Moisés el Libertador: Un judío errante

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English: Moses the Deliverer: A Wandering Jew

© Ligonier Ministries

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Por Robert Barnes sobre Figuras Bíblicas
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Traducción por Maria Luisa Yudice


Moisés entró en los dorados aposentos del Faraón, el líder político y religioso de nación más grande del mundo, Egipto. Este shasu (nómada errante en egipcio), este hombre arrugado y maloliente, demandaba, en un perfecto egipcio de la corte, que su pueblo fuese liberado para adorar en el desierto. De este modo comenzó una disputa de voluntades, de reinos, de poderes sobrenaturales. A medida que la disputa progresaba, los magos del Faraón fueron capaces de simular uno o dos señales de Dios, pero no pudieron reproducir la obra que Dios había hecho en Moisés. Ni tampoco querían.

¿Alguna vez encontraste alguien con falsa humildad? Pongámoslo entre comillas: era “Humildad”, no Humildad. La “Humildad” dirige la atención hacia sí misma y trata de manipular a la gente, es un esfuerzo artificial impulsado por el temor al hombre y la envidia hacia el verdaderamente humilde. No es igual a la humildad.

Con tanta gente que reclama ser cristiana cuando claramente no lo es, y con las iglesias llenas de gente representando al cristiano cultural, y que, de este modo, se ven forzadas a simular una de las áreas claves de la madurez (la humildad), podrías creer que seríamos expertos en distinguir entre lo real y lo falso. Pero como la humildad es algo que somos, no que hacemos, los cristianos occidentales tenemos poco interés en pensar acerca de esta virtud, solo escribimos sobre ella. Deberíamos convertir en nuestro deber reflejar la verdadera humildad de manera que podamos detectar la que es falsa en aquellos que están bajo nuestro cuidado y principalmente en nosotros mismos. Moisés será nuestro guía en esta parte del trayecto.



Eligiendo la humildad

Tres eventos claves dieron forma a la vida de Moisés convirtiéndolo en el hombre más manso sobre la faz de la tierra (Num.12:3). Su nacimiento y subsecuente adopción, su huida de Egipto y su muerte en la cima del Monte Nebo, cerca de la Tierra Prometida, fueron golpes aplastantes. Los tres fueron humillantes, pero solo porque algo sea humillante no significa que necesariamente lleve a desarrollar humildad.

El Faraón es un ejemplo. En medio de la abrumadora y aplastante derrota Moisés dijo, “Así dice el Señor, el Dios de los hebreos:" ¿Hasta cuándo te negarás a humillarte delante de mí?” (Ex. 10:3, LBLA). El Faraón tenía que tomar una decisión ante cada milagrosa humillación, pero eligió sufrir por el orgullo y la arrogancia en lugar de tener un corazón humilde. En contraste, Moisés encontró gracia para caminar a través de todos los puntos claves de sufrimiento en su vida con su cabeza inclinada a Dios, de quien fluían todas las cosas. Moisés eligió la humildad.



Comenzando en humildad

Hay una humillación particular que viene con la adopción, y algunos la sobrellevan mejor que otros. Antes de saltar a una conclusión prematura, yo fui adoptado y no tengo nada de qué arrepentirme, pero otros ven esta experiencia con vergüenza: "¡Fui abandonado por mis padres!" Aun, creo que la mayoría no fue colocada en la Agencia de Adopción del Nilo, flotando en un río infestado de cocodrilos, en lo que podríamos llamar, en lenguaje político, “un programa de adopción peligroso”.

Moisés no podía enorgullecerse de sus comienzos. Su vida fue salvada, pero fue despojado de su herencia. Podría haberse gloriado en su educación, pero imagina el tormento de ser el único shasu en la escuela real. Mas que ser criado como un hombre obviamente intelectual y fuerte entre su propia gente, el fue criado como un niño shasu, un hijo abandonado, en una corte pagana que no tenía conocimiento de su Dios o de su pueblo, excepto en tono de burla.

