Miedo: nuestro peligro claro y presente

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Última versión de 19:50 16 ago 2019

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English: Fear: Our Clear and Present Danger

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Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral

Traducción por Ilduara Escobedo


El miedo es una batalla diaria que todos en el ministerio están llamados a pelear. Debido a que todos tendemos a sufrir amnesia de Dios, porque vivimos en un mundo caído y no escribimos nuestras propias historias, ser gobernado por el miedo siempre es un peligro claro y presente. Hay momentos en que todos somos capturados. Cuando todos nos desviamos. Cuando el miedo da forma más poderosa al ministerio que a la fe. Cuando el temor es más poderoso que la confianza. Cuando estamos abrumados por nuestras debilidades o agobiados por las circunstancias. Cuando el miedo nos hace demasiado controladores. Cuando el miedo nos silencia en un momento en que necesitamos hablar y nos hace hablar cuando deberíamos estar en silencio.

Entonces, es vital para todos nosotros preguntarnos: "¿qué deberíamos hacer con respecto al miedo?" Déjame sugerirte cuatro cosas.

Contenido

1. Humildemente admite tus miedos.

El miedo nunca se vence al negar su existencia. Sé que es difícil para alguien llamado a guiar a otros en la fe a admitir que a veces haces cosas como resultado directo de la falta de fe. Admite tu miedo y corre hacia el único que puede vencerlo. Confiesa que no siempre recuerdas su presencia y gloria. Confiesa esos lugares donde evalúas situaciones como si no existiera. Reconoce el hecho de que a menudo amas tu comodidad más de lo que amas su gloria. Confiesa que a veces te asombra más la gente que él. Y mientras confiesas, descansa en la seguridad de su aceptación, perdón, empoderamiento y liberación. Su gracia garantiza un día en que el miedo ya no existirá.

2. Confiesa en esos lugares donde el miedo ha producido malas decisiones y respuestas incorrectas.

Admite esos lugares de duplicidad, favoritismo y compromiso que resultaron de reemplazar el temor vertical con el miedo horizontal. Confiesa donde no has vivido el evangelio con valor. Confiesa a las personas que, por miedo, pecaste en su contra por el silencio, el chisme, el control, la deslealtad y la idolatría. Pídele a Dios que te dé ojos para ver los lugares donde eres susceptible al miedo y necesitas crecer en la fe.

3. Presta atención a tu meditación.

Tantas cargas difíciles pueden capturar tu mente en el ministerio de la iglesia local. Hay tantas cosas de las que podrías preocuparte. Hay tantas relaciones desordenadas, conversaciones inconclusas, agendas incompletas y conclusiones desconocidas. En formas intensamente prácticas, siempre estás viviendo entre lo que ya sucedió y lo que todavía no ha sucedido. Por lo tanto, es vital en el ministerio estar siempre al tanto de lo que captura tu meditación. ¿Qué capta tu atención cuando conduces o cuando pasas unos momentos tranquilos? ¿Vives el paradigma de Abraham, sin negar la existencia de los problemas, sino prohibiendo que los problemas dominen y controlen tu meditación? ¿Tan grande es Dios en tus pensamientos que te fortaleces en la fe, incluso en medio de lo que es inesperado y difícil?

4. Predica el evangelio a ti mismo.

Debido a que habrá muchas veces en que nadie sepa lo que estás pensando, debes comprometerte a predicar el evangelio a ti mismo. Necesitas predicar un evangelio que encuentre su esperanza, no en tu comprensión y habilidad, sino en un Dios que es grandioso y glorioso en todos los sentidos y que ha invadido tu vida y ministerio por su gracia. Necesitas predicar un evangelio a ti mismo que no encuentre su descanso en que lo hagas bien, sino en la justicia de Jesucristo. Necesitas predicar un evangelio a ti mismo que no obtenga su motivación del éxito humano, el respeto y la aclamación, sino de la gracia abundante que nunca podrías haber ganado. Date cuenta una y otra vez que no hay un pozo de vida o ministerio tan profundo que Jesús no sea más profundo. Necesitas llamarte a ti mismo para descansar y tener fe cuando nadie más sabe que se necesita un sermón privado.

Que la gracia te dé un ministerio formado por la fe viva y no por el largo catálogo de miedos que nos saludan a cada uno de nosotros en este lado de nuestro hogar final.


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