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English: Our Father Hears Us!

© Desiring God

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Por John Piper sobre Oración
Una parte de la serie Let Us Walk in the Light: 1 John

Traducción por Maria del Carmen Zanassi


1 Juan 5:14-17 (LBLA)
Y esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho. Si alguno ve a su hermano cometiendo un pecado que no lleva a la muerte pedirá, y por él Dios dará vida a los que cometen pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que lleva a la muerte, yo no digo que deba pedir por ese. Toda injusticia es pecado, y hay pecado que no lleva a la muerte.

La certeza es algo raro en nuestros días. Uno se puede subir a un avión en Atenas, con la confianza de que llegará a Roma y encontrarse con que está en Beirut, ¿o es Algeria?

Incluso para los cristianos hay muchas cosas que son inciertas. Es cierto que sabemos Quién posee nuestro futuro, pero no sabemos qué posee el futuro. Hay muchos signos de interrogación. ¿Me casaré? ¿Colapsará el seguro social? ¿Me despedirán? ¿Tendré que mudarme a un hogar de ancianos y dejar mi casa? ¿Será sano nuestro hijo que está por nacer? ¿Cuándo moriré?

Contenido

Una gran certeza

En el mensaje de la semana pasada aprendimos que, a pesar de todas las incertidumbres de la vida, hay una Gran Certeza que es nuestra en Jesucristo. En 1 Juan 5:13, leemos: “Estas cosas os he escrito a vosotros, que creéis en el Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”. Si creen verdaderamente en Jesucristo, pueden estar seguros de que si mueren esta noche, van a estar con el Señor para siempre. Antes de convertirme, pensaba mucho en el Cielo y en el Infierno y dónde iba a terminar. Mi pensamiento era así: “Soy una persona que está en el límite – algo así como 50/50. Pero, estoy más cerca de ser bueno que de ser malo. Probablemente voy a ir al Cielo. El infierno es un lugar tan horrible, uno tiene que ser realmente malo para que Dios lo envíe allí. Hitler – por supuesto, Bonnie y Clyde – tal vez, pero la gente promedio -lo dudo". Como yo era alguien promedio, pensaba que lo lograría.

Una humilde certeza

Esta forma de pensar está lejos de la certeza humilde de la que habla el apóstol Juan. Él quiere que las personas promedio, que creen que el pasaje al Cielo es una vida mediocre, donde los buenos actos quizás sobrepasan a los malos actos – quiere que estas personas tiemblen de miedo, que se arrepientan de sus pecados, que no confíen en ellos mismos o en el balance de sus buenas obras, sino en la sangre derramada de Jesucristo. Juan quiere que aquellos que creen verdaderamente en Jesús, que dan evidencia de su fe practicando el amor, entiendan en su mente y sepan en su corazón que poseen la vida eterna; que cuando mueran serán llevados inmediatamente ante la presencia del Señor. Pero, Él quiere que tengan más que esa certeza. La vida eterna no consiste solamente en saber dónde iremos después de morir. Escuchen como Jesús define la vida eterna: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. La vida eterna no es solo tener alguna información sobre nuestro futuro, por más valiosa que sea. La vida eterna consiste en conocer a Dios. Consiste en poseer una relación personal íntima con el Creador y Redentor del mundo.

Otras certezas fluyen de la gran certeza

La vida eterna es la gran certeza de todos los que obedecen a Jesús. Y es en nombre de esta gran certeza que Juan escribió esta carta que hemos estado estudiando desde enero y que vamos a concluir el domingo próximo. “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios; para que sepáis que tenéis vida eterna”. No sorprende que al cerrar la carta Juan nos haga tomar conciencia de la certeza que tenemos en Jesucristo. La frase “sabemos” aparece seis veces en los últimos nueve versículos de 1 Juan. En otras palabras, hay muchas certezas que fluyen de la gran certeza de saber que tenemos vida eterna.

Estar seguros de una íntima relación con Dios

Hoy nos centraremos en la certeza que se encuentra en los versículos 14-17. La certeza del mensaje de esta mañana es: “Nuestro padre nos escucha cuando oramos”. Estar seguros de la vida eterna significa estar seguros de una íntima relación con el Padre. Y si tenemos una íntima relación con el Padre, entonces sabemos que Él nos escucha cuando oramos de acuerdo a su voluntad.