Puede que nosotros tampoco nos enorgullezcamos de nuestros comienzos J.C. Ryle dice: "El que desee ser salvado, permítale que este día conozca que el primer paso hacia el cielo es tener un profundo sentido del pecado y una baja estima de sí mismo. Déjenlo arrojar esa tonta y débil tradición de que el comienzo de la religión es sentirnos bien con nosotros mismos. Déjenlo más bien captar que debemos comenzar por sentirnos mal y hasta que no nos sintamos realmente mal no sabemos nada de la verdadera bondad o del cristianismo salvador. Feliz el que ha aprendido a acercarse a Dios con la oración del publicano, “¡Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”. (Lucas 18:13)

Hay muchos beneficios en buscar ser llenos en Cristo y en las promesas de Su Evangelio. Pero buscar auto-actualización, auto-exaltación, auto-superación de Dios o de alguna experiencia que hayamos tenido con Él, tiene tanto sentido como que el ratón procure lo mismo de un gato.


Humildad y santificación

Moisés, el shasu, hizo de Egipto su hogar. Por eso, los hebreos lo vieron con sospecha. En lugar de considerarlo como un "chico de campo que prosperó", lo vieron como un traidor. Cuando el arriesgó todo para salvar a un Hebreo, cometiendo una ofensa capital matando al egipcio que estaba golpeando al esclavo, él pudo haber pensado “Esto me hará ganar el favor de mis hermanos hebreos". Pero no importó. Él aun era un shasu y un traidor. Fue forzado a huir y vivir como un pastor nómada por 40 años. Ya no era solamente un insulto, ahora era un shasu profesional.

Pero fue después de esto que el creció, madurando de un justiciero impulsivo a un hombre quien se inclinaría ante un Dios santo que le habla desde una pequeña zarza ardiente. ¿Dónde experimentamos el mayor crecimiento espiritual? Puede ocurrir en varios lugares, en una sofisticada conferencia, ante el lecho de muerte de un padre o mientras leemos la Biblia de los Gedeones en el cuarto de un viejo hotel. Pero nunca experimentamos crecimiento cuando carecemos de humildad. Ryle dice, "Cuanto más maduro está para la gloria, más inclina su cabeza, como el maíz maduro. Cuanto más brillante y clara sea su luz, más verá los defectos y debilidades de su propio corazón”.



Humilde en la vida y la muerte

Moisés vivió una vida notable y obediente. Su liderazgo poderoso alimentado por Dios trajo a la nación de Israel a la Tierra Prometida. Pero como él se rebeló abiertamente contra Dios (Núm. 20:11-12), le fue negado entrar a Canaán. Él aceptó su castigo con calma, este pronunciamiento vergonzoso. Y después que Dios repitió esta sentencia de muerte en Deuteronomio 32, las siguientes palabras que vemos de Moisés no son quejas sino bendiciones. Dios gentilmente lo llevo a la cima del Monte Nebo y le mostró las tierras que aguardaban a Israel. Luego Dios tomó su vida gentilmente y enterraron su cuerpo en Moab, Moisés murió en humildad.

Nuestra tecnología nos ha dado la ilusión de que podemos resistir la muerte, en contra de Dios, que es soberano sobre la vida y la muerte. En el reino espiritual, somos engañados a creer que es la teología que amamos o la ley que guardamos la que sostiene nuestra vida espiritual. El mandamiento de Dios a perseverar, no puede separarse de los dones de la gracia de Dios que recibimos momento a momento, de la constante intercesión de Cristo ante el Padre en nuestro favor, la constante guía del Espíritu Santo. No podemos mirar a un cristiano morir sin ser profundamente conmovidos y humillados por la experiencia.

Vamos a mirar y aprender humildad hermanos y hermanas. Evitemos como a la plaga a aquellos que nos quieren infectar con su falsa humildad y nos piden que los acompañemos en su juego. Recuerda, “Muchos son humillados, pero no humildes, bajos pero no modestos” (John Trapp).



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