No Hay Una Navaja En Tu Plátano

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English: There Is No Razor Blade in Your Banana

© Desiring God

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Por John Piper sobre Miedo y Ansiedad
Una parte de la serie Taste & See

Traducción por Javier Matus


Muchos de nosotros hemos pasado por periodos de nuestra vida plagados de miedos irracionales. Supongamos, por ejemplo, que en un Halloween usted oyó una advertencia por la radio que criminales culpables habían insertado navajas de afeitar de doble filo en los plátanos en varios supermercados. Estos habían sido puestos en las loncheras de los niños y varios las habían mordido. Usted está nervioso. No se lo puede quitar de su mente. Día tras día piensa en ello más y más seguido. Intenta olvidar todo el asunto. Pero cada plátano se lo recuerda, luego cada fruta, luego cada cara afeitada. Usted renuncia a los plátanos en su totalidad. Usted se aleja temeroso cuando ve a otros siquiera tocar un plátano. Luego, su mente ve navajas en otras frutas: manzanas, peras, duraznos. En poco tiempo su vida parece totalmente dominada por el temor a las navajas y apenas se puede mover para que no se corte.

Muchos de nosotros hemos sido librados de la intensidad destructiva de este tipo de fijaciones. Pero todos las hemos probado en parte.

Lo más frustrante es cómo salir de eso, o cómo ayudar a una persona a salir de eso. Parece sin esperanza porque cualquier avance directo hacia la sanidad parece contraproducente. Cuando una persona realmente sufre del miedo irracional que una navaja existe en su plátano, a él no le ayudan los argumentos sobre la ley de la probabilidad. Los miedos irracionales no ceden ante las evidencias racionales. Así que parece que todos los avances directos están condenados al fracaso. La necesidad urgente es que él se olvide de las navajas y coma el plátano sin siquiera pensar en un pensamiento tan espantoso. Pero todos los esfuerzos directos para aconsejarle a salir del miedo sólo sirven para recordarle lo que hay que olvidar.

¿Qué podemos hacer? Cuando tenía veinte años, era un crítico compulsivo. Solía sentarme en el comedor en el Wheaton y tener pensamientos negativos y de menosprecio de cada segunda persona que caminaba en la fila. Mi conciencia me condenó, pero no podía mantener fuera los pensamientos críticos y los sentimientos feos. Todos los ataques directos a mi esclavitud del pecado parecían inútiles. Sin embargo, durante los siguientes dos años cambié. No había visto suceder el cambio. Simplemente un día me di cuenta que no me sentía muy negativo hacia las personas; mis pensamientos no eran capturados por la crítica.

La batalla no había sido ganada con ataques directos. El enemigo había muerto por negligencia debido a cosas mayores, más fuertes y mejores que empezaron a llenar mi vida. El secreto parece ser lo que Thomas Chalmers llamó “La Fuerza De Expulsión De Un Nuevo Afecto.” Me enamoré de Noël; me enamoré de Wordsworth, Shelley, Keats, Herbert, Gray y Dickinson; me enamoré de Romanos; me enamoré del frente de la escuela en la primavera; y me enamoré de Dios. Y sin que yo lo supiera, los sentimientos base mezquinos y feos de rencor fueron expulsados. Y cuando llegué a estar consciente de lo que había sucedido, las viejas maneras realmente se veían y se sentían necias e indeseables.

De todo esto, he aprendido que lo más valioso que podemos hacer para liberar a la gente de pecados serviles y miedos irracionales es rodearlos por detrás de las líneas del frente y comenzar a llenar sus vidas con realidades grandes y poderosas. La mayoría de nosotros sufre de problemas insignificantes que consumen todo porque no somos cautivados por un gran Dios o llevados por alguna causa magnífica.

Así que no le diga que la navaja no está allí. Llévelo a dar un paseo alrededor del lago. Muéstrele las ardillas correteándose, los petirrojos trabajando, las borlas peludas sobre el olmo. Recítele algún poema espléndido que le quitaron las nubes de encima hoy. Regocíjese con él en alguna promesa… “La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan” (Esdras 8:22). Dios puede conceder que en un año o dos él se dé cuenta de que hay plátanos en su cereal —¡y han estado ahí durante meses!

Bajo un nuevo Afecto,

El Pastor John


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