Seremos Semejantes a Él

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Por Tom Steller sobre Glorificación (Resurrección Del Cuerpo)
Una parte de la serie Let Us Walk in the Light: 1 John

Traducción por Maria del Carmen Zanassi


1 Juan 2:28-3: 1-3 (LBLA)
Y ahora, hijos, permaneced en Él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza y no nos apartemos de Él avergonzados en su venida. Si sabéis que Él es justo, sabéis que el que hace justicia es nacido de Él . Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él. Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos como Él es. Y todo el que tiene esta esperanza puesta en Él, se purifica así como Él es puro.

Una de las mayores preocupaciones que Juan tiene en esta carta es que los cristianos tengan confianza en que Dios está con ellos ahora y lo estará para siempre. Más adelante en 1 Juan, la cual trataremos en las próximas semanas, Juan nos dice que debemos confiar en que Dios escucha nuestras plegarias; lo que significa que ahora Dios está con nosotros y está obrando para nuestro beneficio. Pero Juan también está preocupado por que cuando miremos al futuro, - a ese gran día del juicio cuando Cristo vuelva en gloria - aún en ese momento, estemos llenos de confianza en que todo estará bien.

Contenido

Confianza cuando Cristo venga

En nuestro pasaje de esta mañana, Juan tiene como objetivo esta confianza futura. En el versículo 28, el consejo de Juan es este: "Ahora hijos, permaneced en Él, para que cuando se manifieste tengamos confianza y no nos apartemos de Él avergonzados en su venida". Noten que no todos los que visitan la iglesia deben tener esta confianza, sino solo aquellos que permanecen en Jesús y quienes, según el versículo 29, hacen lo que es correcto. Juan sabe que hay algunas personas en la iglesia que van a rehuir de Jesús avergonzados cuando vuelva. Es consciente de lo que Jesús dijo en Mateo 7:21: "No todo el que me dice ´Señor, Señor´ entrará al Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos". Y Jesús continúa para decir: "Muchos me dirán en aquel día ´Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre echamos fuera demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros?". Y entonces Jesús les declarará: "Jamás os conocí; apartaos de mi, los que practicáis la iniquidad".

Juan no quiere que le pase esto a sus lectores. No quiere que nos apartemos de Jesús avergonzados cuando llegue. Sino que quiere que estemos llenos de confianza - no una confianza falsa, sino una confianza verdadera.

Esta es mi plegaria para nosotros esta mañana: que nosotros, que permanecemos en Cristo, experimentemos esa confianza sobre la que Juan escribe; que va a ser más que palabras en una página; que será una experiencia real del corazón. Y si alguno de ustedes en esta sala no está permaneciendo en Jesús, mi plegaria es que quieran empezar a hacerlo, porque la promesa que les aguarda a aquellos que sí permanecen en Jesús es extraordinaria. Y la perspectiva para aquellos que no lo hacen es aterradora.

Permanezcan en Jesús

Juan quiere que estemos llenos de confianza cuando vuelva Jesús. Por eso, nos pide: "Permaneced en Él, para tener confianza". Permanecer en Jesús significa vivir en Jesús; hacer de Jesús el centro de sus vidas; seguir las señales de Jesús sobre lo que está bien y lo que está mal y entonces confiar en su fuerza para hacer lo que es correcto. O, por usar la metáfora de Jesús en Juan 15, - permanecer en Jesús significa ser como una rama que está unida a la vid. Jesús dijo: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese dará muchos frutos, porque separados de mí nada podéis hacer". Permanecer en Jesús es estar tan ligados a Él que se vuelvan como Él en la vida diaria; es decir, su naturaleza fluye en sus vidas y a través de ustedes para el bien de otros.

Es esta naturaleza, esta semejanza a Cristo, en lo que nos enfocaremos en nuestro texto hoy. Versículo 29: "Si sabéis que Él es justo, sabéis también que todo el que hace justicia es nacido de Él. O vean más adelante en 4:17, donde Juan habla nuevamente sobre esta futura confianza. Él escribe: "Para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como es Él, así somos también nosotros en este mundo". Si no somos semejantes a Cristo en nuestra vida diaria, no habrá confianza en el día del juicio. Solo aquellos que son como Cristo no serán humillados.

El fundamento máximo de nuestra confianza

Pero, hacer lo que es correcto y permanecer en Jesús no es el fundamente máximo de nuestra confianza - es una señal esencial, pero no es el fundamento de nuestra confianza. Gracias a Dios que el fundamento de nuestra confianza no es lo que hacemos, sino que, más bien, el fundamento máximo de nuestra confianza está en lo que Dios ha hecho por nosotros. En el versículo 29 leemos: "Todo el que hace justicia es nacido de Él", o, dicho de forma más literal, "Todo aquel que hace justicia ha nacido de Dios". ¿Qué ha hecho Dios por nosotros? Leamos el versículo siguiente: "Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos".

