Meditando en la Palabra del Señor Día y Noche

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English: Meditate on the Word of the Lord Day and Night

© Desiring God

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Por John Piper sobre La Biblia
Una parte de la serie Praying from the Fullness of the Word

Traducción por Manuel Bento Falcón

Salmo 1 (LBLA)

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.
4 No así los malos,
Que son como el tamo que arrebata el viento.
5 Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,
Ni los pecadores en la congregación de los justos.
6 Porque Jehová conoce el camino de los justos;
Mas la senda de los malos perecerá.

Si esta es la Semana de Oración, ¿por qué comenzamos con un mensaje sobre el Salmo 1 que no menciona la oración y centra nuestra atención en la Palabra de Dios y no en la oración? El punto central de este salmo se forma en el versículo 2: “Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.” La persona que se deleita tanto en la ley de Dios que medita en ella día y noche es liberada del camino de los malos, los pecadores y los escarnecedores, y se hace fructífera, perdurable y próspera. Ese es el punto. Deleitarse en la ley de Dios es el tema central. Así que ¿por qué comenzar la Semana de Oración con este salmo y esta atención en deleitarse en la ley de Dios?

Bueno, ¿dónde está este salmo? Está al comienzo del libro de los Salmos. ¿Y qué son los salmos? Muchos de ellos son oraciones. De hecho, el Salterio es el libro de oración de la Biblia. Millones de Cristianos van a los Salmos para encontrar palabras para el clamor de sus corazones en los peores y los mejores momentos. Así pues, comienzo la Semana de Oración con el Salmo 1 porque la Biblia comienza su libro de oración con el Salmo 1.

¿Por qué lo hace?¿Y por qué debemos hacerlo nosotros? La razón es que en la vida Cristiana -en la vida del pueblo de Dios- la oración y la Palabra están conectadas de tal forma que si las desconectas, se mueren. Dejadme resumir la conexión entre la oración y la Palabra de tres formas. La Palabra de Dios inspira a la oración, informa a la oración y encarna la oración. Una palabra de explicación para cada una de estas.

Conexión entre la Palabra y la Oración

La Palabra de Dios inspira la oración. Esto quiere decir que la Palabra nos ordena orar, y nos hace promesas acerca de lo que Dios hará si oramos, y nos cuenta historias de grandes hombres y mujeres de oración. Santiago 5:16-18 hace las tres. Primero, “orad unos por otros, para que seáis sanados.” Aquí tenemos una orden de la Palabra. Segundo, “La oración eficaz del justo puede mucho.” Aquí está la alentadora promesa. Tercero, “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.” Aquí tenemos una historia para inspirarnos. Por tanto la Palabra nos inspira a orar diciéndonos que lo hagamos (como un doctor cuando nos dice lo que es bueno para nosotros) y prometiéndonos cosas buenas si lo hacemos, y contándonos historias para alentarnos en nuestra debilidad.

Segundo, la Palabra de Dios informa a la oración. Esto significa que la Palabra nos dice qué orar y se convierte en si misma en el contenido de nuestra oración. Cuando conoces la mente de Dios por su Palabra, oras con la mente de Dios en tus oraciones. Por ejemplo en Hechos 4:24-26, la iglesia temprana oraba de esta forma: “alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay [ver Éxodo 20:11], que por el Espíritu Santo, a través de la boca de nuestro padre David tu siervo dijiste [citando el Salmo 2]: ‘¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo.’ ” Esta es la forma en que los santos poderosos han orado a través de la historia. Oh que el Señor llene nuestras oraciones con los grandes propósitos y promesas de Dios que aprendemos de su Palabra. La Palabra informa a la oración.

Tercero, la Palabra encarna la oración. Esto significa que las oraciones a menudo son invisibles y están escondidas en el alma y en la habitación y en la iglesia. Pero su efecto está presente en abierto, en las vidas de otras personas y entre las naciones. ¿Cómo sucede esto? Dios normalmente avanza sus propósitos en la evangelización mundial y la transformación personal y en la reforma cultural mediante encuentros directos con la verdad de su Palabra. La Palabra encarna nuestras oraciones. Las oraciones se hacen efectivas cuando la verdad llega a las orejas y las mentes y los corazones de la gente.

