Nunca superaremos el evangelio

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English: We Will Never Outgrow the Gospel

© Desiring God

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Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Message Excerpt

Traducción por Javier Matus


Transcripción de audio

Nunca superas tu necesidad del evangelio. Nunca te gradúas a un curso donde el evangelio no debería ser el centro del currículo. No hay una escuela de posgrado posterior al evangelio en la vida cristiana. El centro de todo crecimiento continuado tiene a Cristo crucificado, resucitado y recibido solo por la fe como un niño pequeño.

Así pues, creo que eso es lo que está implantado, arraigado allí, salvándonos. Y debemos recibirlo todos los días. Cuando te levantas por la mañana, te predicas el evangelio a ti mismo. “Mis pecados son perdonados hoy. Están perdonados, no porque yo sea alguien, sino porque Jesús fue alguien. Él murió por mí. Resucitó. Él reina por mí. Él está intercediendo por mí. Él ruega Su sangre por mí. Él es soberano sobre mí. Él me envió el Espíritu solo por fe”. Te predicas el evangelio a ti mismo cada mañana. Lo recibes una y otra vez.

Sin embargo, Pablo dice claramente que este Libro es inspirado y útil.

Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia. (2 Timoteo 3:16, LBLA)

Está hablando de toda la Biblia, con el evangelio en el centro. Así pues, cuando dice: “recibid con humildad la palabra implantada” (Santiago 1:21), creo que significa: lee tu Biblia, con el evangelio en el centro, cada día.

Creo que recibir incluye leer, meditar, memorizar. Esto es lo que dice el Salmo 1:2-3 (LBLA) sobre la forma en que recibimos:

sino que en la ley del Señor está su deleite,
y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua,
que da su fruto en su tiempo…

Cuando el viento sopla y está seco, y todos los demás árboles se están secando y quejándose y doliéndose del estómago, diciendo: “¿Dónde está Dios?”, el justo tiene sus raíces abajo en la corriente, que es la Palabra que corre por cada desierto de tu vida, si estás dispuesto a abrirla.

y su hoja no se marchita;
en todo lo que hace, prospera.
No así los impíos,
que son como paja que se lleva el viento. (Salmo 1:3-4)

Por lo tanto, recibir la Palabra sería ir a ella; leyéndola en oración lentamente, con receptividad dócil y atenta; y meditarla —reflexionar sobre ella, hacer preguntas humildes para que el Señor te ilumine a responderlas. Y luego, para que puedas llevarla contigo y alimentar tu alma, memorizar una parte de ella.

Déjame cerrar con un par de historias. Esta primera llegó en un correo electrónico esta semana y demuestra el poder de la Palabra hoy. Luego te leeré una antigua.

¡Mi amigo… hizo una profesión de fe! Él y yo nos reunimos hace varias semanas… Le dije que tenía que leer la Biblia y buscar a Dios. Lo invité a unirse a nosotros… no podía venir. Pero un par de semanas después me llamó y me preguntó si nos reuniríamos esa noche. No nos íbamos a reunir (por desgracia). Pero luego dijo: “Creo que Jesús es Dios. Lo sé al 100%”. Le pregunté más sobre ello y me dijo que desde la última vez que lo vi, había estado leyendo su Biblia todos los días. Ayer estuve con él y pude animarlo a seguirla leyendo.

¿Hay algo importante en este correo electrónico? Alguien pasó del infierno al cielo, de la muerte a la vida, y el instrumento fue la Biblia. Eso es —sin intención de exagerarlo— infinitamente importante.

En 1495 nació Thomas Bilney. Puede que lo conozcas como Bilney el Menor —un reformador evangélico inglés de la época de Lutero, pero en Gran Bretaña. ¿Cuál fue la fuente del poder de este hombrecito? Por cierto, hay muchos hombrecitos, de hecho, en la iglesia cristiana. Me refiero a muchos motores de baja estatura. John Wesley medía 1,57 y podía ser escuchado por 10.000 personas sin un micrófono y cabalgó 320.000 km en su caballo. No juzgues un libro mirando la portada. Esto es lo que dijo Bilney el Menor:

Me topé con esta oración de San Pablo (¡la más dulce y consoladora oración para mi alma!) en 1 Timoteo 1: “Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero”. Esta oración singular, a través de la instrucción de Dios y la obra interna, que no percibí en ese entonces, hizo que mi corazón se llenara de alegría de tal manera, ya que antes estaba herido con la culpa de mis pecados y casi desesperado, que… inmediatamente yo… sentí un maravilloso consuelo y quietud, tanto que “mis huesos magullados saltaron de gozo”. Después de esto, las Escrituras comenzaron a ser más agradables para mí que la miel o el panal.

Así que esa es mi oración para nosotros: que este año, la Palabra de Dios —centrada en el evangelio del Cristo crucificado y resucitado— sea más dulce para ti que la miel, más valiosa para ti que el oro, el estándar de valor más alto del mundo —más alta. Esa es mi oración. Y el efecto de esto sería que vayamos a ella y la recibamos. Está allí. Está en nosotros y está haciendo su obra salvadora. Pero si está ahí, está viva, y tiene el control de nuestros diafragmas, y nos hará respirar.

Por tanto, te invito a respirar todos los días. No contengas la respiración de domingo a domingo.


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