Nos Gloriamos en Dios por Medio De Nuestro Señor Jesucristo

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English: We Exult in God Through Our Lord Jesus Christ

© Desiring God

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Una parte de la serie Romans: The Greatest Letter Ever Written

Traducción por Desiring God


Romanos 5:9-11
Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él. 10 Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida. 11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación.

Contenido

La Reconciliación con Dios es un Don de Dios

Nos enfocamos hoy solo en el verso 11. Comencemos esta mañana con la nota navideña de este verso. La nota navideña está en la palabra “recibido”, “hemos recibido la reconciliación”. La palabra “recibido” significa que esta reconciliación es un don y la nosotros la recibimos. Es lo que la convierte en una nota navideña. Dios da un don [regalo], nosotros lo recibimos.

Esto significa que, una vez estábamos enemistados con Dios. Teníamos pecado; teníamos ira. Lo vimos claramente la semana pasada en los versos 8 y 10. El verso 9 habla de ser salvos de la ira de Dios. Y el verso 9 habla de un momento en que éramos enemigos de Dios. Pero algo ha pasado para cambiar esa situación.

El verso 10 dice exactamente qué pasó: “fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo”. Lo que sucedió fue la muerte de Cristo. Y cuando el Hijo de Dios murió por nuestros pecados, llevó en sí mismo, mientras moría, toda la enemistad que Dios tenía contra su Pueblo. Así que la muerte de Cristo, es el fundamento objetivo, histórico, inmutable y sólido como una roca, de nuestra reconciliación con Dios.

No pierda de vista esta gran realidad. Dios consumó la reconciliación, es decir, Dios proveyó el fundamento de la reconciliación –adquirió el privilegio de la reconciliación- sin contar con nosotros. La obra decisiva de la reconciliación había sido hecha antes de que estuviéramos en la escena o hubiéramos hecho algo para ayudar, Cuando hay pecado, debe haber castigo. Donde hemos despreciado la gloria de Dios, allí debe ser reivindicada, y el desprecio a Dios demuestra ser tan horrible como realmente es. Eso es lo que hizo Cristo, sin tener en cuenta nuestra ayuda o compañerismo.

Este principio de justicia sustenta la verdad en los casos legales ordinarios de hoy en día. Suponga que usted rompe la ley –digamos que manejó a 100 Km/h en una zona de 80 Km/h. Ahora el estado está en enemistad con usted. Usted ha roto la confianza, ofendido la autoridad estatal y su derecho de poner límites en su vida para el bien social. Así que el estado demanda el pago de una multa para que haya reconciliación entre ustedes y el estado. Quizás usted pierda el documento que le multa y se olvide de la ofensa. Pero el estado no olvida, y le envía una citación para la corte. No es amigable. Hay una ofensa y debe decidirse. Habrá un castigo. Eso es lo que la ley requiere para restaurar el honor y el derecho del estado.

Así es con Dios y con nosotros. Hemos roto sus leyes, hemos despreciado su gloria, hemos descuidado su compañía, hemos desconfiado de sus promesas, hemos rechazado su derecho y autoridad de guiarnos. Y por eso somos rebeldes y forasteros. Pero mucho antes de que llegáramos a la escena actuando de esta manera, Dios había adquirido nuestra reconciliación. El impuesto de tráfico para todos los que son de Dios fue pagado completamente aun antes de que hubiéramos nacido. Así que Pablo dice en el verso 11, que todo lo que nos queda por hacer para reconciliarnos con Dios es recibir la reconciliación. Es una frase gloriosa: “hemos recibido la reconciliación”. No la ejecutes, no hagas para merecerla, no trabajes por ella, no sufras para tenerla, no ores por ella. Recíbela.

Esa es la gran nota navideña del verso 11. La reconciliación con Dios es un don de Dios.

¿Para Quién Es El Don?

Si usted pregunta ahora, ¿para quién es el don? La respuesta es: es para todo aquel que lo reciba. Lo que hace que sea inmensa la importancia de entender lo que verdaderamente envuelve la acción de recibir. Cavilemos por un momento en la acción de recibir y miremos el resto del verso.

El verso 11 dice: “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación”. Así que el punto principal en este verso es que los cristianos nos gloriamos en Dios. Es decir, nos regocijamos, nos jactamos por la gloria de Dios por medio de Cristo.

Cuando el verso comienza con “y no sólo esto”, ¿a qué se refiere? Bien, me parece que Pablo quiere que veamos el verso 11 como una continuación de los versos 2 y 3 porque utiliza el mismo verbo: “gloriar”. El verso 2b dice: “nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. El mismo verbo es utilizado en el verso 11. Así que el énfasis en el verso 2 es que la gloria de Dios no nos ha sido completamente presentada. Es futura. Tenemos nuestra esperanza en ella, y en esa esperanza nos estamos gloriando, regocijando, jactando.

