No procrastines en matar el pecado

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English: Do Not Procrastinate in Killing Sin

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Por Desiring God Staff sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Harrington Lackey


Todos estamos familiarizados con la réplica. Esos preciosos segundos después de pecar (ya sea un pensamiento, una acción o un hábito). Se siente como si todo el universo pudiera caber en la cavidad de nuestra culpa, y todavía tendría hambre. Entonces el ajetreo rápidamente comienza a colapscar la cavidad. Un plan de estudios te mira desde tu computadora, los exámenes se ciernen como una nube a lo lejos, y las tareas se sentan en una pila en tu escritorio. ¿Cuándo manejaré este pecado?

Cuando el pecado se arrastra y se abalanza durante el año escolar, es tan fácil sentir que no hay tiempo para abordarlo adecuadamente. ¿Qué hacemos? Alejamos la culpa, nos sumergimos en las demandas del semestre y seguimos caminando, todo en un intento de volver a Dios y al Evangelio. Pero los sentimientos culpables no desaparecen. Interrumpen nuestra productividad, como las notificaciones de <empuja>.

Lo intenté casi todo. Me di el tratamiento silencioso. El evito. El tiempo fuera. Me quité juguetes, e incluso traté de castigarme a mí mismo y pagar mi penitencia, como negarme el cuidado adecuado con el sueño y la comida. Nada funcionó. Mi carne y mi culpa se sentían como este niño de voluntad obstinada que simplemente no obedecería; y yo, por lo tanto, no quería tener que arrastrarme en público.

¿Cómo encontramos gracia en medio de un semestre que está lleno de puntos de referencia y plazos?

Considere sus necesidades

Es una verdad básica: Dios no sólo conoce todas nuestras necesidades, sino que las ha creado dentro de nosotros como una metáfora de nuestra necesidad más profunda de él (Mateo 5:27–32). El pecado es una manifestación de nuestra necesidad de la gracia de Dios. Cuando nuestra conciencia culpable nos mantiene despiertos por la noche, apuñalando nuestra autoestima y ahuyentando a Dios con miedo, esas son invitaciones a venir de nuevo a su trono de gracia, a mantener nuestra mano de practicar la cirugía sobre nosotros mismos, para que el verdadero Médico pueda trabajar (Lucas 5:31–32).

Con el tiempo me enteré de que mis sesiones nocturnas de Netflix y/o Facebook tenían mucho más que ver con mi falta de paz que con mi necesidad de descanso. No necesitaba recuperar la fuerza para salir y vencer mi pecado. Necesitaba (y necesitaba) arrepentimiento.

Vuelva a contar la historia

La carta de 1 Juan narra la historia. La voluntad eternamente graciosa de Dios ha allanado el camino desde la confesión (1 Juan 1:9), hasta la superación presente (5:4) a través de sí mismo, el Dios que es amor (4:8).

El Evangelio siempre incluye el arrepentimiento; pero tan a menudo sólo queremos que un condensador de flujo de tiempo nos lleve al tiempo y lugar donde el Evangelio ya ha llegado a buen fruto en nuestros corazones. Nos conformaríamos con una lista de tareas pendientes para llevarnos allí. Pero Jesús respondió claramente a la gente que pidió eso, << …. Esta es la obra de Dios: que creáis en el que Él ha enviado>> (Juan 6:29).

No podemos olvidar que su voluntad y su trabajo para nosotros es claro: la fe. Las elevadas expectativas que creamos o abandonamos sobre nosotros mismos pueden no ser del Padre. Al igual que un niño contento con practicar el conteo una y otra vez, debemos seguir respondiendo con fe a la desesperación de nuestra necesidad, a la cancelación de nuestras deudas en la cruz y a la victoria de Cristo sobre el pecado y la tumba, alejando con oración de nuestro pecado y hacia Jesús.

Pero a diferencia de pagar en silencio nuestras tarjetas de crédito con el toque de un dedo, la confesión que acompaña el arrepentimiento con Dios es vocal. No podemos marcar la casilla junto al pago automático de facturas y huir; y la verdad que no querríamos. Porque nos perdería la mejor parte: más de él.

Permanezcan y lo vigilen

<<Si decimos que tenemos comunión con Él, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad>> (1 Juan 1:9).

Las diferencias características entre Dios (fiel y justo) y nosotros (pecaminosa/infiel e injusta) son claras. Pero es fácil hacer suposiciones o pasar por alto el tema del tiempo. ¿Y cuándo ocurre la confesión a lo largo de años y años, a lo largo de toda la vida?

Este verso no es sólo una pieza de lógica if-then. La limpieza lleva tiempo. Y en lugares donde hay suciedad, se necesita más de un golpe o enjuague. ¿Qué tan diferentes serían esas oraciones entre las clases, antes de sumergirse en el sueño, o mientras estábamos en la ducha si nos centramos en su presencia indulgente y transformadora más que en nuestra presentación? ¿Cómo sería diferente nuestro tiempo en la palabra de Dios (no importa cuán breve) si le permitimos (la Esperanza viva y venciendo) hablar y regocijarnos (re-joice) nuestros corazones con su bondad?

Si estás atrapado en el pecado o caes en la tentación, lo más productivo y liberador que puedes hacer hoy es detener, confesar y creer que es fiel a perdonar y fiel para terminar la obra que ha comenzado en ti. No lo apuestes otro semestre. Arrepiéntete y regocijate en esa buena noticia ahora.


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