El hecho de que estemos aprendiendo a permanecer en Cristo y a hacer lo que es justo es una evidencia, una señal, de que algo sobrenatural nos ha pasado. Juan llama a esto ser nacidos de Dios. El Padre, por su amor libre y sin límites, llama a una persona para que sea su hijo y entonces hace que esta persona renazca. Este nuevo nacimiento que nos ha dado Dios precede a cualquier indicio de amor por Él de nuestra parte. En el 1:13 de su evangelio, Juan dice que convertirse en hijo de Dios no se origina en nosotros, sino en Dios: "No nacimos de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios". En 1 Juan 4:10 dice: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados". Luego, nuevamente, algunos versículos después, en el 4:19 dice: "Nosotros amamos, porque Él nos amó primero". Amamos, hacemos lo que es justo, permanecemos en Jesús como resultado de que Dios nos hizo nacer de nuevo.

¿Qué sucede en el nuevo nacimiento?

¿Qué tiene lugar en este nuevo nacimiento? ¿Qué nos pasó que ahora nos posibilita el permanecer en Jesús, el hacer lo que es justo y de esa manera tener confianza en que Dios estará con nosotros en el Día del Juicio? Tenemos confianza porque hacemos lo que es justo. Hacemos lo que es justo porque nacimos de Dios. ¿Qué es este nuevo nacimiento? ¿Qué cosa poderosa nos sucedió cuando nacimos de Dios?

Vayamos algunos versículos más abajo, al versículo 9 del capítulo 3: "Ninguno que es nacido de Dios comete pecado, porque su naturaleza (o literalmente su simiente) permanece en él y no puede pecar porque es nacido de Dios". Cuando renacemos es como que Dios implanta una semilla en nosotros - una semilla de semejanza a Cristo. Nos da una nueva naturaleza que comienza en forma de semilla, que crece y se desarrolla hasta que un día nuestra vieja naturaleza pecadora ha sido erradicada totalmente.

A primera vista, pareciera que no es posible pecar después del nuevo nacimiento. Bueno, algún día pecar no será posible. Pero, Juan no escatima ningún esfuerzo en otras partes de esta carta (1:8-10; 2:1 y 5:16-17) para mostrar que los creyentes no van a experimentar la perfección en esta vida. Lo importante de este versículo es que el nacimiento nuevo produce una transformación fundamental en el mismo centro de nuestro ser. Una dimensión nueva entra en nuestras vidas, que trae nuevos anhelos y acciones, cuyo objetivo es exaltar a Jesús. La lujuria de la carne, la codicia de los ojos y el orgullo de la vida todavía tienen poder para seducirnos, pero esta nueva dimensión, el amor por el Padre, nos está conquistando. Una insatisfacción elemental por el pecado retumba profundamente en nosotros. Una sed creciente por Dios está emergiendo. Un cristiano pecador satisfecho se convierte en una paradoja. Sí, habrá lapsos donde pareceremos satisfechos con algún pecado específico, pero luego una palabra se dirá, un gesto amoroso será llevado a cabo por un hermano o hermana, la Palabra de Dios se hará viva, una emoción intensa brotará dentro de nosotros y la convicción del Espíritu Santo será evidente. Entonces, un cristiano verdadero responderá, se arrepentirá, confesará y volverá a empezar haciendo borrón y cuenta nueva con una resolución más profunda de permanecer en Jesús y hacer lo que es correcto.

Y como permanecemos en Cristo y hacemos lo correcto, tendremos confianza en el día del juicio y no rehuiremos de Él avergonzados cuando vuelva; porque nuestra semejanza a Cristo - aunque ahora es muy imperfecta - será la evidencia de que hemos nacido de Dios.

El nuevo nacimiento es solo el comienzo

Pero, esta confianza se hace más profunda aún. El nuevo nacimiento es solo el comienzo de nuestra transformación. Permanecer en Jesús y hacer lo que es justo es la continuación de nuestra transformación. Pero vendrá el día en el que nuestra transformación se completará, perfeccionará y finalizará.

Veamos el versículo 3:2: "Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser". En este preciso momento, en este lugar, aquellos de nosotros que hemos vuelto a nacer, evidenciados por una creciente semejanza a Cristo - ahora somos hijos de Dios. En este momento tenemos una relación íntima con el creador del universo, ahora tenemos la seguridad de que Dios es nuestro Padre y está con nosotros, en este momento poseemos la vida eterna, la cual consiste en conocer al Padre y al Hijo. La lista de beneficios de ser hijo de Dios en este mundo actual podría seguir y seguir. Pero lo que pretende decir Juan aquí es que, aunque sea tan bueno ser hijo de Dios ahora en esta vida, solo es la punta del iceberg de lo que está reservado para nosotros en el futuro. "Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser". No estamos seguros exactamente de lo que seremos en el futuro.

