Rescatados del océano del egoísmo

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{{info|Rescued from the Sea of Self}}Una vez una amiga me contó una historia cuando ella le anunció a su padre acerca de su quinto embarazo.  
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{{info|Rescued from the Sea of Self}}Una vez una amiga me contó la historia de cuando le anunció a su padre su quinto embarazo.  
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En lugar de recibir las felicitaciones que esperaba, escuchó, “¿Me quieres decir que tengo que encargarle a mi amigo otra alfombra? Para cada uno de sus embarazos, un amigo de su padre le confeccionaba una alfombra hecha a mano personalizada como un regalo para el bebé. Con la noticia de su quinto hijo, su papá inmediatamente pensó en lo incomodo que sería pedirle a su amigo otra alfombra especial.  
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En lugar de recibir las felicitaciones que esperaba, escuchó: “¿O sea que tengo que encargarle a mi amigo ''otra'' alfombra?”. Para cada uno de sus embarazos anteriores, un amigo de su padre le había confeccionado una alfombra hecha a mano y personalizada como regalo para el bebé. Al recibir la noticia de que ella tendría un quinto hijo, su papá inmediatamente pensó en lo incómodo que sería pedirle a su amigo otra alfombra personalizada.  
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Antes de que juzguemos a su padre rápidamente como un egoísta sin amor, deberíamos pensar en aquellas instancias cuando nosotros hemos reaccionado de manera similar.
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Antes de apresurarnos a juzgar a su padre y decir que es un egoísta o desalmado, deberíamos pensar en las instancias en que nosotros mismos hemos reaccionado de manera similar:
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*Nuestro esposo consiguió un nuevo trabajo y está muy contento, pero inmediatamente pensamos que eso va a significar menos tiempo con nosotras y con los niños.  
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*Tu esposo consiguió un trabajo nuevo y está muy contento, pero inmediatamente pensaste que eso va a traducirse en menos tiempo contigo y con los niños.  
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*Averiguamos que la nueva maestra de nuestro hijo va a tener un bebé en noviembre y en lugar de alegrarnos automáticamente nos preguntamos quién será la maestra suplente y si será capaz de enseñarle bien a nuestro hijo.  
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*Te enteraste de que la nueva maestra de tu hijo va a tener un bebé en noviembre y, en lugar de alegrarte por el nacimiento de una nueva vida, automáticamente te preguntaste quién será la maestra suplente y si será capaz de enseñarle bien a tu hijo.  
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*Estamos liderando un estudio bíblico y la persona que dijo que traería los refrigerios nos manda un email de último minuto diciendo que está enferma. En lugar de detenernos a orar por ella, nos sobrecargamos con la idea de tener que ahora preparar los refrigerios.
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*Estás liderando un estudio bíblico y la persona que dijo que traería los refrigerios te manda un e-mail de último minuto diciendo que está enferma. En lugar de detenerte a orar por ella, te preocupas porque ahora tendrás que preparar los refrigerios.
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Luego de compartir su historia, mi amiga dijo, “la gente siempre está pensando en sí misma primero. Siempre pensamos cómo las circunstancias nos afectarán a nosotros antes que todo”.  
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Luego de compartir su historia, mi amiga dijo: “La gente siempre piensa primero en sí misma. Siempre pensamos ante todo en cómo nos afectarán a nosotros las circunstancias”.  
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Esas palabras me han impactado por años. He sido culpable y lo he visto como una verdad en mi propia vida. Nuestro corazón pecaminoso naturalmente tiene la tendencia a ser egocéntrico, pensamos cómo los cambios o relaciones nos afectarían personalmente antes de pensar en cualquier cosa (o en alguien). Esta clase de egoísmo trae consecuencias tanto en nuestra alma como en los que nos rodean.  
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Esas palabras resonaron en mi interior por años. He visto cómo se aplicaban a mi propia vida y me reconozco culpable. Nuestro corazón, naturalmente pecaminoso, tiene la tendencia a ser egocéntrico; pensamos en cómo los cambios en las circunstancias o relaciones nos afectarán a nosotros mismos antes de pensar en cualquier otra cosa (o en cualquier otra persona). Esta clase de egoísmo trae consecuencias tanto en nuestra alma como en los que nos rodean.  