Entonces en el verso 3 Pablo utiliza la misma palabra del verso 11 para mostrar que nos gloriamos por algo más además de la esperanza de la gloria de Dios. El verso 3 dice: “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones”. Así que Pablo quiere asegurarse de que nuestro regocijo no sea solo en la esperanza, sino que sea también en el mismo dolor que prueba nuestra fe y nos hace sentir más seguros de que somos verdaderos beneficiarios de la esperanza de la gloria de Dios. El dolor produce firmeza, y la firmeza un carácter probado, refinado, templado, una fe fuerte como el acero, lo que nos da la esperanza de que seamos verdaderamente cristianos y heredemos, por tanto, la gloria de Dios.

Pablo trabaja en los versos 6-10 para darnos seguridad de que verdaderamente seremos salvos de la ira y heredaremos la gloria de Dios. Entonces, en el verso 11 dice lo mismo que dijo en el verso 3 para llevar nuestro regocijo a un nuevo nivel. Él dice: “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Bien, ¿qué hay de nuevo en esta acción de gloriarnos? Lo que hay de nuevo es que es para ahora y que es muy personal.

En el verso 2 nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

En el verso 3 nos gloriamos en nuestras tribulaciones que refinan nuestra fe y nos ayudan a esperar confiadamente en esa gloria venidera.

Un Don De Dios, Reconciliados

Pero en el verso 11, ya no hay regocijo en la esperanza, sino un regocijo presente establecido en el mismo Dios. No solo esto –no solo nos gloriamos en la esperanza y en las tribulaciones- ahora nos gloriamos en Dios mismo. Y note que no dice que este sea un segundo nivel del cristianismo, o alguna experiencia especial para los cristianos más maduros. “Nos gloriamos en Dios”, eso es lo que hacen los cristianos.

Ahora, nos llevaría un buen tiempo responder la pregunta de ¿qué significa realmente “ahora hemos recibido la reconciliación”? Recibir la reconciliación significa experimentar a Dios como una persona reconciliada, amigable, personal, presente, dispuesto a ayudar y satisfacernos. El don de la reconciliación con Dios es el don de Dios reconciliado. Así que “hemos recibido la reconciliación”, significa recibir a Dios reconciliado. Ese es la idea del verso 11a: “nos gloriamos en Dios”. No solo en la esperanza de la gloria de Dios. No solo en las tribulaciones que fortalecen esa esperanza, nos gloriamos en Dios, en el presente, Dios es la persona grata.

Ahora, contraste este tipo de recepción con otro tipo, y pruébese a sí mismo para ver si ha recibido la reconciliación. Suponga que alguien muy sabio y amoroso y poderoso le envuelve un regalo [don] muy precioso y se lo da con la promesa “si recibes este don [regalo] te irá bien y serás santificado y te regocijarás”. Entonces usted toma el regalo entre sus manos, pero en lugar de abrirlo y mirarlo para regocijarse y disfrutar el don, lo pone en un estante en el ático sin desenvolverlo. Y de vez en cuando, piensa en la promesa de que, si recibe ese don, las cosas le irán bien, se sentirá satisfecho y feliz. Y se consuela a sí mismo diciendo que ya ha recibido el don. Está allí en el ático. Y cree que las cosas le van un poco mejor que antes. Pero no está seguro. Y pelea con la incertidumbre de si la promesa es cierta o no.

¿Es eso lo que significa “recibido la reconciliación” en el verso 11? ¿Quiere Pablo decir: toma el don [regalo] de la reconciliación de Dios, escucha la promesa de que la recibirás, tus pecados serán perdonados y tendrás vida eterna, y Dios hará que todas las cosas obren para tu bien y dirá: “Esto parece un buen trato ¿quién no lo aceptaría?”? Así que usted toma el regalo de la reconciliación y lo pone en un estante en el ático de su cerebro: “Allí está, he recibido la reconciliación”. ¿Es eso lo que Pablo quiere decir con “recibido la reconciliación”?

No lo creo. Eso no es cristianismo, es magia. Y si hay algo que el cristianismo no es, es magia.

Alteremos un poco la ilustración. Aun cuando usted abra el paquete, la reconciliación no es como la mayoría de los regalos [dones]. Digamos, como el regalo de una caja de fusibles. Usted recibe una caja de fusibles, y pudiera realmente agradecerlos porque son totalmente esenciales para tener electricidad en su casa. Y todo el mundo quiere electricidad. Así que está contento porque es un regalo [don] muy útil. Usted instala los que necesita en ese momento para que todos sus queridos aparatos funcionen, y pone los otros en la caja de fusibles, y luego los olvida completamente hasta que algo se rompe. Entonces se siente agradecido por el regalo [don], baja las escaleras, pone un nuevo fusible, y se olvida de los otros, nuevamente.

