esposo que se va por otra mujer.
La esposa que chismea sobre las debilidades de su esposo.
El hijo que se aleja de la fe.
La hija que sigue tomando decisiones destructivas.
El padre que trabaja demasiado para evitar estar con la familia.
La madre que implacablemente exige y condena.
El amigo que desaparece cuando más los necesitamos.

¿Has sido traicionado por los que más amas? Cuando nos sucede, podemos retirarnos por una temporada —para procesar, para recuperar, para reparar y para prepararnos para perdonar. Dios nos ha dado un lugar seguro para escondernos y encontrar la fuerza y la esperanza que necesitamos para seguir adelante en el amor.

Contenido

Nuestros peores enemigos

El rey David conocía el sabor amargo de la traición.

Porque no me afrentó un enemigo,
Lo cual habría soportado;
Ni se alzó contra mí el que me aborrecía,
Porque me hubiera ocultado de él;
Sino tú, hombre, al parecer íntimo mío,
Mi guía, y mi familiar. (Salmo 55:12–13)

Mi guía. Mi familiar. Mi ser querido. Aquel que confié. Navegué con ellos hacia mares tormentosos, lleno de esperanza, afecto y confianza, y de repente huyeron a un lugar seguro mientras me veían ahogarme solo.

Podemos escondernos de enemigos lejanos —de forasteros peligrosos o ejércitos extranjeros— pero no podemos escondernos de los seres queridos. Los recuerdos aparecen por dondequiera que podríamos escondernos, pero su dulzura ha sido envenenada por la traición.

David tenía sus enemigos —por miles— pero los peores enemigos habían sido sus mejores amigos.

El asesino pródigo

No sabemos quién era el familiar del Salmo 55, pero sí sabemos que David fue traicionado por los más cercanos a él. Quizás la traición más dolorosa de todas fue la de su hijo Absalón.

A pesar del mal que Absalón había hecho, David trajo al asesino pródigo a casa (2 Samuel 14:21). Él estableció límites (2 Samuel 14:24), pero finalmente dio la bienvenida a su hijo con un beso (2 Samuel 14:33). ¿Cómo respondió Absalón a la bondad, paciencia y perdón de su padre?

Conspiró para derrocar el reino de su padre (2 Samuel 15:12). Calumnió la reputación de su padre (2 Samuel 15:3). Le mintió a su padre en su cara (2 Samuel 15:7–8). Y obligó a su padre a esconderse temiendo por su vida (2 Samuel 15:14). No solo traicionó su propia carne y sangre, sino que traicionó al padre que lo había perdonado por asesinar a su hermano. Y su traición les costó la vida a veinte mil hombres (2 Samuel 18:7).

Cuando las palabras son espadas

Puede que David no haya escrito el Salmo 55 sobre Absalón, pero ciertamente podría haber dicho esto sobre su hijo: “Juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios” (Salmo 55:14). Podría haber estado pensando en las mentiras mortales de su hijo en 2 Samuel 15:7–8:

Extendió el inicuo sus manos contra los que estaban en paz con él; Violó su pacto.
Los dichos de su boca son más blandos que mantequilla,
Pero guerra hay en su corazón;
Suaviza sus palabras más que el aceite,
Mas ellas son espadas desnudas. (Salmo 55:20–21)

Las palabras suaves de un amigo pueden ser espadas desenvainadas disfrazadas —intercambiando la valiosa confianza por ganancia egoísta— prometiendo de manera convincente precisamente el afecto y la lealtad que él o ella entrega tan ansiosamente. David conocía la clase más íntima del dolor y la oposición. ¿Y tú?

Busca refugio

Si es así, te sientes mucho más solo de lo que realmente estás. Deja que el “En cuanto” en el versículo 16 te saque otra vez de la soledad y la desesperación a la esperanza:

En cuanto a mí, a Dios clamaré;
Y Jehová me salvará.
Tarde y mañana y a mediodía
Oraré y clamaré,
Y Él oirá mi voz.
Él redimirá en paz mi alma
De la guerra contra mí,
Aunque contra mí haya muchos.
Dios oirá, y los quebrantará luego,
El que permanece desde la antigüedad;
Por cuanto no cambian,
Ni temen a Dios. Selah. (Salmo 55:16–19)

Refúgiate en la amistad de Dios. Cuando tus amigos o familia te dejen o te fallen, debes saber que Él nunca lo hará. Sigue siendo fiel, fuerte, cariñoso y cercano —tarde, mañana y mediodía. Él es implacable, persistente, infalible en Su amor por ti, y Su amor por ti es lo suficientemente fuerte como para vencer cualquier amor que te haya fallado.

Puedes confiar en Él

Refúgiate en la amistad de Dios y deja que Dios juzgue al traidor. Por más difícil que pueda ser correr hacia los brazos de Dios cuando hemos sido traicionados en el amor, puede ser aún más difícil renunciar a nuestro deseo de venganza —nuestro deseo innato de hacer que el que nos lastimó sienta algo del dolor que nosotros sentimos.

Pero el mismo amor que nos sostiene y nos sana tras la traición también nos libera de tener que administrar justicia. Dios, en un amor incomparable, no solo promete nunca abandonarnos ni traicionarnos, sino que también promete castigar cada pecado cometido contra nosotros —ya sea en los horrores del infierno o en la muerte de Su Hijo. Mientras esperas que Él actúe, recuerda que tu Juez conoce tu dolor íntimamente. Jesús no solo fue traicionado hasta la muerte por uno de los peores de Sus doce amigos más cercanos, sino que uno de los mejores Lo negó tres veces —y luego el resto Lo abandonó.

En vez de ir tras su traidor, David fue duro tras Dios. Confió en Él para traer justicia.

Echa sobre Jehová tu carga,
Y Él te sustentará;
No dejará para siempre
Caído al justo.
Mas tú, oh Dios, harás descender aquéllos
Al pozo de perdición.
Los hombres sanguinarios y engañadores
No llegarán a la mitad de sus días;
Pero yo en Ti confiaré. (Salmo 55:22–23)

“Pero yo en Ti confiaré”. Esas cinco palabras son lo suficientemente fuertes como para llevarte sobre las olas masivas de la traición. Resiste el impulso de tomar las cosas en tus propias manos (o palabras) y descansa tu corazón, la relación y el futuro en Sus manos capaces. Puedes confiar en Él.


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