Dos Partes del Pasaje de Hoy

Los versículos 14-17 se dividen en dos partes. Cada parte contiene una verdad maravillosa y cada parte contiene un problema teológico controvertido. La verdad en los versículos 14 y 15 es que a Dios le encanta responder a nuestras oraciones. El problema teológico es ¿cómo sabemos si oramos de acuerdo a la voluntad de Dios?. En los versículos 16 y 17, la verdad es que orar por otros tiene relevancia eterna. El problema teológico se centra alrededor de la frase “pecado que lleva a la muerte”.

1 versículos 14 y 15

Examinemos los versículos 14 y 15

A Dios le encanta concedernos lo que le pedimos

A Dios le encanta concedernos lo que le pedimos. “Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos cualquier cosa. Conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho”. La consecuencia clara del versículo 15 es que Dios ama responder a nuestras oraciones. Dios da con alegría cuando se trata de responder las oraciones. Juan dice que si sabemos que Él nos oye, sabemos que nos va a responder.

Dios es como Eric Liddell

Dios es como Eric Liddell, el gran corredor olímpico de Carros de Fuego, con sus pies plantados esperando el disparo de salida. Nuestras oraciones son la pistola. Cuando la pistola dispara, Eric Liddell prorrumpe desde la línea de largada. Cuando Dios escucha nuestras plegarias, prorrumpe en acción. Y nuestra felicidad en Él es su premio al final de la carrera.

Dios es como un abuelo amoroso

O lo voy a decir de otro modo. Dios es como un amoroso abuelo con cera en sus oídos. Esta es una analogía muy limitada. Imaginen esta situación. Una niñita se acerca a su abuelo que está sentado en su silla observando a los pájaros a través de la ventana. La niña se acerca llevando una caja de tiritas adhesivas y su rodilla está lastimada. Ella le dice a su abuelo: “Abuelito, ¿podrías poner una tirita adhesiva en mi rodilla?”. El abuelo continúa mirando a los pájaros que están en el comedero. Después de no recibir ninguna respuesta, la niña corre desolada a ver a su abuela, que está en la habitación contigua, porque su abuelo no la ayuda. La abuela esboza una sonrisa, ya que sabe que el abuelo tiene un corazón de oro, ama a su nieta e incluso moriría por ella. Ella sabe que el abuelo tiene cera en los oídos. Sabe que todo lo que él tiene que hacer es escuchar la voz de su nietecita, y sus ojos titilarán y hará cualquier cosa que la niñita le pida – siempre que estuviera convencido que es lo mejor para ella. Entonces la manda a ver a su abuelo otra vez diciendo: “Asegúrate de que te oiga. Si él te oye estoy segura que te curará la rodilla”. La niña vuelve y le habla directamente al oído, entonces sus ojos titilan y los extremos de su boca se transforman en una hermosa sonrisa. Sienta a la niñita en su regazo y tiernamente le pone una bandita en la rodilla.

Bien, Dios no es duro de oído. No tiene cera en sus oídos. Pero Él es el prototipo del corazón amoroso y benevolente del abuelo. Si sabemos que Dios nos escucha en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones.

Dios espera ansiosamente responder a la oración

Jesús describe lo mismo en Mateo 6:31, donde le dice a los discípulos que no se preocupen por la comida, la bebida y la ropa. ¿Por qué? “Vuestro Padre Celestial sabe que necesitáis todas estas cosas”. Si Dios sabe lo que necesitan, si Dios responde a las oraciones, entonces tiene una disposición tan ansiosa de hacerles el bien que la necesidad es como si estuviese suplida, y la oración es como si estuviese contestada. Dios es como un pura sangre en el Derby de Kentucky mordiendo el freno, inquieto, esperando que se abra el portón. Él ha ordenado que nuestras oraciones sean la apertura del portón. O Dios es como el padre con el hijo pródigo, que cuando ve lejos en la distancia al hijo, que se había ido hacía mucho tiempo, no puede esperar, corre a encontrarse con él y a darle un abrazo de oso. Es como si estuviera anticipándose ansioso por hacernos el bien. Nuestro Padre Celestial está sentado en su trono de gracia ansioso de escuchar nuestras oraciones y hacernos el bien. 2 Crónicas 16:9 muestra esta misma anticipación de parte de Dios: “Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente suyo”. Nuestras oraciones son como señales de humo que dicen “SOS”. Dios ama responder al pedido de ayuda.

