Preparando a los adolescentes para la universidad (y la edad adulta)

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English: Preparing Teens for College (And Adulthood)

© Desiring God

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Por Alex Chediak sobre Crianza de los Hijos

Traducción por Laura Coloma


Como flechas en las manos del guerrero, así son los hijos tenidos en la juventud. (Salmos 127:4)

Criar adolescentes para que sean adultos cristianos devotos nunca ha sido fácil. Al igual que nosotros, nuestros hijos llegaron al mundo como pecadores cuyos corazones deben ser transformados por el Espíritu Santo. Como padres, pastores, maestros, y guías, buscamos ser el instrumento de Dios en este proceso.

Y mientras rezamos y los educamos acerca del reino de Dios, también los preparamos para vivir una vida fructífera en el reino del hombre. Los dos no están desconectados: el éxito académico, profesional, y relacional fluye principalmente del carácter y la madurez. Y como cristianos sabemos que el carácter y la madurez fluyen más fácilmente del alma dominada por Dios, de los corazones de hombres y mujeres quienes se han arrodillado delante de Jesús como el Señor. No estamos salvados por obras, sino para ellas (Efesios 2:8-10). Los buenos árboles dan buenos frutos, por la gloria de Dios, el beneficio de otros y el adorno del evangelio (Tito 2-10).

Una Mala Combinación

Pero la sociedad moderna plantea amenazas particulares para el desarrollo de nuestros hijos. La cultura de los jóvenes adultos en los Estados Unidos es cada vez más narcisista, cautivada por intereses superficiales y recompensas instantáneas. Muchos adolescentes prefieren permanecer en la tierra de nadie de la adolescencia en vez de completar el viaje a la edad adulta. Son menos resistentes a la dificultad, más dependientes de sus padres, y más distraídos con los medios digitales y visuales que generaciones anteriores. Y valores tales como la honestidad, la industria, y la conexión entre la siembra y la cosecha parecen reliquias de un pasado lejano.

En una encuesta de más de 2000 estudiantes de último año de secundaria en el área de Chicago, el sociólogo James Rosenbaum encontró que casi la mitad (46 por ciento) estaba de acuerdo con la siguiente declaración: “Aun sin esforzarme en secundaria puedo convertir mis planes futuros en realidad” (Beyond College for All, 59-62). Esto mientras que en el 2009 la Encuesta de Secundaria de Participación del Estudiante (2009 High School Survey of Student Engagement) reveló que el 77 por ciento de los encuestados pasaba cinco horas semanales, o menos, “haciendo tarea,” y el 50 por ciento pasaba una hora semanal, o menos, “leyendo y estudiando para clases.”

Como pueden suponer, la arrogancia y una ética de trabajo subdesarrollada no son las mejores bases para los riesgos que vienen después de la escuela secundaria. Si piensan que son mejores en algo de lo que realmente son, esperarán que llegue fácil. Esto hace menos probable que trabajen por ello, menos probable que triunfen, y más probable que se sorprendan y desilusionen cuando no lo logren. Enviamos más adolescentes a la universidad que nunca – y gastamos una fortuna en hacerlo - sólo para perder uno de cuatro antes del segundo año, mientras que aproximadamente la mitad no se gradúa. (el proyecto Pathways to Prosperity, de la Facultad de Estudios de Postgrado en Educación de la Universidad de Harvard, febrero 2011, revela que 56 por ciento de quienes empiezan un programa universitario de cuatro años lo termina en seis, y 29 por ciento de los que comienzan un programa universitario de dos años lo termina en tres).

Los Padres Hacen la Diferencia

La buena noticia es que no tiene que ser así. ¿Qué hace la diferencia? Entrenamiento. Ejemplo. Disciplina. Por parte de los padres. En los hogares. Antes que se vayan. Lo que les enseñamos a nuestros hijos – en lo que decimos, escuchamos, y a través de nuestro ejemplo – hace una gran diferencia. Si les enseñamos a ver cada aspecto de su vida bajo el señorío de Cristo, a tomar la iniciativa, a asumir responsabilidades, a aceptar correcciones, a trabajar (y estudiar) hacia el Señor, a perseverar en sus compromisos, a alimentar amistades que mantengan la fe, a vivir con convicciones bíblicas, y ser administradores devotos de su tiempo, sus talentos, sus tesoros – y hacer todo con la felicidad más profunda y la risa más enriquecedora – nuestros adolescentes pueden prosperar en la universidad y más allá.

Los primeros años de nuestros adolescentes fuera de casa no tiene que ser un período de apostasía espiritual y desorientación profesional. Con la ayuda de Dios, podemos colocarlos en trayectoria a honrar a Dios. La universidad puede ser un período donde continúen el camino que hemos preparado para el pensamiento claro y el aprendizaje de por vida y “procuren ocuparse en buenas obras” que sean “buenas y útiles para los hombres” (Tito 3:8).

A medida que nuestros hijos avanzan en la escuela secundaria, nuestro papel en su preparación para lo que viene después es crucial. Que Dios nos dé fuerza y nos prepare para este trabajo fundamental.



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