Por el amor de Dios, volumen 1/28 de enero

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English: For the Love of God, Volume 1/January 28

© The Gospel Coalition

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Por D.A. Carson sobre Vida Devocional
Capítulo 30 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1

Traducción por Arturo Valbuena M.


28 DE ENERO

Génesis 29, Mateo 28; Esther 5, Hechos 28

LA FRASE DE CLASURA DE Mateo 28 es sorprendente: “Y he aquí estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (28:20). Por supuesto, esta es una gran promesa del Cristo resucitado a su pueblo, al punto de su ascensión. Pero el contexto revela que no es una garantía generalizada y nada más. Es contextualmente vinculada a la Gran Comisión. ¿Cuál es la naturaleza de este vínculo? O, para indagar más, ¿por qué es la promesa de Jesús de estar con sus discípulos hasta el final de los tiempos adjunta a su afirmación de su propia autoridad, y la de su mando a hacer discípulos de todas las personas en todas partes?

Debemos reconocer que estas palabras no son dichas como condición primarias, al borde de una amenaza. En realidad, Jesús no dice, “Si discipulais a todas las naciones, Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo”, menos aún, “Si no discipulais a todas las naciones, no voy a estar con vosotros siempre, hasta el final de los tiempos”. Sin embargo, algún tipo de vínculo se presupone. ¿Cuál es?

El vínculo es tan general que sospecho que debemos pensar que la presencia de Jesús con nosotros es la matriz en la que obedecemos la Gran Comisión, es decir, la experiencia simultanea de aquellos que obedecen a la comisión, y el marco dentro del cual tenemos que obedecerle. Sabemos y experimentamos la presencia de Jesús, de acuerdo con su promesa, y somos testigos de esto, aun cuando proclamamos quién es, lo que ha hecho y lo que Él manda. No importa que tan objetivo es la verdad del Evangelio que proclamamos, lo proclamamos no sólo porque es la verdad sino porque nosotros mismos hemos experimentado su poder de salvatión y transformación. Por lo tanto, no sólo anunciamos su verdad, también damos testimonio personal de ello, de Jesús mismo. No somos más que voceros desapasionados a ciertos acontecimientos objetivos, somos discípulos comprometidos en hacer otros discípulos.

No es de extrañar entonces que a medida que dejamos esta comisión, la prometida presencia de Jesús es apreciada más todavía. Porque sabemos que Él y su presencia transformadora en nuestras propias vidas, evangelizamos, bautizamos, instruimos, enseñamos y lo conocemos mejor, y tenemos la experiencia aún másde su presencia transformadora en nuestras propias vidas. Su promesa de estar con nosotros hasta el fin de los tiempos es, pues, la matriz a partir de que obedecemos la Gran Comisión, al mismo tiempo el fundamento y el objetivo, la base y la recompensa. ¿Cómo no podía ser de otra manera? Le servimos porque lo amamos y esperamos escuchar su bendita “¡Bien hecho!” al final de nuestra marcha.


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