El problema de la oración no respondida

Ahora necesitamos plantear el problema teológico que contiene este pasaje. ¿Por qué es que nuestra experiencia no siempre detecta la realidad de la buena disposición de Dios? Todos hemos pedido cosas específicas que no han sido concedidas. ¿Por qué?

Bueno, las Escrituras no dicen mucho acerca del problema de la oración no respondida, aunque nos dan algunas pistas. 1 Pedro 3:7 nos enseña que las relaciones interpersonales forzadas, especialmente entre marido y esposa, dificultan la oración; Santiago 4:3 nos enseña que las oraciones que pretenden simplemente mejorar nuestros propios placeres no serán escuchadas; y algunas semanas atrás, en 1 Juan 3:22 vimos que está implícito que si desobedecemos los mandamientos de Dios nuestras plegarias no serán respondidas. Y en nuestro pasaje de esta mañana, 5:14 hay un calificador importantísimo: “Si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye”. Bueno, esta noche tengo en mente hacer una breve meditación concerniente a orar conforme a la voluntad de Dios. Esto puede ser una calificación problemática, especialmente porque muchas cosas que necesitamos pedir no están específicamente tratadas en las Escrituras. Espero que puedan volver esta noche.

2 versículos 16 y 17

Sigamos con la segunda parte del pasaje de esta mañana. Los versículos 16 y 17: “Si alguno ve a su hermano cometiendo un pecado que no lleva a la muerte pedirá, y Dios dará vida a los que cometen pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que lleva a la muerte; yo no digo que se deba pedir por ese. Toda injusticia es pecado, y hay pecado que no lleva a la muerte”.

Los versículos 14 y 15 se refieren a la oración en general; los versículos 16 y 17 tratan una clase de oración específica : la intercesión. La intercesión es una palabra técnica que significa “oración por otros”. Pero, antes que nos concentremos en el glorioso privilegio de la intercesión, tenemos que luchar contra el evidente problema teológico. Por supuesto, este problema se centra alrededor de la frase “pecado que lleva a la muerte”.

Dos preguntas sobre el pecado que lleva a la muerte

Tenemos que plantear un par de preguntas

  1. ¿Qué es pecado que lleva a la muerte?
  2. ¿Puede un cristiano cometer pecado mortal?
1 ¿Qué es pecado que lleva a la muerte?

Primero que todo ¿qué es pecado que lleva a la muerte? Es una pregunta difícil. Si me hubieran preguntado en primer grado, cuando tenía seis años, podría haberles respondido con gran seguridad, porque nuestra maestra de religión nos enseñó la diferencia entre pecado mortal y pecado venial. Los pecados mortales eran los más importantes – pecados como asesinato, adulterio (lo que sea que fuere), no ir a la iglesia los domingos o fiestas de guardar sin estar enfermo, comer carne los viernes o robar algo importante. Cualquier otro pecado era pecado venial. Como cuando tomé prestado el sacapuntas plástico de Lori Dressen por un par de meses sin habérselo pedido, era solo un pecado venial. Nos enseñaban que un pecado mortal que no confesáramos nos llevaría al infierno, mientras que un millón de pecados veniales no nos llevarían al infierno, aunque nos iba a alargar nuestra estadía en el purgatorio.

No estoy muy seguro cuantos obispos de la Iglesia Católica en la actualidad enseñan esto de la manera en que mi maestra de primer grado lo hizo. Y al decir esto no quiero restarle importancia a mi maestra de primer grado. Dios la usó de una manera extraordinaria para que me ayudara al menos a tomar algunos pecados seriamente. Estoy agradecido por eso. Pero, el objetivo aquí es ilustrar una de las maneras en la que se define el término “pecado mortal”, concretamente, como un pecado específico serio.