Estamos seguros que continuaremos siendo hijos de Dios por toda la eternidad. No hay nada más grande en lo que podamos convertirnos que ser hijos de Dios. Pero, todo lo que esto significa aún es incierto. "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni ha entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman". (1 Corintios 2:9).

Seremos semejantes a Jesús

El versículo 2 continúa con la más impactante declaración y promesa imaginable. Sí, "ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser, pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él". Seremos semejantes a Él. ¡Ese es nuestro destino! Seremos semejantes a Jesús. No se puede imaginar una promesa más impresionante; especialmente cuando nos miramos a nosotros mismos ahora. Al mirarnos a nosotros mismos vemos un poquito de la naturaleza de Cristo. Pero, aunque suceda esto, aún la persona más madura y semejante a Cristo de esta sala está azotada por el pecado. Hay incluso enormes vacíos en cada una de nuestras vidas, que Cristo solamente ha comenzado a llenar y a sanar. Tenemos aún mucha corrupción en nosotros que todavía tiene que ser transformada. Pero, la gloriosa promesa de este versículo es que ciertamente sucederá. No totalmente en esta vida. Pero llegará el día en el que seremos transformados, ¡en el que seremos semejantes a Él! ¡Oh, qué perspectiva gloriosa! ¡Qué esperanza extraordinaria! ¡Qué profundo consuelo! Seremos semejantes al Hijo de Dios.

Por supuesto, ser semejantes a Él no significa que vamos a convertirnos en Él. Siempre seremos simplemente humanos; Él será para siempre el Dios encarnado. Él junto al Padre serán objetos de alabanza para siempre; nosotros seremos los que alabaremos su gloria eternamente. Él junto a su Padre serán la fuente eterna de vida y luz. Nosotros seremos los que reflejamos, los que absorbemos y los beneficiarios. Pero, seremos semejantes a Él. En tanto que sea posible para los seres humanos ser como Él, lo seremos. Amaremos lo que Él ama, disfrutaremos lo que Él disfruta, valoraremos lo que Él valora. Él nunca va a tener una falla moral ni pecará. Nosotros no tendremos ninguna falla moral ni pecaremos. Él nunca volverá a sentir dolor. Tampoco nosotros. Su copa de alegría rebosa. Nuestra copa de alegría estará rebosando. Nos regocijaremos en el Padre con intensidad máxima - para siempre. ¡Se pueden imaginar algo más deseable que eso! No puede concebirse nada que sea más placentero que eso. Es deleitarse en el infinito placer del universo. No hay nada más que desear. En ningún lado hay pastos más verdes. Este es el fin de nuestra búsqueda. Nuestros corazones están hechos para Dios y no tenemos descanso hasta que lo encontramos en Dios. Nuestros corazones encontrarán su descanso sabático. Seremos como Él.

Lo "bueno" hacia lo que Dios hace cooperar todas las cosas

Hay un pasaje grandioso en los escritos de Pablo, que repite esta asombrosa enseñanza del apóstol Juan. Cambien conmigo a Romanos 8:28-29. El apóstol Pablo coincide con Juan que seremos como Jesús. Es nuestro destino, el cual Dios determinó antes de la fundación del mundo. Versículo 28: "Y sabemos que, para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, para los que son llamados conforme a su propósito". Este es uno de los versículos citados con más frecuencia en la Biblia.

Y tiene que ser bueno. Nada puede ser más reconfortante. Pero, muy frecuentemente nos preguntamos ¿qué es lo "bueno" hacia lo que Dios hace cooperar todas las cosas? El versículo siguiente lo explica: "Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que el sea el primogénito entre muchos hermanos". Lo "bueno" hacia lo que Dios está haciendo cooperar todas las cosas es hacernos conformes a la imagen de Cristo. Esto es lo que tiene como objetivo para nuestras vidas. Ni salud, ni riqueza o éxito terrenal sino semejanza a Cristo. Si amamos a Dios y somos predestinados según su propósito, entonces todo lo que ha llegado y llegará a nuestro camino está designado por Dios, para formarnos a semejanza de Jesús. Las cosas buenas nos forman, las cosas más duras nos forman, los éxitos nos forman, los fracasos nos forman. Todas las cosas cooperan para formarnos a semejanza de Jesús.

Por lo tanto, Pablo y Juan coinciden en que un día seremos como Jesús. Ese es nuestro destino.

¿Qué ocasionará esta transformación?

