Rescatados del océano del egoísmo

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English: Rescued from the Sea of Self

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Por Stacy Reaoch sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Susana Belvedere

Una vez una amiga me contó una historia cuando ella le anunció a su padre acerca de su quinto embarazo.

En lugar de recibir las felicitaciones que esperaba, escuchó, “¿Me quieres decir que tengo que encargarle a mi amigo otra alfombra? Para cada uno de sus embarazos, un amigo de su padre le confeccionaba una alfombra hecha a mano personalizada como un regalo para el bebé. Con la noticia de su quinto hijo, su papá inmediatamente pensó en lo incomodo que sería pedirle a su amigo otra alfombra especial.

Antes de que juzguemos a su padre rápidamente como un egoísta sin amor, deberíamos pensar en aquellas instancias cuando nosotros hemos reaccionado de manera similar.

Luego de compartir su historia, mi amiga dijo, “la gente siempre está pensando en sí misma primero. Siempre pensamos cómo las circunstancias nos afectarán a nosotros antes que todo”.

Esas palabras me han impactado por años. He sido culpable y lo he visto como una verdad en mi propia vida. Nuestro corazón pecaminoso naturalmente tiene la tendencia a ser egocéntrico, pensamos cómo los cambios o relaciones nos afectarían personalmente antes de pensar en cualquier cosa (o en alguien). Esta clase de egoísmo trae consecuencias tanto en nuestra alma como en los que nos rodean.

Los peligros del egocentrismo

Cuando estamos enfocados en nosotros mismos, nos perdemos de ver a Dios obrar en la vida de los demás. Estamos ciegos por nuestra propia sombra a las necesidades y evidencias de la gracia a nuestro alrededor. Nuestros ojos están afilados hacia nosotros mismos y somos ajenos a aquellos quienes Dios puso en nuestras vidas.

El egocentrismo puede ser un veneno lento que entra en el corazón y se manifiesta en acciones (o en falta de acciones). A medida que medito esta horrible verdad en mi propia vida, he pensado que necesito empujar en contra de este sentimiento “normal” y contrarrestar con la verdad de la palabra de Dios.

La medicina de Dios para el egocéntrico

1. Adiestrarnos para enfocar en los demás

Romanos 12:15 nos dice, “Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran”. Debemos adiestrarnos a empatizar con los demás. No surge naturalmente de nuestro egocentrismo.

Cuando alguien en nuestra vida anuncia una buena noticia, debemos rechazar el deseo de pensar automáticamente en cómo la noticia nos afecta, y alegrarnos con ellos. Alegrémonos en que Dios los ha bendecido. Festejemos con ellos. Alabemos juntos a Dios y consideremos la bendición que esta nueva situación traerá a nuestras vidas. Seamos agradecidos a Dios con ellos.

2. Pongamos las necesidades de otros antes que las nuestras

Filipenses 2:3-4 nos recuerda directamente poner las necesidades de los demás antes que las nuestras. “No hagan nada por egoísmo (rivalidad) o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”.

Pidamos ayuda a Dios para no actuar de manera egoísta y considerar las necesidades de los demás. A pesar de que este versículo es claro de que es normal y razonable considerar nuestros propios intereses, nos insta a enfocar más allá de nosotros mismos.

3. Miremos a Jesús como el ejemplo por excelencia

Miremos a Jesús, “el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló El mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).

El mismo hombre que tenía todas las razones para exaltarse a sí mismo y reinar supremamente, en vez sufrió, se derramó, y murió para que sin merecerlo, los pecadores pudieran ser libres. El no enfocó en el dolor que experimentaría o en la perdida de sus relaciones terrenales sino que humildemente se sometió a la voluntad Padre. Y aun con su último aliento en la cruz, él se preocupó por su madre terrenal, exhortando al apóstol Juan a cuidar de ella. (Juan 19:26-27).

Consideremos los cambios de circunstancia en nuestra vida y cómo hemos reaccionado. ¿Estás perdido en el océano del egocentrismo? ¿O estás luchando para ver cómo Dios obra en la vida de los demás a tu alrededor?

Aferrémonos a las verdades de la palabra de Dios y miremos a nuestro supremo ejemplo, la persona menos egoísta que jamás vivió, quien se deleita en considerar a los demás primero antes que a sí mismo.


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