Para tu gozo/¿Qué pasa si no amo a Dios?

De Libros y Sermones Bíblicos

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Sobre esta Traducción
English: For Your Joy/What If I Don’t Love God?

© Desiring God

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Por John Piper sobre El Evangelio
Capítulo 4 del Libro Para tu gozo

Traducción por Desiring God


El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. - Juan 3.36

E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna. - Mateo 25.46

Sufrirán pena de la eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder. - 2 Tesalonicenses 1.9

EN nuestros momentos más felices no deseamos morir. El deseo de morir sólo aparece cuando el sufrimiento nos resulta insoportable. Lo que de verdad queremos en esos momentos no es la muerte, sino el alivio. Nos encantaría que volvieran los tiempos felices, que desapareciera el dolor, que nuestros seres queridos volvieran de la tumba. Lo que deseamos es tener vida y felicidad.

Nos engañamos a nosotros mismos cuando pensamos que la muerte es el clímax de una vida bien vivida. En realidad, la muerte es un enemigo que nos separa de todos los maravillosos placeres de este mundo; sólo le damos nombres dulces porque es el menor de los males. El verdugo que da el golpe de gracia a nuestro sufrimiento no cumple nuestros anhelos, sino que pone fi n a nuestra esperanza. El deseo del corazón del hombre es vivir y ser feliz.

Dios nos ha hecho así. “Ha puesto la eternidad en sus corazones” (Eclesiastés 3.11, BA). Hemos sido creados a la imagen de Dios, y Dios ama la vida y vive para siempre. Fuimos hechos para vivir para siempre, y así será algún día. Lo contrario de la vida eterna no es la aniquilación, sino el infi erno. Jesús habló del infi erno más que ninguna otra persona y dejó claro que la consecuencia de rechazar la vida eterna que él ofrecía no sería la destrucción, sino el suplicio de la ira de Dios: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3.36).

Y esa ira permanece para siempre. Jesús dijo: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25.46). Es una terrible realidad que pone de manifi esto la infi nita vileza de tratar a Dios con indiferencia o desprecio. Así que Jesús nos advierte: “Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infi erno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9.47-48).

Por tanto, la vida eterna no es simplemente la extensión de esta vida, con su mezcla de dolor y placer. Así como el infi erno es el peor resultado de esta vida, la “vida eterna” es el mejor. Es una felicidad suprema que se hace cada vez más intensa, creciendo para siempre, donde todo pecado y toda tristeza desaparecerán. Todo lo malo y lo dañino de esta creación caída será eliminado. Todo lo bueno, lo que trae una felicidad real y duradera, se conservará, purifi cado e intensifi cado.

Nosotros seremos cambiados de manera que podamos alcanzar dimensiones de felicidad que nos resultan inconcebibles en esta vida. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2.9). Esto es verdad en cada momento de la vida, ahora y siempre: para los que confían en Cristo, lo mejor está aún por llegar. Veremos la gloria de Dios, que todo lo satisface. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17.3). Por esto sufrió y murió Cristo. ¿Cómo no vamos a recibirlo con los brazos abiertos, como a nuestro mayor tesoro, y así vivir?


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