Pero Dios

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Por Jon Bloom sobre El Evangelio

Traducción por Susana Belvedere

"Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados)" (Efesios 2:4-5).

Pero Dios. Estas dos palabras desbordan de buenas noticias. Para pecadores como nosotros, que estábamos perdidos y éramos completamente incapaces de salvarnos a nosotros mismos de nuestra empedernida rebelión contra Dios, no hay otras dos palabras más esperanzadoras que podamos pronunciar.

Hubo un tiempo en que estuvimos muertos a cualquier clase de amor real por Dios, enterrados bajo la gravísima, desorientadora ceguera de nuestros pecados (Efesios 2:1), pero Dios. Hubo un tiempo en que estuvimos engañados por nuestra propia sed de gloria y autodeterminación; hubo un tiempo en que fuimos guiados, inconscientes, por la flauta mágica del llamado “príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2), pero Dios. Hubo un tiempo en que vivíamos esclavizados por los deseos de la carne, siendo llevados y arrojados de un lado al otro entre las olas impulsivas de nuestra carne y mente (Efesios 2:3), pero Dios. Hubo un tiempo en que fuimos enemigos de Dios (Romanos 5:10), lo odiábamos (Romanos 1:30), éramos hijos de ira. Pero Dios.

Pero Dios, que es rico en misericordia; pero Dios, mostrando su incomprensible "amor para con nosotros, en que aun siendo pecadores" (Romanos 5:8) nos dice, a los muertos para Dios, los indiferentes a Dios, los rivales de Dios, los que lo odian, los hijos de la ira, a nuestros huesos secos: “¡Vivan!” (Ezequiel 37:5). ¡Vivan a la verdadera belleza, vivan a la verdadera gloria, vivan a la verdadera esperanza, vivan al verdadero placer, vivan al verdadero gozo! ¡Vivan para Dios (Gálatas 2:19) y vivan para siempre (Juan 6:58)!

Y así lo hizo, tomando nuestro pecado de insensibilidad hacia Dios, de ignorancia de Dios, de rivalidad hacia Dios, de odio a Dios y de provocación de la ira de Dios, y poniéndolo sobre su Hijo, la Vida (Juan 14:6), a quien dijo: “Muere” (Romanos 5:8). Entonces, Aquel que no conoció pecado se hizo pecado por nosotros —por un momento infinitamente infernal fue hecho hijo de ira (Efesios 2:3) por nosotros—, el justo por los injustos, para que fuésemos hechos justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:21; 1 Pedro 3:18). Para que tengamos vida eterna (Juan 3:16).

Estas dos palabras, “pero Dios”, nos dicen que fuimos salvos por la gracia de Dios solamente. Los hijos de ira, muertos, no cobran vida ni se transforman en hijos amados de Dios a no ser por Dios.

Deléitense en estas dos invaluables palabras. Todo aquello, sea dulce o amargo, que suceda entre ahora y la hora de nuestra muerte, Dios hará que coopere para bien (Romanos 8:28), y todo el glorioso placer que disfrutaremos por siempre en la futura vida eterna en su presencia (Salmo 16:11), es gracias a las buenas nuevas, al evangelio, que se halla en estas dos palabras: “pero Dios”.


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