'''Los peligros del egocentrismo'''  
'''Los peligros del egocentrismo'''  
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Cuando estamos enfocados en nosotros mismos, nos perdemos de ver a Dios obrar en la vida de los demás. Estamos ciegos por nuestra propia sombra a las necesidades y evidencias de la gracia a nuestro alrededor. Nuestros ojos están afilados hacia nosotros mismos y somos ajenos a aquellos quienes Dios puso en nuestras vidas.
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Cuando estamos tan enfocados en nosotros mismos, perdemos de vista cómo Dios obra en la vida de los demás. Estamos cegados por nuestra propia oscuridad y no vemos las necesidades y evidencias de la gracia a nuestro alrededor. Estamos absortos, con los ojos puestos solo en nosotros mismos, y podemos acabar distanciándonos mucho de aquellos a quienes Dios puso en nuestras vidas:
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*Nos perdemos de compartir la alegría del compromiso de nuestro amigo porque estamos celosos y amargados porque no tenemos una relación de pareja.  
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*Nos perdemos de compartir la alegría por el compromiso de nuestra amiga porque estamos celosas y amargadas porque nosotras no tenemos una relación de pareja.  
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*Nos perdemos de ayudar a nuestro amigo depresivo porque no encontramos una salida a nuestra propia conmiseración.  
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*Nos perdemos la oportunidad de ayudar a nuestro amigo con su depresión porque no encontramos una salida a nuestra propia conmiseración.  
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*Perdemos de vista el propósito de nuestro ministerio y la alegría de hacerlo crecer por temor a estar exigidos personalmente.  
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*Perdemos de vista el propósito de nuestro ministerio y la alegría de verlo crecer porque estamos preocupados por sus exigencias.  
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*La amargura puede echar raíces a medida que miramos a otros y nos preguntamos por qué ellos no ven nuestras necesidades.
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*La amargura puede echar raíces a medida que miramos a los demás y nos preguntamos por qué ellos no ven nuestras necesidades.
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El egocentrismo puede ser un veneno lento que entra en el corazón y se manifiesta en acciones (o en falta de acciones). A medida que medito esta horrible verdad en mi propia vida, he pensado que necesito empujar en contra de este sentimiento “normal” y contrarrestar con la verdad de la palabra de Dios.  
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El egocentrismo puede ser un veneno que entra lentamente en el corazón y se manifiesta en acciones (o en inacción). Mientras meditaba acerca de esta horrible verdad y cómo se aplica a mi propia vida, pensaba que necesito desechar estos sentimientos “normales” y contrarrestarlos con la verdad de la Palabra de Dios.  
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'''La medicina de Dios para el egocéntrico'''  
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'''El remedio de Dios para el egocéntrico'''  
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'''1. Adiestrarnos para enfocar en los demás'''  
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'''1. Disciplinémonos para enfocarnos en los demás'''  
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Romanos 12:15 nos dice, “Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran”. Debemos adiestrarnos a empatizar con los demás. No surge naturalmente de nuestro egocentrismo.  
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Romanos 12:15 nos dice: “Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran”. Debemos entrenarnos para ser empáticos con los demás, algo que no surge naturalmente de nuestro ser egocéntrico.  
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Cuando alguien en nuestra vida anuncia una buena noticia, debemos rechazar el deseo de pensar automáticamente en cómo la noticia nos afecta, y alegrarnos con ellos. Alegrémonos en que Dios los ha bendecido. Festejemos con ellos. Alabemos juntos a Dios y consideremos la bendición que esta nueva situación traerá a nuestras vidas. Seamos agradecidos a Dios con ellos.  
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Cuando alguien en nuestra vida anuncia una buena noticia, debemos rechazar el deseo de pensar automáticamente en cómo nos afecta la noticia y más bien alegrarnos con ellos. Alegrémonos de que Dios los ha bendecido. Festejemos con ellos. Alabemos juntos a Dios y consideremos la bendición que esta nueva situación traerá a sus vidas. Agradezcamos a Dios con ellos.