No se trata de cierto pecado específico serio

Estoy convencido de que Juan no intentaba que sus lectores pensaran en términos de pecados específicos cuando usó el término "pecado que lleva a la muerte". Lo digo por al menos un par de razones. Tomado a la luz del contexto en toda la Biblia, no puedo encontrar una instancia donde Dios se rehusara a perdonar a una persona verdaderamente arrepentida, sin importar lo serio que fuera su pecado. Los dos ejemplos clásicos son David, que no solo cometió adulterio con Betsabé, si no que mató a su justo marido para esconder su amorío. Este fue un encubrimiento mucho más escandaloso que el Watergate. El segundo ejemplo es Pedro, quien negó a Jesús no una vez, ni dos veces, sino tres veces. Pero Dios los perdonó a ambos cuando se arrepintieron.

Pero, el argumento decisivo para mí de que Juan no se refiere a un pecado imperdonable específico se encuentra antes en la carta. Antes de volver allí, leamos el versículo 17 para ver la conexión. “Toda ofensa es pecado” o más literalmente “toda injusticia es pecado, y hay un pecado que no es mortal”. Ahora volvamos a ese conocido versículo en 1:9. “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad”. De acuerdo a este versículo, no hay pecado, no hay injusticia que Dios no perdone si se confiesa con arrepentimiento sincero.

Esta es una gran noticia si alguno de ustedes piensa que puede haber cometido algún pecado imperdonable. Ningún pecado es imperdonable si uno se arrepiente. Ciertamente, Jesús habla de la blasfemia al Espíritu como un pecado que nunca será perdonado – pero esto es porque sabe que cualquiera que desprecie y se resista al Espíritu Santo por largo tiempo se colocará más allá de la posibilidad de arrepentirse. Estas personas son como Esaú en Hebreos 12:17 “no halló ocasión para el arrepentimiento, aunque la buscó con lágrimas”. La buena noticia es que cualquier pecado del que se arrepientan será perdonado totalmente por Dios.

Persistente indiferencia al mandato de Dios

Entonces, si el “pecado mortal” no es cierto pecado específico ¿qué es? La NASB (New American Standard Bible, por sus siglas en inglés) nos da una traducción más literal de la frase “pecado mortal”, cuando usa las palabras “pecado que conduce a la muerte”. El otro único lugar en 1 Juan donde pecado y muerte se conectan es en 3:14: “Sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte”. Esto no significa que un acto carente de amor consigne a alguien a la muerte eterna. “Si confesamos nuestros pecados, Dios nos perdonará y nos limpiará de toda maldad”. Yo creo que lo que Juan quiere decir con pecado mortal, al menos en parte, es el pecado persistente y no confesado de desobedecer el mandamiento de Jesús de amarnos unos a otros. La otra parte de lo que Juan quiere decir se encuentra en 2:22: “¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo el que niega al Padre y al Hijo”. Nuevamente, no es una negación de Jesús la que nos encierra en la muerte eterna, porque Dios es fiel para limpiar de toda maldad a quien confiesa verdaderamente. Pero aparentemente hay un tipo de negación de Jesús persistente que hace que Juan identifique a tal persona como un anticristo.

Por lo tanto, mi punto de vista sobre lo que Juan quiere decir con pecado mortal, o pecado que conduce a la muerte, es la persistente desobediencia inconfesa del doble mandamiento de 3:23. Este es el mandato resumido de toda la carta – yo diría de toda la Biblia. “Este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros como Él nos ha mandado”. Pecado mortal es la constante indiferencia a este mandato.

2 ¿Puede un cristiano cometer pecado mortal?

La siguiente pregunta que tenemos que plantear es: ¿Puede un cristiano cometer pecado mortal? Depende de lo que queremos decir con “cristiano”. Si queremos decir un verdadero cristiano, alguien que ha vuelto a nacer, la respuesta tiene que ser no. Porque el versículo 18 dice: “Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca; sino que aquel que nació de Dios (Jesús) lo guarda y el maligno no lo toca”. Ahora sabemos que Juan no quiere decir que los cristianos nunca pecan, porque en el v.17 termina diciendo que “hay pecado que no lleva a la muerte”. ¿No quiere decir, en cambio, que “todo el que ha nacido de Dios no comete pecado mortal”? Un verdadero cristiano no insiste en cometer actos de desamor. Un verdadero cristiano no persistiría en la incredulidad. Ella o él pueden caer temporalmente en la indiferencia. Pero la característica del verdadero cristiano es que se arrepentirá, confesará su pecado y será restaurado.