La gente no empieza a creer en Jesús simplemente porque ores por ellos. Necesitan escuchar acerca de Jesús. “¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Romanos 10:14 LBLA). “Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros” (2 Tesalonicenses 3:1 LBLA). La oración fortalece la Palabra y la Palabra encarna la oración. Los santos no se hacen más santos simplemente porque alguien ora que lo sean. Necesitan ver la verdad: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (Juan 17:17 LBLA). La esclavitud cultural a la injusticia y la codicia y la deshonestidad y la inmoralidad sexual no cambia simplemente porque oremos por ello. El agente reformador es la verdad: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32 LBLA). La oración debe encarnarse en declaraciones y demostraciones de la verdad.

Probablemente esto es bastante para explicar por qué comenzamos la Semana de Oración con un texto sobre la Palabra de Dios. La Palabra inspira, informa y encarna la oración. Van juntas, porque la Palabra y el Espíritu van juntos. La Palabra sin el Espíritu es intelectualismo. El Espíritu sin la Palabra es emocionalismo en el mejor de los casos, y probablemente sincretismo. Pero la Palabra y el Espíritu se mantienen unidos cuando dependemos de la ayuda del Espíritu para tratar con la Palabra, y expresamos esa dependencia en oración.

La Bendición de Deleitarse en la Palabra de Dios

Ahora consideremos el Salmo 1 y centrémonos en deleitarnos y meditar en la Palabra de Dios. Primero, pensemos acerca de la bendición que viene de deleitarnos y meditar en la Palabra día y noche. El Salmo comienza, “Bienaventurado el varón...” así que desde el principio te atrae: ¿quieres bendición en tu vida? La palabra bienaventurado significa “feliz” en el sentido rico y completo de la felicidad enraizada en el bienestar mental y físico.

Ahora bien ¿quién es esta persona feliz? Es aquel que no hace algo y aquel que hace algo. La persona feliz no “anda en el consejo de malos, no está en camino de pecadores, ¡no se sienta en silla de escarnecedores!” (Versículo 1). Pero ¿qué es lo que hace la persona feliz? Versículo 2: “Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche.” Así, en lugar de encontrar su placer en las palabras o los caminos o el compañerismo de los malos, aquel que es verdaderamente feliz encuentra placer en meditar en la Palabra y los caminos de Dios. (“Ley,” Torah, = instrucción: Las Palabras de Dios acerca de los Caminos de Dios.)

Ahora el punto del salmo es decir que cuando experimentas la Palabra de Dios de esa forma -como tan deliciosa y satisfactoria que captura tu mente y corazón día y noche y te aparta lejos del consejo y el camino y el asiento del mundo- cuando experimentas la Palabra de esa forma, eres bendecido. Eres feliz. La Persona que se Deleita en la Palabra de Dios

Después, el versículo 3, nos da tres ilustraciones de esa felicidad. La primera es que una persona que se deleita en la Palabra de Dios y medita en ella día y noche será “como un árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo.” La segunda es que la persona que se deleita en la Palabra de Dios y medita en ella día y noche será como un árbol cuya “hoja no cae.” Y la tercera es que la persona que se deleita en la Palabra de Dios y medita en ella día y noche “prosperará en todo lo que hace.”

Pensemos en cada una de estas por un momento.

1. Fructífero

Si te deleitas en la Palabra de Dios y meditas en ella día y noche darás fruto a tu tiempo. Serás una persona fructífera. ¡Oh si hubiese más personas fructíferas! Ya las conoces. Son refrescantes y reconfortantes cuando estás cerca. Te alejas de ellas alimentado. Te alejas de ellas fortalecido. Te alejas de ellas con tu gusto por las cosas espirituales despertado. Su boca es una fuente de vida. Sus palabras sanan y convencen y animan y profundizan e iluminan. Estar cerca de ellas es como una comida. Este es el efecto de deleitarse en la Palabra de Dios y meditar en ella día y noche. Darás fruto a tu tiempo.

2. Perdurable

La segunda ilustración de la bendición si te deleitas en la Palabra de Dios y meditas en ella día y noche es que tu hoja no cae. El punto aquí es que los vientos calientes soplan y la lluvia no cae y todos los otros árboles que no están plantados cerca de la corriente se están marchitando y muriendo, pero a pesar de todo el calor y la sequía, tu hoja permanece verde, porque deleitarse en la Palabra de Dios y meditar en ella día y noche es como estar plantado cerca de la corriente. La felicidad de esta persona es perdurable. Es profunda. No depende de que lado sople el viento o de si la lluvia cae. Extrae su vida de una fuente que es absolutamente incambiante: Dios en su Palabra.

