No está muerto

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English: He Is Not Dead

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Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Bryan Mathis

Siete victorias del día de la resurrección ====

Como ellas les tuvieron temor y bajaron la cara a tierra, ellos les dijeron: — ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí; más bien, ha resucitado. (Lucas 24:5–6 RVA 2015)

Los creyentes que vieron al Cristo resucitado con sus propios ojos y le tocaron con sus propias manos pasaron lo que les quedaba de su vida hablando de la resurrección. De seguro, predicaban la crucifixión y la propiciación — el eslabón central donde se ata todo el mensaje del evangelio — pero el mensaje de la cruz no fue lo más controversial que tenían que decir en su día.

Lo que afirmaban los apóstoles con respecto a la muerte de Jesús era sumamente controversial, pero no los perseguían ni les quitaron la vida por lo que decían de su muerte, sino por lo que decían que pasó después. Los sermones en Hechos están llenos de la resurrección, manifestando vez tras vez que significa para los que siguen a Cristo. Casi nadie debatía la muerte de Jesús, pero los judíos con violencia se negaban a creer que resucitó a los tres días.

Los judíos no se ofendieron con los dos pedazos de madera como se ofendieron con la tumba vacía. La piedra de tropiezo más grande fue en verdad la piedra removida y la predicación de Cristo y su resurrección.

Jesús no está muerto. Y, cuando resucitó de entre los muertos, a pesar de todas las mentiras y artimañas de Satanás, te prometió las realidades más enormes del mundo. Dos mil años después, la resurrección todavía anuncia que Dios se entrega sin descanso para ganar todas las victorias por ti, inclusive estas siete del día de la resurrección.

1. Dios venció la muerte por ti.

Satanás conspiró con Judas, Pilato y los líderes judíos para matar al Autor de la vida, pero Dios lo levantó de entre los muertos (Hechos 3:15) “habiendo desatado los dolores de la muerte; puesto que era imposible que él quedara detenido bajo su dominio” (Hechos 2:24 RVA 2015). Y, si crees en él, la muerte tampoco te detiene a ti: “Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25).

Jesús resucitó para comprobar que había vencido a la muerte. Hasta que resucitó, parecía que la muerte tragaba todas las pizcas de vida y esperanza de generación a generación. “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23), “NO HAY JUSTO, NI AUN UNO;” (Romanos 3:10). Así que, ¿Qué esperanza pudiera tener un pecador de escaparse de la muerte?

Hacía siglos Dios había prometido la vida eterna, pero la resurrección manifestó que era segura para sus hijos e hijas escogidos, redimidos y adoptados. Aunque muchos vivieron, creyeron y murieron antes de Él, Jesús fue el primogénito de entre los muertos (Colosenses 1:18). Pues, si hay primero, Dios da a entender que más le siguen.

2. Dios compró todas sus promesas para ti.

Jesús resucitó para comprobar que todas las promesas y advertencias del Antiguo Testamento eran, en verdad, de Dios. Las promesas de Dios siempre han sido lo único que sostiene la esperanza de nosotros que vivimos bajo la suprema pena de muerte. Sin embargo, la resurrección dio más plenitud y definición a las promesas de Dios.

“Y también le dieron muerte, colgándole en una cruz. A éste Dios le resucitó al tercer día e hizo que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a los testigos que fueron escogidos de antemano por Dios, es decir, a nosotros que comimos y bebimos con El después que resucitó de los muertos…De éste dan testimonio todos los profetas, de que por su nombre, todo el que cree en El recibe el perdón de los pecados.” (Hechos 10:39–43)

Estas promesas sencillamente parecen ser demasiado buenas para ser ciertas — hasta ver que Dios levantó a Jesús de entre los muertos. De repente, lo que pareció ser imposible para los hombres Dios, de manera maravillosa, no tan solo lo hizo posible sino también lo aseguró.

3. Dios va a juzgar todo el pecado que cometes y todo el pecado que se cometa en contra de ti.

Mientras el apóstol Pablo estuvo esperando en Atenas, predicó: “Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos.” (Hechos 17:30–31).

Jesús resucitó para comprobar que un día iba a juzgar todo pecado. Todos los pecados que hemos cometido y todo pecado que se ha cometido en contra de nosotros nos lleva a cuestionar a Dios: “¿Prevalecerá la justicia? ¿Todos seremos barridos y echados al infierno? Cuando Dios levantó a Jesús de entre los muertos dejó muy claro que se va a castigar todo pecado — en la cruz para todos los que se arrepienten y en el juicio para todos los que se niegan a arrepentirse.

Si estás vivo en Cristo no hay condenación para ti (Romanos 8:1) y Dios no pasará por alto ni justificará ningún pecado que se cometa en contra de ti.

4. Dios va a restaurar todo el mal o roto delante de ti.

El apóstol Pedro llama sus judíos compatriotas a Jesús, diciendo: “ »Por tanto, arrepiéntanse y conviértanse para que sean borrados sus pecados; de modo que de la presencia del Señor vengan tiempos de refrigerio y que él envíe al Cristo, a Jesús, quien les fue previamente designado. A él, además, el cielo le debía recibir hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de las cuales habló Dios por boca de sus santos profetas desde tiempos antiguos” (Hechos 3:19–21 RVA 2015).