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'''2. Pongamos las necesidades de otros antes que las nuestras'''
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Por otro lado, cuando nos enteramos de que a una persona de nuestra vida le sucedió algo malo, escuchemos con atención, hagamos preguntas y tratemos de ser empáticos con ellos en medio de esta situación difícil. No permitamos que nuestra mente se apresure a preocuparse por cómo la enfermedad de alguien, o el hecho de que lo hayan despedido del trabajo, o la rebeldía de sus hijos podrían afectarnos a nosotros o a nuestra familia. Por el contrario, busquemos formas de servirlos en su tiempo de necesidad. No nos surge naturalmente; necesitamos disciplinarnos para enfocarnos en los demás.
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Filipenses 2:3-4 nos recuerda directamente poner las necesidades de los demás antes que las nuestras. “No hagan nada por egoísmo (rivalidad) o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”.
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'''2. Pongamos las necesidades de los demás antes que las nuestras'''
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Pidamos ayuda a Dios para no actuar de manera egoísta y considerar las necesidades de los demás. A pesar de que este versículo es claro de que es normal y razonable considerar nuestros propios intereses, nos insta a enfocar más allá de nosotros mismos.  
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Filipenses 2:3-4 nos recuerda muy claramente que debemos poner las necesidades de los demás antes que las nuestras: “No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”.  
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'''3. Miremos a Jesús como el ejemplo por excelencia'''
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Pidamos ayuda a Dios para que no actuemos de manera egoísta, sino que consideremos las necesidades de los demás. A pesar de que este versículo deja en claro que es normal y razonable considerar nuestros propios intereses, nos insta a enfocarnos en más que nosotros mismos.
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Miremos a Jesús, “el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló El mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).
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'''3. Miremos a Jesús, el ejemplo por excelencia'''
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El mismo hombre que tenía todas las razones para exaltarse a sí mismo y reinar supremamente, en vez sufrió, se derramó, y murió para que sin merecerlo, los pecadores pudieran ser libres. El no enfocó en el dolor que experimentaría o en la perdida de sus relaciones terrenales sino que humildemente se sometió a la voluntad Padre. Y aun con su último aliento en la cruz, él se preocupó por su madre terrenal, exhortando al apóstol Juan a cuidar de ella. (Juan 19:26-27).  
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Miremos a Jesús, “el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).  
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Consideremos los cambios de circunstancia en nuestra vida y cómo hemos reaccionado. ¿Estás perdido en el océano del egocentrismo? ¿O estás luchando para ver cómo Dios obra en la vida de los demás a tu alrededor?
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El mismo hombre que tenía todas las razones para exaltarse a sí mismo y reinar como soberano supremo, en lugar de hacer eso, sufrió, derramó su sangre y murió para que, sin merecerlo, pecadores como nosotros pudieran ser libres. Él no se enfocó en el dolor que experimentaría o en la pérdida de sus relaciones terrenales, sino que humildemente se sometió a la voluntad del Padre. Y aun con su último aliento en la cruz, se preocupó por su madre terrenal y exhortó al apóstol Juan que cuidara de ella (Juan 19:26-27).
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Aferrémonos a las verdades de la palabra de Dios y miremos a nuestro supremo ejemplo, la persona menos egoísta que jamás vivió, quien se deleita en considerar a los demás primero antes que a sí mismo.
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Consideremos los cambios de circunstancias en nuestra vida y cómo hemos reaccionado ante ellos. ¿Estás perdido en un océano de egocentrismo? ¿O estás luchando para ver cómo Dios obra en la vida de los demás a tu alrededor?
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Aferrémonos a las verdades de la Palabra de Dios y miremos a nuestro ejemplo supremo, la persona menos egoísta que jamás vivió, y procuremos deleitarnos en considerar a los demás antes que a nosotros mismos.