Pero, ¿qué ocasionará esta transformación? Juan nos da la respuesta en la última parte del v. 2: "Sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es". Seremos semejantes a Él porque lo veremos. ¿Cuál es la causa que provocará que nos transformemos a su semejanza? La visión, sin trabas ni obstáculos, de Jesús en toda su gloria, en toda su excelencia moral, en toda su perfección. Esta visión de Jesús va a ser tan imponente, tan real, tan impresionante, tan irresistible. Toda la niebla de nuestra visión se consumirá a causa del brillo de mediodía de su gloria. Vamos a ver, de una vez por todas, qué ridículo era haberse dejado enamorar por los placeres fugaces del pecado. La lujuria de la carne, la codicia de los ojos y el orgullo de la vida van a parecer grava comparados con su brillantez salpicada de diamantes.

Y esta contemplación de Dios en toda su gloria resultará irresistible. Nos va a envolver por completo. Nos vamos a transformar a su semejanza, irresistiblemente. No es que se nos va a forzar a ser como Jesús contra nuestra voluntad. No vamos a poder resistirlo, porque no vamos a querer hacerlo. La admiración que sentiremos por Él será tan completa que otros modelos rivales serán descartados.

Nos volvemos como aquellos a quienes más admiramos

Hay un principio simple que obra en todo esto, con el cual creo que todos en este lugar estarán de acuerdo. El principio es este: Nos volvemos como aquellos a quienes más admiramos.

Admiraba la honestidad de mi padre, por eso traté de ser honesto. Admiraba el estilo de lanzamiento de Mudcat Grant, por eso se convirtió en mi estilo en la liga. Pensaba que la manera de masticar goma de mascar de Lennie Green era genial, entonces yo lo hacía igual que él. Hannah frunce su nariz porque su mami lo hace.

Nos volvemos como aquellos a quienes más admiramos. Cuando Cristo venga lo veremos justo como Él es, nuestra admiración por Él será absoluta y seremos como Él. Qué esperanza para el futuro. ¡El futuro es tan brillante!.

La transformación comienza Ahora

Ahora debemos traer esta verdad hasta el día de hoy y el de mañana. ¿Cuál es el efecto de que un día seremos como Jesús en la manera en la que enfrentamos los desafíos del mañana? La respuesta es obvia. Y Juan lo explica con todas las letras en el v.3: "Todo el que tiene esta esperanza puesta en Él se purifica, así como Él es puro". La transformación comienza ahora. Si nuestra esperanza es ser como Jesús algún día, buscaremos ser como Él ahora. Si ser semejantes a Cristo es nuestro destino, buscaremos esa semejanza ahora. Si admiramos verdaderamente a Jesús ahora, adquiriremos más y más sus características. Es hipocresía pura decir que esperamos ser como Jesús algún día y, sin embargo, no buscamos ser como Él hoy.

Cada uno de nosotros necesita tener un héroe para admirar. Y es válido que estos héroes o modelos a imitar sean seres humanos. Es conveniente para nosotros que tomemos el modelo de nuestros padres, maestros o expertos en nuestra línea de trabajo. pero solo en tanto que esa persona tome el modelo de la naturaleza de Jesús. En 1 Corintios 11:1, Pablo dijo: "Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo". Por eso, en definitiva, nuestro héroe es Jesús. Jesús es nuestro ejemplo. Nuestra búsqueda y nuestro llamado es ser como Jesús. Mañana tenemos que tener dos clases de objetivos. Un objetivo es hacer tareas específicas en el trabajo, en el hogar o en la escuela, pero ¿no debemos tener como objetivo dominante ser como Jesús en toda situación que se nos presente y en toda tarea que emprendamos? Entonces, cuando consideramos el día que hemos pasado, no vamos a medir su éxito finalmente por cuantas tareas logramos, sino más bien si vivimos o no a semejanza de Cristo. Confesaremos esas situaciones donde fallamos. Agradeceremos por esas situaciones donde se ejemplificó a Cristo. Y aunque, no fuimos perfectos, perseguimos lo justo, como Él lo es. Y la fuerza para hacer lo que es correcto la encontramos al permanecer en Él.

Esta transformación a su semejanza, que será perfeccionada cuando vuelva Cristo, está en proceso en este momento. Y esto sucede, no por concentrar nuestra atención en algún método, ministerio o misión, sino por contemplar ahora su gloria y su naturaleza tanto como podamos - al enamorarnos de Él, admirarlo, venerarlo. El apóstol Pablo, igual que Juan, también deja claro la conexión entre ver a Jesús y volvernos como Él. En 2 Corintios 3:18, dice: "Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria".

El proceso ha comenzado. Un día será perfeccionado porque "sabemos que cuando Él se manifieste seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es".

¡Seremos semejantes a Él porque lo veremos! Y todo el que de este modo tiene esperanza se purifica como puro es Él.



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