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Por Marshall Segal sobre Hedonismo Cristiano

Traducción por Patricia Alvarado


El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. (Mateo 13:44)

Muchas personas se encuentran contentas por completo de tener a Jesús como su Salvador, quien los perdona por todos sus pecados. Pocas se encuentran listas para tenerlo como el Señor de sus vidas, guiándolos y haciéndolos crecer en santidad. ¿Pero alguna vez has pensado en Cristo como tu Tesoro?

Contenido

Un Tesoro Escondido en el Campo

Una de las parábolas de Jesús en el Evangelio de Mateo habla de un hombre en el campo. Está caminando por el campo y se encuentra con algo inusual, algo fuera de lugar. Probablemente al principio no sabía lo que había encontrado. Nunca esperó encontrar riquezas en el campo, pero así fue. Había descubierto una riqueza para toda la vida en su camino, ahí expuesto sin que nadie lo reclamara.

¿Cómo es que puedo tener este tesoro? ¿Qué tengo que hacer o dar para poseer y experimentar y usar este tesoro para siempre? Esa fue la respuesta de aquel hombre, y él sabía que tenía que ser dueño del campo para tener ese tesoro. Así que vendió todo lo que tenía para así, poder tener el dinero suficiente para comprar el campo.

Lo Vale Todo

Todo. El punto de la parábola es resaltar el valor infinito y preciado que es el conocer a Jesús y ser conocido por él. Aquel hombre vendió todo para tener ese tesoro. Renunció a su casa, sus muebles, su ganado — cualquier cosa que tuviera algún valor. Sacrificó cosas que había hecho, regalos que le habían sido dados, posesiones que había tenido por años. Le dijo adiós a todo en un instante y lo hizo así, porque vio que lo ganaría sobrepasaría por mucho todo lo que él había poseído hasta ese momento.

Si no amamos y atesoramos a Jesús de esta forma entonces no lo conocemos. La vida eterna en y con él es simplemente un valor innegable, más que cualquier otra cosa que podamos comprar o construir aquí en la tierra. Casas enormes son nada. Autos caros y hermosos son nada. Ropa, pasatiempos, productos de Apple, libros, negocios, animales, televisiones — todo es nada comparado con nuestro Cristo. Él lo vale todo para nosotros.

Toda Nuestra Fuerza

Nuestro Tesoro es toda nuestra fuerza cuando nos sentimos débiles. Pablo escribe, “Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí”. (2 Corintios 12:9). El Dios y Salvador que todo lo vale también hace todo para nosotros. Cuando caemos, él se encuentra cerca de los quebrantados y de corazón roto. Cuando nos sentimos secos, él es el sustento y fuerza que nuestra alma necesita. En cualquier punto donde seamos débiles, su fuerza nos llena y consume nuestra debilidad para mostrar su poder.

Todo Nuestro Corazón

“Buscándote como una joya preciosa. Señor, si renunciara sería un tonto”. Sería tonto dejar de buscar más y más de Jesús. Cada cosa nueva que vemos —todo lo que aprendemos acerca de este Salvador — nos brinda más alegría, más fe, más descanso. Jesús es el banquete inacabable y eterno de nuestras almas. Nada sabe mejor a nuestros corazones que él, y por el evangelio poder continuar comiendo y comiendo por toda la eternidad.

Toda Nuestra Esperanza

Juan el Bautista preparó el camino para Jesús y su ministerio, y cuando finalmente vio al Cristo él dijo: “¡He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!”(Juan 1:29). La crisis más grande y severa del mundo y de cada uno de nosotros en el, es el pecado. No tenemos esperanza alguna si alguien no puede o no interviene por nosotros. La buena noticia es que el Cordero de Dios, Jesucristo, ha tomado nuestros pecados, nuestra cruz, nuestra culpa en sí mismo al morir por nosotros, y después venció al pecado y a la muerte por nosotros con su resurrección. Toda nuestra esperanza esta con el Tesoro crucificado y resucitado de nuestros corazones.

Él ciertamente es y será, nuestro todo en todo.



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