Orgullo en el pulpito

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English: Pride in the Pulpit

© The Gospel Coalition

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Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral

Traducción por Ileana Fernandez Oakes


Cuando escucho un sermón esencialmente basado en ley, pidiéndole a la ley hacer lo que sólo la gracia de Jesucristo puede lograr, inmediatamente me preocupo por el predicador. Me pregunto sobre la visión de sí mismo, porque si usted tiene auto-conciencia de su propia debilidad y pecado, usted encuentra poca esperanza y comodidad para usted y sus oyentes en ese tipo de sermón.

Usted ve esta dinámica en los fariseos. Porque se consideraban justos, guardianes perfectos de la ley, no tenían ningún problema en poner cargas insoportables en otros. Su mal uso de la ley tuvo sus raíces no sólo en mala teología, sino también en el horrible orgullo humano. Vieron la ley como observable, porque pensaban que estaban observándola. Y pensaron que otros deberían mantenerla así como ellos lo hicieron. Ellos eran los líderes religiosos de su época, pero eran arrogantes, insensibles y prejuicios. No eran parte de lo que Dios estaba haciendo en el momento---no, estaban en camino.

Muchísimo Orgullo

Me temo que hay muchísimo orgullo en el pulpito moderno. Hay muchísimo orgullo en el aula de seminario. Hay muchísimo orgullo en el personal de la iglesia. Es una de las razones de todo el conflicto relacional en la iglesia. Es por eso que somos a menudo mejores supervisores teólogos que sensibles y humildes portavoces del Evangelio. Es por eso que los pastores a menudo parecen inalcanzables. Es por eso que nos enfadamos en reuniones o estamos a la defensiva cuando alguien está en desacuerdo con nosotros o señala un mal.

Somos demasiado seguros de nosotros mismos. Somos muy confiados. Consideramos demasiado rápido que estamos bien. Muy rápidamente hacemos héroes de nosotros mismos y de otros. Muy a menudo damos crédito a lo que la gracia soberana produjo. Muy a menudo pensamos que no necesitamos la ayuda que el creyente normal necesita. Somos muy rápidos para hablar y demasiado lentos a oír. Muy a menudo tomamos como afrentas personales lo que no es personal. Dejamos de ser estudiantes demasiado pronto. Tenemos muy poco tiempo para comunión meditativa con Cristo clavado en nuestros horarios. Confiadamente nos asignamos más trabajo ministerial del que podemos hacer. Vivimos en más aislamiento de lo que es espiritualmente saludable.

Aún No Libres

Usted no está todavia libre de pecado y todos sus peligros consiguientes. Eres capaz de dar forma a cosas desastrosas. Eres capaz de perder tu camino. Eres capaz de actitudes impías y deseos oscuros. No has sido completamente liberado del orgullo, la avaricia, la lujuria, la ira y la amargura. A veces sirves como ministro con la actitud de un rey, en lugar de ser aquel llamado a representar al Rey. No siempre amas a Dios sobre todas las cosas. No siempre amas a tu prójimo como a ti mismo. No siempre eres amable y compasivo. No siempre eres paciente e indulgente. A veces amas tu pequeño reino de uno más de lo que amas el Reino de Dios.

Hay veces cuando amas la comodidad y el placer más de lo que amas la redención. Hay veces cuando el orgullo te hace inaccesible y cruel. Hay veces cuando deseas que tu ministerio sea sobre ti. Hay veces cuando tu estás irritado por las mismas personas a las que has sido llamado a pastorear. No estás orgulloso de todos tus pensamientos. No querrias que tu congregación escuchara todas tus palabras. Haces cosas en momentos privados que no desearias que fueran vistas públicamente.

Estas cosas son verdaderas también sobre mi. Y atestiguan el hecho de que quienes somos llamados a proporcionar y llevar un ministerio necesitamos desesperadamente ministeriarnos. Nosotros quienes proclamamos el mensaje de gracia necesitamos profundamente la gracia para nosotros mismos. No hemos llegado. No hemos avanzado más allá de una necesidad de gracia de momento a momento. Aún no estamos fuera de peligro. Todavía no estamos libres de la tentación. La guerra para nuestros corazones todavía se enfurece. Todavía fallamos y caemos.

Pero hemos sido bendecidos con la misma gracia que ofrecemos a otros. Esta gracia nos hace humildes al exponer en nosotros el pecado al que somos tentados a negar o minimizar. ¿No es bueno saber que descansamos no en nuestra perfección, sino en la de Cristo? No promovemos nuestra reputación sino la Suya. El Salvador utiliza personas en proceso como herramientas de su proceso de gracia en otros, por lo que necesitamos negar nuestra necesidad.



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