Recibiendo el Don de la Reconciliación

Para muchas personas en la iglesia, esto es lo que ellos llaman cristianismo. Esto es lo que ellos creen que significa ser salvos y estar en el camino que lleva al cielo. Pero esto no es lo que Pablo quiere decir al referirse a ‘recibir el don de la reconciliación’. Él quiere que lo recibamos de manera que lo que está en el paquete nos haga gloriarnos. Y lo que está en el paquete es Dios reconciliado.

El don de la reconciliación no es el don de Dios haciendo las cosas para usted. Usted pudiera decir que el don de la “salvación” es el don de Dios haciendo cosas para usted –rescatándole del pecado, y de la culpa, y del infierno Y pudiera decir que el don de la “justificación” es el don de Dios haciendo cosas para usted –perdonándole sus pecados y teniéndole como justo por el amor de Cristo. Pero el don de la reconciliación es diferente. Es Dios ofreciéndose a sí mismo.

¿Y para qué? ¿Para ponerlo en el ático? ¿Para enchufarlo en nuestros aparatos? ¿Para convertirlo en el mejor lubricante de todas las ruedas de nuestras vidas mundanas de manera que todas las cosas vayan mejor en todo lo que verdaderamente disfrutamos? No, Pablo deja bien claro en este verso la razón por la que Dios se entrega a sí mismo reconciliado. La respuesta es que nos podamos gloriar en él. En él, no en sus dones, no en el resultado de sus dones, sino en él. “nos gloriamos en Dios.”

Hay una manera de saber si usted ha recibido la reconciliación. ¿Ha abierto el regalo? ¿Le gusta lo que está dentro del regalo de la reconciliación? ¿Verdaderamente le gusta? Entiéndase Dios.

Entonces, de manera práctica, ¿cómo lo hace?

Por Medio de Nuestro Señor Jesucristo

Una enseñanza es que recibimos la reconciliación por medio de Jesucristo y nos gloriamos en Dios por medio de Jesucristo.

Inmensamente crucial a todo lo largo de estos primeros 12 versículos de Romanos 5 es la gestión de Jesucristo para nuestra experiencia de Dios. Lo vimos la semana pasada: la obra pasada de Dios fue por medio de Jesucristo. La obra futura de Dios será por medio de Jesucristo, Puede verlo nuevamente en los versos 1 y 2: tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, y por su medio tenemos acceso a la gracia en que estamos firmes.

Ahora aparece nuevamente en el verso 11 y en dos niveles diferentes: “también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo [este es un nivel], por quien ahora hemos recibido la reconciliación [este es el otro nivel].”

Así que una respuesta a la pregunta: ¿Cómo recibimos de manera práctica la reconciliación y nos gloriamos en Dios?, es hacerlo por medio de Jesucristo. Lo que significa, al menos en parte, haga que el retrato de Jesús en la Biblia – las palabras y obras de Jesús reflejadas en el Nuevo Testamento- sea el contenido esencial de su regocijo en Dios. El regocijo sin Cristo no honra a Cristo.

En 2da a los Corintios 4:4, 6, Pablo describe dos formas de la conversión. En el verso 4 dice que es ver: “el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios”. Y en el verso 6 dice que es ver “a gloria de Dios en la faz de Cristo”. En cualquier caso se puede ver el mismo mensaje. Tenemos a Cristo, la imagen de Dios, y tenemos a Dios en la faz de Cristo.

Para gloriarse en Dios prácticamente usted se debe gloriar en lo que ve y conoce de Dios en la imagen de Jesucristo. Y esto será una experiencia más plena cuando el amor de Dios se derrame en su corazón por el Espíritu Santo, como dice el verso 5.

Así que escuche el último punto navideño. Dios no solo adquirió nuestra reconciliación por medio de la muerte del Señor Jesucristo (verso 10), y Dios no solo nos capacitó para recibir esa reconciliación por medio del Señor Jesucristo (verso 11b), sino que ahora, el verso 11a dice, nos gloriamos en Dios mismo, por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Mire a Jesús en esta Navidad. Reciba la reconciliación que él adquirió. No la deposite, sin abrirla sobre un estante. Y no la abra para luego convertirla en un medio para disfrutar de todos sus otros placeres. Ábrala y desfrute el regalo. Gloríese en él. Hágale su placer, hágale su tesoro.


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