¿Qué pasa con aquellos que parecían ser cristianos, compartieron su testimonio, se unieron a la iglesia, sirvieron en la dirección, pero luego cayeron en pecado constante sin arrepentimiento?. En 2:19, Juan nos dice: “Salieron de nosotros pero, en realidad, no eran de nosotros, porque si hubieran sido de nosotros habrían permanecido con nosotros”.

El pecado es un asunto importante. No confiar en Dios y rehusar amarse unos a otros es un asunto importante. ¿Cómo nos podemos ayudar unos a otros a continuar en la fe y el amor? ¿Cómo podemos ayudar a un hermano o hermana que está tropezando?


El glorioso privilegio de la intersección

La respuesta a esta pregunta nos conduce a la verdad gloriosa del versículo 16, de que la intersección por el bienestar de un hermano o hermana tiene importancia eterna. “Si alguno ve a su hermano cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, pedirá; y por él Dios dará vida a los que cometen pecado que no lleva a la muerte; hay un pecado que lleva a la muerte, yo no digo que deba pedir por ese”.

Cuándo no orar

Primero que todo, un comentario sobre cuándo no orar. Aparentemente, se llega a un punto donde la energía que se gasta orando por alguien que persiste en pecar debe ser redireccionada hacia otra persona. Juan no es específico sobre cuándo se llega a ese punto. Lo único que puedo decir es que el Espíritu Santo nos va a guiar. Ahora mismo estoy orando por un amigo que creció dentro de un hogar cristiano, profesó a Cristo como su Salvador, se involucró en un ministerio pero ahora está repudiando su fe, dedicándose a los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. No sé si esto es temporal o no. Todavía estoy esperanzado en que sea temporal y por eso estoy intercediendo por él. Sin embargo, puede llegar el momento en el que el Espíritu me oriente a usar esa energía para orar por alguien más. Hasta entonces voy a continuar orando por él. Me estimulan dos motivos. Primero, él está en un gran peligro espiritual. Si su vida no cambia, va a dar evidencia de que la profesión de fe que hizo cuando era más joven fue una farsa. Cuanto más persista más grande será el peligro espiritual.

Segundo, me alienta a orar la gloriosa promesa del versículo 16 de que Dios le dará vida en respuesta a mis oraciones. La intersección no es algo trivial; Dios la usa para convertir a la gente.

Un consejo sobre la oración habitual y expectante

Esta mañana quiero terminar con un consejo para todos nosotros para que seamos más constantes y más expectantes en la oración; que tengamos deseos de ser más sensibles por el bienestar espiritual de los hermanos y hermanas que nos rodean. Seamos más diligentes en interceder por el bienestar espiritual, emocional y físico de cada uno. Dios tiene muchas cosas que quiere lograr a través de nosotros en respuesta a las oraciones. No puedo evitar sentir que estamos al filo de un nuevo logro de poder y fruto en Bethlehem. Y llegará a través de un nuevo impulso en la oración.

Y en honor al Día del Padre, un consejo final dirigido a aquellos que son padres, incluyéndome a mí. Junto a nuestras esposas, trabajemos en oración por nuestros hijos. En Gálatas 4:19, Pablo dijo en relación a sus hijos espirituales: “Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros . . . ”. No hay nada más importante que el que Cristo sea formado en nuestros hijos. Nuestra vida de oración necesita reflejar esta prioridad. Y Dios no quiere oraciones diligentes y tristes; quiere que nos demos cuenta del significado eterno de cada minuto que estamos orando por nuestros hijos.

Tomemos a Job como ejemplo, las Escrituras dicen que fue un hombre justo y Job “se levantaba temprano y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque Job decía ´quizás mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones´. Así hacía Job siempre”.


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