La persona que se deleita en la Palabra de Dios y medita en ella día y noche habla como el profeta en Habacuc 3:17-18 (LBLA): “Aunque la higuera no florezca,

Ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación.”

(Un pensamiento acerca del año 2000)

Este puede ser el lugar para decir unas palabras acerca del miedo al año 2000. ¿Queréis una palabra profética acerca del año 2000? Tengo dos palabras proféticas acerca del año 2000. Primero, la mayor necesidad el 1 de Enero de 2000 no serán los sótanos llenos de comida y generadores de agua, sino los corazones llenos con la Palabra de Dios. Serás fructífero, florecerás, darás vida no si buscas las mismas cosas que el mundo busca (Mateo 6:32), sino deleitándote en la Palabra de Dios y meditando en ella día y noche. Lo que el mundo necesitará y necesita de la iglesia es la Palabra de Dios que nos equipa para decir, “¿Quién nos separará del amor de Cristo? Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?... En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” (Romanos 8:35-37, LBLA).

La otra palabra profética acerca del año 2000 es esta: Nada va a pasar el 1 de Enero del 2000, nada, que sea tan malo como lo que ya le está pasando a los Cristianos perseguidos y hambrientos en Sudán. O al creciente número de huérfanos en Malawi y otros países de África devastados por el SIDA. O a los supervivientes en Honduras y Nicaragua. O a las personas ancianas solitarias que se mueren por docenas en los experimentados centros de cuidado cerca de las Ciudades Gemelas y que han sobrevivido a sus familias. Hay algo que huele a hipocresía cuando se habla de acumular provisiones en nuestras casas para “ministrar” a otros en la crisis del año 2000 cuando hay más sitios para ministrar en este mismo día y que son crisis peores que cualquier cosa que vaya a pasar dentro de un año. El año 2000 le sucederá a alguien cada día en 1999 - y muchos de ellos están a tu alcance.* Deléitate en la Palabra de Dios, medita en ella día y noche, y entonces toma el fruto de tu vida y ve a ministrar a los perdidos y los hambrientos y los sedientos que ya son muchos. Entonces ni siquiera te darás cuenta cuando pase el año 2000.

3. Prosperando (¿de verdad?)

Pero ahora esto nos lleva hasta la pregunta que se levanta en la tercera ilustración de la bendición y felicidad en el versículo 3. “Y todo lo que hace, prosperará.” ¿De verdad?¿Qué significa esto?¿Significa que si te deleitas en la Palabra de Dios y meditas lo suficiente, tu negocio hará grandes ganancias y tu salud será siempre buena y no habrá carencias de alimentos o accidentes de coche o violencia contra tu casa?

Bueno, hay algunas razones para creer que tal persona tendrá algunas de esas bendiciones. Por ejemplo, cuando te deleitas en la Palabra de Dios en lugar de caminar en el consejo de malvados y de estar en camino de pecadores y sentarte en silla de escarnecedores, estarás haciendo el tipo de cosas que Dios aprueba, y es probable que Él bendiga lo que aprueba. Y cuando te estás deleitando en la Palabra de Dios, estás confiando en ella, y sabemos que Dios trabaja para aquellos que confían en él y esperan por él (Isaías 64:4; 2 Crónicas 16:9).

Sin embargo hay razones para creer que Dios no siempre libra a su gente más fiel. Existen muchos pasajes de la Escritura que nos dicen “muchas son las aflicciones del justo” (Salmos 34:19; cf. Hechos 14:22). El Salmo 73 expresa la realidad de que a menudo el justo sufre y el malvado prospera. La respuesta de ese Salmo y este es: Contempla lo que pasa con ellos al final (Salmos 73:17).

El Salmo 1 dice, “No así los malos, Que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos. 6 Porque Jehová conoce el camino de los justos; Mas la senda de los malos perecerá” (versículos 4-5). Cuando este Salmo reflexiona sobre el valor de ser malo o deleitarse en la Palabra de Dios, mide el valor al final, por lo que pasa en el juicio. Puede que haya alguna prosperidad en su vida para los malvados, pero al final serán barridos como el tamo, sin embargo aquellos que se han deleitado en la Palabra de Dios florecerán porque Dios pone su ojo y su favor sobre ellos. Él “conoce” su camino.

