Señor, libérame del temor de la muerte

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English: Lord, Free Me from the Fear of Death

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Muerte & Morir

Traducción por Carlos Diaz


Jesús tiene un deseo profundo e intenso para brindarles un don tan grandioso aunque ustedes no tienen aún las capacidades de concebirlo (1 Corintios 2:9). Pero ustedes lo vislumbran en las metáforas e imágenes bíblicas, y en momentos sublimes cuando una experiencia de gloria trasciende brevemente cualquier cosa aquí en la tierra.

Jesús desea tan intensamente que ustedes tengan este don, que él le suplica al Padre para dárselo a ustedes:

“Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.” (Juan 17:24)

Esta solicitud suprema es la grandiosa culminación de la plegaria de Jesús en Juan 17. Que usted pueda recibir este don es la razón por la que manifestó el nombre del Padre a ustedes (Juan 17:6), brindó las palabras del Padre a ustedes (Juan 17:8, 14), y los guarda para que así ustedes no se pierdan (Juan 17:12). Es la razón por la cual él ora para que sean guardados del mal (Juan 17:15), conocer la alegría de ayudar a otros a creer en él (Juan 17:20), y experimentar la maravilla santificadora de conocer y vivir la verdad (Juan 17:17, 19).

Más que cualquier otra cosa buena que Jesús le pide al Padre por ustedes, es el deseo que ustedes estén con él por siempre. Algo aún mejor, él desea que ustedes vean y gusten de la gloria que el Padre le concedió desde la eternidad pasada (Juan 17:5, 24). Porque él sabe que nada de lo que ustedes hayan experimentado, les proporcionará un gozo y placer tan profundo y duradero (Salmos 16:11).

Contenido

¿A Qué Más Teme Usted?

Pero las oraciones fervientes de Jesús vienen con una implicación sobria, una que les hace retroceder, incluso temer. Incluso, un día ustedes pudieran encontrarse a sí mismos rogando a Dios para que les de lo totalmente opuesto de lo que Jesús desea para ustedes. La respuesta a la oración de Jesús eventualmente requiere tu muerte física. A menos que Jesús regrese primero, usted debe morir antes que experimente la plenitud del gozo en su gloriosa presencia.

Debemos resistir lo que más odiamos y más tememos en la vida para disfrutar lo que más amamos y adoramos.

Sí, odiamos la muerte y la resistimos - y estamos en lo correcto al hacerlo. Dios originalmente nos creó para vivir, no para morir. Porque la muerte es una maldición que soportamos, la trágica dádiva de rechazar a Dios y a su reino (Romanos 6:23).

Nadie hace que la Biblia nos motive a visualizar la misma muerte como una cosa buena. La muerte no es una cosa buena: es una cosa horrible y malvada. Alguien que haya observado a los seres queridos morir puede atestiguar por su fealdad. La muerte es nuestro enemigo mortal (1 Corintios 15:26).

¿Cómo es la ganancia de la muerte?

Si eso es verdad, ¿por qué Dios cuenta como preciosas la muerte de sus santos (Salmos 116:15)? ¿Y por qué sus santos incluso llaman ganancia en la muerte (Filipenses 1:21)? Porque en ese momento más horrible y más malvado de la muerte del propio Hijo de Dios, ¡la muerte como la tememos - la extinción de nuestra vida y la pérdida aparente de nuestra alma y alegría - fue asesinada! Jesús conquistó a nuestro grandioso enemigo cuando surgió de la muerte (Romanos 4:25; Apocalípsis 1:18), y destruirá definitivamente la muerte por siempre (1 Corintios 15:26).

De hecho, tan poderosa y tan completa es la derrota de la muerte de Jesús que él habla de ella como si los Cristianos nunca más la experimenten:

“Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente.” (Juan 11:25-26).

No es la muerte en sí que es preciada o ganancia a nosotros. Es la Resurrección y la Vida, quien ha removido el pinchazo de la muerte y se la ha tragado en victoria (1 Corintios 15:54-55), en quien estamos recibiendo una herencia eterna más allá de nuestros sueños más salvajes (Efesios 1:11), y en cuya gloriosa presencia experimentaremos una alegría no superable por siempre jamás (Salmos 16:11). Él es preciado para nosotros. Él es nuestra ganancia en la muerte.

Prepárense a través de la plegaria

Cuando nuestra asignación terrenal de Jesús esté hecha (Hechos 20:24), él nos llamará para estar con él para disfrutar más de lo que estamos hechos para disfrutar: Él. Esto hará que la muerte sea una ganancia para nosotros ese día (Filipenses 1:21).

Jesús está ansioso por brindarnos esta estupenda ganancia, y él desea que crezcamos en nuestro afan de recibirla. ¿Cómo lo hacemos? Como él lo hace. ¡Le solicitamos al Padre por ella! Nos unimos a Jesús en la plegaria por el momento que finalmente lo veremos en toda su gloria. Le solicitamos disminuir la retención que el temor de la muerte tiene sobre nosotros debido a la poca creencia en nuestros corazones. Y le solicitamos que nos de dicha fe y anhelo para estar con Cristo que no deseemos más vivir aquí por mucho tiempo, pero lo suficiente para finalizar nuestro curso con toda fe (Hechos 20:24). Porque estar finalmente con nuestro Salvador será mucho mejor (Filipenses 1:23).

Cueste lo que cueste, Señor

Algún día la plegaria de Jesús para que estemos con él predominará nuestra plegaria para que sea reservada en la muerte física. Y cuando lo hace, conoceremos tal dicha y placeres que nos preguntaremos por qué sentimos que cualquier resistencia que pase a través del valle de su sombra (Salmos 23:4).

Cueste lo que cueste, Señor, aumenta mi fe y alegría en la verdad que la muerte es una ganancia para mi, para que así pueda “permitir que los bienes y las afinidades se vayan, y también esta vida mortal.” No permitas que el temor a la muerte me cause resistirme a tu voluntad, y permíteme morir de una forma que declare que Cristo es ganancia.



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