Mujeres valientes en un mundo de oportunidades

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English: Fearless Women in a World of Opportunities

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Por John Piper sobre Mujeres

Traducción por Soldados de Jesucristo

En su libro La locura de Dios, Nik Ripken cuenta la historia de Aisha, una viuda cristiana de 24 años de edad que se convirtió del islamismo. Era tal su extroversión para dar testimonio de Cristo en el entorno hostil de su ciudad islámica que las autoridades la detuvieron y la encerraron en el sótano oscuro y a medio terminar de la estación de policía.

En el momento en que sintió que ya no podía más y estuvo a punto de gritar, para su sorpresa, de su boca salió una canción que emanaba de su corazón en alabanza a Cristo. Mientras cantaba, percibió que el movimiento arriba había cesado. La estaban escuchando.

Esa noche, el jefe de policía descendió y le dijo que la llevaría su casa con una condición: “Debe ir a mi casa en tres días”. Luego agregó:

No entiendo. No le tiene miedo a nada. Mi esposa, mis hijas y todas las mujeres de mi familia tienen miedo de todo. Pero usted no le tiene miedo a nada... Quiero que venga a mi casa para decirles a todos por qué no tiene miedo. Y quiero que cante esa canción.

Cuando leí eso, pensé: sin duda este es el tipo de cosas que el apóstol Pedro tenía en mente cuando escribió estas palabras:

Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a Abraham, llamándolo señor, y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella, si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor. (1 Pedro 3:5-6)

Esta forma de dar testimonio de Cristo sin temores es una parte gloriosa del “incorruptible adorno de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3:4). Estoy ansioso por conocer este espíritu yo mismo y verlo florecer con una gracia peculiar en la vida de las mujeres cristianas.

Quince desafíos para las mujeres cristianas

Hace algunos años, cuando era pastor de la Iglesia Bautista Bethlehem, las mujeres de la iglesia me preguntaron si podía ser el orador en una reunión de medio día. Querían que les expusiera una visión de la feminidad y les diera un desafío de las Escrituras. Así que lo hice. Se encuentra en mi libro What’s the Difference? Manhood and Womanhood Defined According to the Bible [¿Cuál es la diferencia? Masculinidad y feminidad definidas según la Biblia] (páginas 71-82). No conocía la historia de Aisha en ese entonces, pero si la hubiera conocido, se las hubiera leído. Habría dicho: “En todos los quince desafíos que voy a enumerar, este es el espíritu que oro para que ustedes tengan”.

A continuación, un resumen de esos desafíos, que son tan relevantes hoy como cuando los di por primera vez:

