Quítate la máscara del miedo

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English: Pull the Mask Off of Fear

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Por Desiring God Staff sobre Miedo y Ansiedad

Traducción por Esther Lequipe

Le lancé una mirada al conductor de la camioneta por el retrovisor desde mi asiento detrás de él. Estábamos viajando por un camino movedizo lleno de trampas, con profundos baches, en África del Este, y el velocímetro reflejaba que íbamos a más de 70 kilómetros por hora. Me aferré a mi inexistente cinturón de seguridad y miré las barras de metal situadas a la altura de mi frente, que estaban frente a nuestros asientos.

Pero cuando el conductor frívolamente comenzó a jugar a la gallina con otros conductores que se dirigían hacia nosotros a velocidades igualmente descabelladas, enloquecí. Intencionalmente, le compartí algunas reflexiones escogidas acerca de sus fatalistas decisiones de conducción. Nuestro anfitrión nativo torpemente se aclaró la garganta, y unos pasajeros me miraron con furia. No me importó en ese momento.

El miedo estaba en mi asiento del conductor, y me estaba llevando a dar un paseo.

El miedo revela nuestra confianza

Vivimos en un mundo quebrantado y donde de verdad suceden cosas realmente malas, incluso (y a veces, especialmente) a la gente que verdaderamente ama a Jesús. El miedo existe porque el pecado ha quebrantado este mundo y lo ha distorsionado, dejando muchas cosas que se escapan a nuestro control. Somos criaturas finitas, y el miedo se ha convertido en parte de nuestra constitución. No podemos evitar los sentimientos de temor en nuestro estado de dependencia.

Pero hay esperanza; la historia de nuestro miedo es la historia de quién tiene el control. Y para los creyentes en Jesús, esa historia siempre tiene un final feliz.

No es malo sentir miedo, pero es un problema cuando abrimos la puerta al miedo, permitiéndole morar en nuestros corazones y hogares, controlando nuestros pensamientos, decisiones, relaciones y paternidad. Lo que hagamos con nuestros miedos influye en nuestro testimonio a un mundo que observa.

Cuando el miedo llama a la puerta

A menudo, en nuestros intentos de controlar el miedo, intentamos tomar en nuestras manos el control, pensando que este es el remedio para nuestros sentimientos de temor. Investigamos qué podría salir mal, analizamos estadísticas, evaluamos probabilidades y consideramos posibilidades para poder dirigir nuestro miedo, evitarlo (o sus causas) o controlar lo que podría causarlo.

Pero ¿qué pasaría si, en lugar de conformarnos con el simple control del miedo, decidiéramos combatirlo? Qué pasaría si quitáramos nuestras manos del volante del miedo y dijéramos: "No tengo el control, y está bien, porque mi Padre celestial lo tiene".

1. Identifícalo

Cuando el hombre enmascarado del miedo aparece en nuestra puerta, debemos reconocer su presencia.

Digamos, por ejemplo, que mientras les aplico a mis hijos protector solar libre de ácido Para-Aminobenzóico, antes de ponerles sombreros de ala ancha y camisas de manga larga, me doy cuenta de que tengo miedo de que salgan sin protector solar. Parece un pequeño paso, pero no lo es. Es posible vivir con el miedo y no mirarlo a la cara ni una vez, ni hablar con él ni identificar su existencia. Esto no significa que el miedo no tenga el control. Simplemente significa que nunca tomamos conciencia del conductor del automóvil.

Para enfrentar nuestro miedo, se necesita valentía, que Dios nos puede dar si Le pedimos. Así pues, me doy cuenta de mi miedo y lo admito: "Tengo miedo".

2. Menciónalo

Una vez que hemos mirado al miedo a la cara, identificamos lo que lo está impulsando.

Por lo general, no tenemos miedo de lo que creemos que tenemos miedo (salir sin protector solar), sino más bien de la posibilidad de que algo nos pueda suceder como resultado. En el ejemplo anterior, el miedo que impulsa el no dejar de aplicarles protector solar a los niños podría ser que desarrollen cáncer de piel, o tal vez que desarrollen otra forma de cáncer debido a los químicos de un protector solar que contenga ácido Para-Aminobenzóico.

Aquí es donde a veces entra una dinámica grupal del miedo. Una persona menciona ese miedo entre un grupo de mamás amigas en la playa. Otra amiga interviene, expresando un miedo similar. De repente, la mujer del grupo que nunca tuvo miedo de usar protector solar con ácido Para-Aminobenzóico, comienza a preguntarse si debería tener miedo. Y el miedo nace y renace.

No digo que no debamos compartir sabiduría, prevenir o intentar protegernos unos a otros de posibles peligros. Pero la forma en que lo hacemos es importante; tengamos confianza en Dios de la misma forma en que somos prudentes en la crianza de nuestros hijos.

3. Quítale la máscara

Consideramos que el miedo es un embustero, y contraatacamos, creyendo y declarando que Jesús es más poderoso que lo que tememos.

El cáncer es uno de los resultados horribles de vivir en un mundo caído y quebrantado, pero las Escrituras son claras en que Dios rige cada detalle de mi vida (Lucas 12: 7), y que Él hace que todas las cosas en mi vida, incluyendo el cáncer, sucedan de manera conjunta por mi bien final (Romanos 8:28). Dios puede proteger a mis hijos del cáncer de piel (Salmos 91: 3), pero si decide no hacerlo, Él caminará con nosotros durante esa experiencia (Hebreos 13: 5).

Podría pasar toda mi vida con miedo al cáncer de piel y nunca tener que enfrentarlo, desperdiciando mi energía mental en algo que Cristo ya ha conquistado, en lugar de invertirlo en la misión a la que Él me ha llamado (2 Corintios 10:5). Y es por eso que nos predicamos a nosotros mismos sobre Jesús, una y otra vez, hasta que matamos el miedo.

Jesús tomó nuestra carne y sangre "para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que, por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida". (Hebreos 2:14-15, LBLA).

Jesús quitó la máscara al miedo, por ti y por mí, y lo hizo de esta manera: Él utilizó el miedo a la muerte, que mantiene cautiva a toda la humanidad, como un vehículo por el cual vencería su poder.

Dado que la muerte fortalece el miedo que dirige a la humanidad, Jesús puso fin al poder de la muerte, derrotándola al dar Su vida, y luego levantándose como vencedor sobre esta. Él es el Vencedor definitivo. Hizo esto para "liberar a todos aquellos que por el miedo o la muerte estaban sujetos a la esclavitud eternamente", tú y yo.

Esto no significa que nunca más lucharemos la batalla del miedo, sino que vamos a persistir en nuestra lucha por fe mientras Lo proclamamos como un vencedor, digno de confianza, de nuestro enemigo, Satanás, y los dardos del miedo que él lanza. La lucha es en nuestras almas, y eso es importante. Nuestros vecinos y los niños nos están observando. Nuestros amigos están siguiendo nuestro ejemplo. Y, sobre todo, nuestro Padre se deleita cuando ponemos nuestra confianza en Él.


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