Por tanto la bendición, la felicidad, a la que se refiere el versículo 1 es una vida que nutre y es fructífera para otros, una vida que es profundamente perdurable en tiempo de sequía y una vida cuyo “trabajo no es en vano” (1 Corintios 15:58), sino que tiene éxito para los propósitos de Dios en la eternidad. Esa es la bendición de deleitarse en la Palabra de Dios y meditar en ella día y noche.

¿Qué es la Meditación?

Y ahora ¿qué es lo que implica la meditación? La palabra “meditación” en Hebreo significa básicamente hablar o murmurar. Cuando se hace en el corazón se llama reflexión o meditación. Así pues meditar en la Palabra de Dios día y noche significa hablarte a ti mismo la Palabra de Dios día y noche y conversar contigo mismo sobre ella.

Aquí es donde os ruego a involucraros en el programa de memoria del Luchador de Versículos o algún otro patrón de memorización de la Biblia. A menos que memorices la Escritura no meditarás en ella día y noche. Pero Oh, los beneficios y deleites de la comunión consciente con Dios hora a hora en su Palabra. Si alguna vez te has preguntado, ¿Qué es caminar hora a hora en comunión con el Dios viviente? La respuesta es: es Él hablándote por su Palabra a través de tu memoria y meditación e iluminación y aplicación y tu hablándole a él palabras de agradecimiento y alabanza y admiración y deseo y buscar ayuda y guía y entendimiento. La Palabra es la base por la que le escuchas y por la cual él te escucha. La profundidad y solidez y certeza de tu caminar con Dios y tu comunión con Dios se elevará o caerá dependiendo de si la misma Palabra de Dios escrita es la urdidumbre y la trama del tejido de tu comunión.

Permitidme dar un ejemplo de como esto funciona en mi propia vida. Conforme llegaba al final del año y leía los pasajes finales del Antiguo Testamento en los Profetas Menores, me conmovió Miqueas 7:18. Es el fundamento de uno de mis himnos favoritos, “¿Qué Dios como tú, que perdona?” de Samuel Davies. Así que lo memoricé y lo llevé en el frontal de mi mente durante varios días. Dice, “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.”

Una de las enseñanzas que descubrí y paladeé con tremendo placer fue que Dios elige estar enfadado, pero su enfado es limitado. ¿Por qué? Porque “se deleita en misericordia.” Esto significa que el enfado no es la emoción favorita de Dios. Él “se deleita” en el amor. Esto tiene implicaciones enormes -prácticas- en mi vida y mi propio enfado y amor cuando descanso en él. Y también implicaciones teológicas, cuando reflexiono sobre los niveles de voluntad en Dios: la voluntad de estar enfadado en su santidad contra el pecado, y aún así no deleitarse en estar enfadado de la misma forma en que se deleita en mostrar misericordia. Me alimenté de este texto durante varios días antes de cambiar a otro texto frontal.

Así que os apremio a que memoricéis la Escritura, y meditéis en ella día y noche. Eso cambiará vuestra vida de muchas formas buenas.

¿Qué Pasa si la Meditación y la Oración son una Carga?

Finalmente, debemos preguntarnos acerca de este deleite. La marca más profunda de esta persona feliz en el Salmo 1 es que se deleita en la Palabra de Dios (versículo 2). El leer la Biblia y memorizarla y meditarla no son una carga para él, sino un placer. Eso es lo que queremos. Que tristeza cuando leer la Biblia es solamente una carga. Algo está mal.

¿Qué hacemos? Bien, diremos más la semana que viene, pero vamos a cerrar considerando lo siguiente. Nos cuesta leer la Biblia, memorizarla y meditarla porque no encontramos placer en ello. Hay otras cosas que queremos más. La televisión, o el trabajo, o el periódico o la computadora. Nuestros corazones se inclinan a otras cosas y no se inclinan a la Palabra. Y por tanto no es un deleite.

¿Alguna vez le costó hacerlo a un salmista? Si le costó. Ánimo. A todos nos cuesta. ¿Cómo puede cambiarse esto? Esta es la Semana de Oración, y la respuesta que enfatizaremos es que se cambia mediante la oración. Me centraré en esto la semana que viene. Debemos orar para que Dios nos habilite para ayudarnos a deleitarnos en su Palabra. Quedará claro por la forma en que el salmista ora. Espero que volváis para oír acerca de la ayuda que el salmista nos da no sólo para orar sin cesar, sino para hacerlo con deleite.


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