Jesús resucitó para comprobar que eventualmente va a arreglar todo para que esté bien. El año pasado nos brinda otros doce meses de pruebas de que este mundo está roto y se está rompiendo más. Pero, este día de la resurrección es una afirmación de que nuestra esperanza está igual de viva como Jesús. El pecado será eliminado de este mundo, inclusive todas sus causas y consecuencias. En el plan sabio y amante de Dios, aquel día todavía no es hoy. Sin embargo, hoy es un gran día para pararse junto a la tumba vacía y recordar cómo va a ser un día.

5. Tu esclavitud al pecado está fuerte pero, en verdad, Dios te puede librar.

Pedro sanó a un hombre, cojo de nacimiento, invitándolo, en el nombre sanador de Jesús, a caminar después de muchos años sin dar un paso. Los sacerdotes se acercaron a detener a Pedro y a Juan “indignados porque enseñaban al pueblo, y anunciaban en Jesús la resurrección de entre los muertos” (Hechos 4:2). Bajo custodia y durante el juicio, Pedro se atreve a proclamar:

“sea conocido a todos ustedes y a todo el pueblo de Israel, que ha sido en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos. Por Jesús este hombre está de pie sano en su presencia. Él es la piedra rechazada por ustedes los edificadores, la cual ha llegado a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:10–12 RVA 2015)

Jesús resucitó para comprobar que en verdad puedes ser salvo de tu pecado. No mereces la salvación y es imposible lograrla por decisión y fuerza propias. Si Cristo no resucitó de entre los muertos, la esperanza estuviera yaciendo al lado de él en la misma tumba. Pero, no está muerto y por eso tenemos esperanza.

El pecado nos condena al juicio eterno y al tormento sin fin (Mateo 13:41–42; Apocalipsis 14:11). Tampoco nos tiene misericordia el pecado, solo nos esclaviza hasta morir (Romanos 6:16–20; Efesios 2:1). Pero Dios. Cristo resucitó para cancelar nuestra deuda, clavándola a la cruz (Colosenses 2:14) y para Dios nos liberó del pecado. Pablo predica de la resurrección:

“…David murió, fue reunido con sus padres y vio corrupción. En cambio, aquel a quien Dios levantó no vio corrupción. »Por lo tanto, hermanos, sea conocido de ustedes que por medio de él se les anuncia el perdón de pecados. Y de todo lo que por la ley de Moisés no pudieron ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree. (Hechos 13:36–39 RVA 2015)

Cristo murió, resucitó y nos libró para ser perdonados y libres (Gálatas 5:1).

6. Dios no solo te va a rescatar a ti sino a un pueblo de todas partes de este mundo.

Jesús es el Mesías prometido de Israel, pero no solo murió y resucitó por los del Israel étnico. Nuevamente, Pablo da su mensaje:

“Así que habiendo recibido ayuda de Dios, continúo hasta este día testificando tanto a pequeños como a grandes, no declarando más que lo que los profetas y Moisés dijeron que sucedería: que el Cristo había de padecer, y que por motivo de su resurrección de entre los muertos, El debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo judío como a los gentiles.” (Hechos 26:22–23)

Jesús resucitó para comprobar que Dios había escogido un pueblo de todas partes del mundo — no solo de Israel, sino de Asia, África y las Américas también. Su sangre fue suficiente para comprar un pueblo de toda tribu, lengua, pueblo y nación (Apocalipsis 5:9). Su muerte no solo nos reconcilia para con Dios sino también nos reconcilia los unos a los otros traspasando todas las barreras y límites imaginables. Además, su resurrección tiene tanto poder que le ofrece esperanza a toda la gente en todas partes del mundo.

7. No hay mal que pueda interrumpir los buenos planes que Dios tiene para ti.

La muerte de Jesús pareció ser la peor derrota que el pueblo de Dios jamás había padecido. En vez de subir al trono y conquistar sus enemigos, el Rey prometido fue humillado y crucificado. Pero, en el momento preciso que parecía que el mal había triunfado, Dios estaba usando el mismo mal para llevar a cabo su victoria mayor. Así como Pedro predica a los oficiales de los judíos:

“Jesús de Nazaret…entregado por el predeterminado consejo y el previo conocimiento de Dios, ustedes mataron clavándole en una cruz por manos de inicuos. A él, Dios le resucitó, habiendo desatado los dolores de la muerte; puesto que era imposible que él quedara detenido bajo su dominio.” (Hechos 2:22–24 RVA 2015)

Jesús resucitó para comprobar que Dios es soberano aun en lo más vil de este mundo (Hechos 2:23). Dios, por amor, aun en el acto más descarado de rebelión e injusticia, le estaba dando un giro a toda la historia para conceder a su pueblo salvación y satisfacción. Al levantar a su Hijo de entre los muertos en el día de la resurrección, Dios prometió que va a hacer que todas las cosas les ayuden a bien a todos sus hijos e hijas, aun lo más difícil y doloroso.



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