Última versión de 22:17 11 dic 2016

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Sobre esta Traducción
English: Rescued from the Sea of Self

© Desiring God

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Por Stacy Reaoch sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Susana Belvedere

Una vez una amiga me contó la historia de cuando le anunció a su padre su quinto embarazo.

En lugar de recibir las felicitaciones que esperaba, escuchó: “¿O sea que tengo que encargarle a mi amigo otra alfombra?”. Para cada uno de sus embarazos anteriores, un amigo de su padre le había confeccionado una alfombra hecha a mano y personalizada como regalo para el bebé. Al recibir la noticia de que ella tendría un quinto hijo, su papá inmediatamente pensó en lo incómodo que sería pedirle a su amigo otra alfombra personalizada.

Antes de apresurarnos a juzgar a su padre y decir que es un egoísta o desalmado, deberíamos pensar en las instancias en que nosotros mismos hemos reaccionado de manera similar:

Luego de compartir su historia, mi amiga dijo: “La gente siempre piensa primero en sí misma. Siempre pensamos ante todo en cómo nos afectarán a nosotros las circunstancias”.

Esas palabras resonaron en mi interior por años. He visto cómo se aplicaban a mi propia vida y me reconozco culpable. Nuestro corazón, naturalmente pecaminoso, tiene la tendencia a ser egocéntrico; pensamos en cómo los cambios en las circunstancias o relaciones nos afectarán a nosotros mismos antes de pensar en cualquier otra cosa (o en cualquier otra persona). Esta clase de egoísmo trae consecuencias tanto en nuestra alma como en los que nos rodean.

Los peligros del egocentrismo

Cuando estamos tan enfocados en nosotros mismos, perdemos de vista cómo Dios obra en la vida de los demás. Estamos cegados por nuestra propia oscuridad y no vemos las necesidades y evidencias de la gracia a nuestro alrededor. Estamos absortos, con los ojos puestos solo en nosotros mismos, y podemos acabar distanciándonos mucho de aquellos a quienes Dios puso en nuestras vidas:

El egocentrismo puede ser un veneno que entra lentamente en el corazón y se manifiesta en acciones (o en inacción). Mientras meditaba acerca de esta horrible verdad y cómo se aplica a mi propia vida, pensaba que necesito desechar estos sentimientos “normales” y contrarrestarlos con la verdad de la Palabra de Dios.

El remedio de Dios para el egocéntrico

1. Disciplinémonos para enfocarnos en los demás

Romanos 12:15 nos dice: “Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran”. Debemos entrenarnos para ser empáticos con los demás, algo que no surge naturalmente de nuestro ser egocéntrico.

Cuando alguien en nuestra vida anuncia una buena noticia, debemos rechazar el deseo de pensar automáticamente en cómo nos afecta la noticia y más bien alegrarnos con ellos. Alegrémonos de que Dios los ha bendecido. Festejemos con ellos. Alabemos juntos a Dios y consideremos la bendición que esta nueva situación traerá a sus vidas. Agradezcamos a Dios con ellos.

Por otro lado, cuando nos enteramos de que a una persona de nuestra vida le sucedió algo malo, escuchemos con atención, hagamos preguntas y tratemos de ser empáticos con ellos en medio de esta situación difícil. No permitamos que nuestra mente se apresure a preocuparse por cómo la enfermedad de alguien, o el hecho de que lo hayan despedido del trabajo, o la rebeldía de sus hijos podrían afectarnos a nosotros o a nuestra familia. Por el contrario, busquemos formas de servirlos en su tiempo de necesidad. No nos surge naturalmente; necesitamos disciplinarnos para enfocarnos en los demás.

2. Pongamos las necesidades de los demás antes que las nuestras

Filipenses 2:3-4 nos recuerda muy claramente que debemos poner las necesidades de los demás antes que las nuestras: “No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”.

Pidamos ayuda a Dios para que no actuemos de manera egoísta, sino que consideremos las necesidades de los demás. A pesar de que este versículo deja en claro que es normal y razonable considerar nuestros propios intereses, nos insta a enfocarnos en más que nosotros mismos.

3. Miremos a Jesús, el ejemplo por excelencia

Miremos a Jesús, “el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).

El mismo hombre que tenía todas las razones para exaltarse a sí mismo y reinar como soberano supremo, en lugar de hacer eso, sufrió, derramó su sangre y murió para que, sin merecerlo, pecadores como nosotros pudieran ser libres. Él no se enfocó en el dolor que experimentaría o en la pérdida de sus relaciones terrenales, sino que humildemente se sometió a la voluntad del Padre. Y aun con su último aliento en la cruz, se preocupó por su madre terrenal y exhortó al apóstol Juan que cuidara de ella (Juan 19:26-27).

Consideremos los cambios de circunstancias en nuestra vida y cómo hemos reaccionado ante ellos. ¿Estás perdido en un océano de egocentrismo? ¿O estás luchando para ver cómo Dios obra en la vida de los demás a tu alrededor?

Aferrémonos a las verdades de la Palabra de Dios y miremos a nuestro ejemplo supremo, la persona menos egoísta que jamás vivió, y procuremos deleitarnos en considerar a los demás antes que a nosotros mismos.


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