  1. Que toda tu vida —cualquiera sea tu llamado— esté dedicada a la gloria de Dios.
  2. Que confíes tan plenamente en las promesas de Cristo que la paz sin temor, la alegría y la fuerza llenen y desborden tu alma.
  3. Que esta plenitud de Dios rebose en actos diarios de amor para que las personas puedan ver tus buenas obras y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos.
  4. Que seas una mujer del Libro, que ama, estudia y obedece la Biblia en cada aspecto de su enseñanza. Que la meditación de la verdad bíblica sea la fuente de tu esperanza y fe. Y que continúes creciendo en entendimiento a través de todos los capítulos de tu vida, jamás pensando que el estudio y el crecimiento son sólo para los demás.
  5. Que seas una mujer de oración, para que la Palabra de Dios se abra ante ti, para que el poder de la fe y la santidad descienda sobre ti y que tu influencia espiritual sea cada vez mayor en casa, en la iglesia y en el mundo.
  6. Que seas una mujer que tiene una comprensión profunda de la gracia soberana de Dios sobre la que descansan todos estos procesos espirituales, una mujer que medita profundamente en las doctrinas de la gracia, y ames y creas estas gloriosas realidades aun más.
  7. Que estés totalmente comprometida con el ministerio, sea cual sea tu rol específico, que no pierdas tiempo viendo dramas de época, o programas de cocina o revistas de glamour, o con pasatiempos sin sentido, de la misma manera en que los hombres no deberían perder su tiempo en prácticas deportivas excesivas ni encerrándose en el garaje más tiempo del necesario. Que redimas el tiempo para Cristo y para su reino, ya que no hay nadie más en todo el mundo que pueda hacer tu contribución particular al reino.
  8. Que si estás soltera explotes tu soltería al máximo en la devoción a Cristo, y no quedes paralizada por el deseo de casarte.
  9. Que si estás casada apoyes el liderazgo de tu esposo de manera creativa, inteligente y sincera, tan profundamente como la obediencia a Cristo requiere, pero no más de lo que permite. Que lo animes a desenvolverse en su papel designado por Dios como cabeza de hogar. Que seas para él una influencia espiritual, principalmente a través de tu tranquilidad, santidad y oración sin temores.
  10. Que si tienes niños aceptes la responsabilidad con tu esposo (o sola si es necesario) de criar hijos que pongan su esperanza en el triunfo de Dios, compartiendo con tu marido la enseñanza y disciplina de los niños, y dándoles a los niños ese toque de crianza y cuidado especial que sólo tú les puedes dar.
  11. Que no des por sentado que el empleo secular es un reto mayor o un mejor uso de tu vida que las innumerables oportunidades de servicio y testimonio en el hogar, el vecindario, la comunidad, la iglesia y el mundo. Que no sólo te plantees la pregunta: “¿tener una carrera profesional o ser madre a tiempo completo?”, sino que te preguntes, con la misma seriedad: “¿tener un trabajo de tiempo completo o tener libertad para el ministerio?”. Que te preguntes: “¿Qué sería mejor para el reino: que sea empleada de alguien que me dice qué hacer para que su negocio prospere, o que sea una agente libre de Dios que sueña sus propios sueños acerca de cómo su tiempo, su casa y su creatividad podrían hacer que el negocio de Dios prospere?”. Y que tomes tus decisiones no sobre la base de las tendencias seculares o las expectativas de estilo de vida de la actualidad, sino sobre la base de lo que fortalezca a la familia y contribuya a la causa de Cristo.
  12. Que des un paso atrás y (con tu esposo, si estás casada) planifiques las diversas formas del ministerio de tu vida en capítulos. La división por capítulos está determinada por varios factores: edad, fortaleza, soltería, matrimonio, elecciones de empleo, los niños en el hogar, los niños en la universidad, nietos, jubilación, etc. Ningún capítulo tiene todas las alegrías. La vida finita es una serie de intercambios, de ganancias y pérdidas puestas en la balanza. Encontrar la voluntad de Dios y vivir para la gloria de Cristo al máximo en cada capítulo es lo que hace que sea un éxito, no si tu capítulo se ve como el capítulo de otra persona o si tiene o no lo que un capítulo posterior tendrá.
  13. Que desarrolles una mentalidad y estilo de vida de tiempos de guerra. Que nunca olvides que la vida es corta, que hay miles de millones de personas cuya vida pende de un hilo entre el cielo y el infierno todos los días, que el amor al dinero es suicidio espiritual, que los objetivos de la movilidad social ascendente (buena ropa, vehículos, casas, vacaciones, comida, pasatiempos) son un sustituto pobre y peligroso para los objetivos de vivir para Cristo con todas tus fuerzas, maximizando tu alegría en el ministerio de las necesidades de las personas.
  14. Que en todas tus relaciones con hombres busques la guía del Espíritu Santo para aplicar la visión bíblica de la masculinidad y la feminidad. Que desarrolles un estilo y una conducta que le hagan justicia al rol único que Dios ha dado a los hombres de sentirse responsables de un liderazgo con gracia en relación con las mujeres: un liderazgo que involucre elementos de protección, cuidado e iniciativa. Que pienses de forma creativa y con sensibilidad cultural (al igual que él) a la hora de definir la forma y establecer el tono de tu interacción con los hombres.
  15. Que observes las pautas bíblicas sobre lo que es apropiado e inapropiado en lo que respecta a las relaciones entre hombres y mujeres, y no las veas como limitaciones arbitrarias a la libertad, sino como prescripciones sabias y llenas de gracia para descubrir la verdadera libertad que se halla en el ideal de Dios sobre la complementariedad. Que no midas tu potencial por los pocos roles que no puedes asumir, sino por los innumerables roles disponibles.

Roles específicos para considerar en oración

Piensa y ora sobre esta pequeña muestra de lo que puede que Dios te esté llamando a hacer:

Ministerios para los discapacitados:

Ministerios para los enfermos:

Ministerios para los marginalizados:

Ministerios carcelarios:

Ministerios de jóvenes:

Ministerios deportivos:

Consejería terapéutica:

Ministerios audiovisuales:

Ministerios de escritura:

Ministerios de enseñanza:

Ministerios de música:

Ministerios evangelísticos:

Ministerios de radio y televisión:

Ministerios de teatro:

Ministerios sociales:

Ministerios pastorales:

Ministerios de oración:

Misiones: todo lo anterior en todas las culturas.

Ministerios de apoyo: innumerables puestos de trabajo que sustentan otros ministerios.

Me doy cuenta de que esta lista está incompleta y refleja mi propia cultura y limitaciones. El punto es simplemente dejar en claro que nuestra visión de la masculinidad y la feminidad tiene como objetivo liberar y capacitar para el ministerio siguiendo un patrón de obediencia bíblica. La novena afirmación de la Declaración de Danvers (una declaración sobre la masculinidad y la feminidad bíblica que ayudé a escribir) es tal vez la última cosa importante que tengo para decir:

Considerando que la mitad de la población mundial está fuera del alcance del evangelismo autóctono; habiendo un sinnúmero de personas perdidas en las sociedades que han escuchado el Evangelio; teniendo en cuenta las presiones y miserias de la enfermedad, la desnutrición, la falta de vivienda, el analfabetismo, la ignorancia, el envejecimiento, la adicción, el crimen, el encarcelamiento, la neurosis y la soledad, ningún hombre o mujer que sienta una pasión de Dios por dar a conocer su gracia en palabras y hechos vivirá jamás sin un ministerio satisfactorio para la gloria de Cristo y el bien de este mundo caído.

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