Tu guerra interna terminará

De Libros y Sermones Bíblicos

Revisión a fecha de 01:07 14 jul 2020; Kathyyee (Discusión | contribuciones)
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Saltar anavegación, buscar

Recursos Relacionados
Leer más Por Marshall Segal
Indice de Autores
Leer más sobre Santificación y Crecimiento
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: Your Inner War Will End

© Desiring God

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Paola Montano

Cómo el cielo nos libera del pecado

Imagina una vida sin tu pecado. Si esperas en Cristo, un día estarás en un mundo en el que te será imposible pecar. No sólo se habrá extinguido la tentación, sino que cualquier molécula que posiblemente haya sido atraída por el pecado habrá sido removida quirúrgicamente, para nunca materializarse de nuevo. Tu nuevo cuerpo — nuevo corazón, nuevas manos, nueva boca — nunca conocerá el pecado con el que viviste tanto tiempo. Esa plaga de toda una vida será eliminada.

No puedes imaginar lo emocionante que será ser finalmente libres del pecado. El pecado que permanece en nosotros nos ha hecho desconfiar profundamente de nosotros mismos. Hasta la fecha, hemos vivido solo en el terreno inestable de una justicia real pero incompleta. Cada pensamiento, cada palabra, cada buena obra ha sido teñida por las brasas moribundas de nuestra iniquidad. Una parte de nosotros, una pequeña, se inclina hacia otro lado — el egoísmo, la pereza, la inseguridad, el miedo al hombre, la codicia, la lujuria, la duda.

Pero imagina, por un momento, un mundo sin tus pecados asediantes. Sin ninguno de tus pecados. No solo nunca volverás a cometer estos pecados, sino que nadie más lo hará — nunca más.

Nada impuro entrará

Cuando caminemos por las calles de la nueva tierra, buscaremos en vano por el pecado.

Vamos a recorrer los vecindarios, y nunca sentiremos envidia de nuestro prójimo — ni ellos nos envidiarán. Entraremos y saldremos de los hogares, conversaremos, y nunca volveremos a encontrar otro soplo de ira. Comeremos comida tras comida, cada una más deliciosa que cualquiera que hayamos probado en la tierra, y sin embargo nunca sentiremos antojos poco saludables (o un estómago lleno de culpa).

Visitaremos ciudad tras ciudad llenas de actividad, creatividad e industria, y sin embargo nunca habrá ni siquiera un impulso hacia el egoísmo o la codicia. Vamos a pasear por el mundo, pero nunca nos molestaremos por lo que no tenemos, y nunca desearemos tener más que los demás. Pasaremos semanas trabajando y descansando, y nunca más nos sentiremos tentados a la pereza. Trabajaremos, pero nunca nos fatigaremos. Disfrutaremos del descanso, pero nunca volveremos a caer en la pereza.

Navegaremos por Internet (o cualquier tecnología glorificada que vayamos a tener), y sin embargo, después de mil millones de búsquedas nunca encontraremos nada en linea (¡o en nosotros!) que nos lleve a la lujuria. De hecho, nunca encontraríamos algo que no le diera a nuestros corazones mucho más placer en Jesús de lo que cualquiera haya encontrado en la pornografía.

"Jamás entrará en ella nada inmundo", dice Apocalipsis 21:27 (LBLA) sobre la nueva tierra, "ni el que practica abominación y mentira, sino solo aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero.” Juan vio el hogar que Dios edificará para nosotros, y estaba inmaculadamente libre del pecado. Nada impuro entrará ni perturbará nuestra eternidad con Cristo.

Todas las causas del pecado

El pecado que una vez arruinó al mundo ya ha perdido la guerra por el universo, y un día será retirado a la fuerza de cada hogar, de cada familia, de cada vecindario, de cada gobierno y nación, de toda la tierra — y de ti. Cuando Jesús describe el fin del mundo, dice,

El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que son piedra de tropiezo y a los que hacen iniquidad; y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga.(Mateo 13:41-43, LBLA)

El Hijo no sólo exiliará el pecado de su nuevo reino, sino que también eliminará toda causa del pecado. Nada en el cielo nos tentará a pecar nunca más.

Si estaremos libres de pecado, ni siquiera tentados a pecar, ¿por qué Dios tendría que eliminar las causas? Porque, en su sabio plan y celos perfectos, la gloria de un mundo sin tentaciones debe exceder a uno lleno de tentaciones vencidas. El asombroso silenciamiento de toda tentación demostrará para siempre cuán soberano es nuestro Rey sobre cada movimiento y deseo en su reino.

Incluso antes de dar un paso en la nueva tierra, todo lo que podría habernos destruido ya habrá sido destruido. Las bendiciones que disfrutamos en Cristo darán un fruto más profundo, pleno y fuerte. Y todas las advertencias contra el pecado desaparecerán — no porque el pecado será menos grave, sino porque el pecado habrá sido eliminado por completo.

Oh, ese día

Y no sólo el pecado allá afuera — en nuestras relaciones, en nuestros lugares de trabajo, en el Internet — sino también el pecado aquí. En realidad, cada uno de nuestros pecados viene, no de algún quebrantamiento en el mundo o en otra persona, sino de dentro de nosotros mismos (Marcos 7:20–23). Inmoralidad sexual, adulterio y lujuria; asesinato e ira; codicia y envidia; engaño, chismes y orgullo — la raíz de todo, la mayor de las causas, está dentro de nuestros propios corazones. Y cuando veamos a nuestro Rey, él lanzará todo impulso, deseo o hábito rebelde a su horno de fuego.

No es de extrañar, en absoluto, que las palabras de Robert Robinson todavía resuenan de manera tan profunda en nosotros trescientos años después:

Oh, ese día cuando sea libre de pecado
Veré Tu hermoso rostro
Vestido entonces en el lino lavado con sangre
Cómo cantaré de Tu maravillosa gracia
Ven, mi Señor, ya no te demores
Llévate mi alma rescatada
Envía a Tus ángeles ahora
Para llevarme a los reinos eternos

Quizás la más dulce esperanza de un cielo sin pecado es un yo sin pecado. Este hijo de Dios en proceso, a menudo errante, sabe cuán tenaz puede ser el pecado, incluso el pecado que ya ha sido perdonado. Así que me deleito las palabras de 1 Juan 3:2 (LBLA): "Sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es.” En realidad, ver al Rey Jesús — sus hombros reales, lo suficientemente fuertes como para soportar el mundo, sus ojos reales, llenos de fuego electrizante, sus manos y pies reales, perforados por pagar nuestra deuda, su sonrisa real, una sonrisa cálida, sabia y segura — verlo, verlo de verdad, será tan sorprendente, tan emocionante, tan satisfactorio, que será purificador.

Verlo como es ahora nos convertirá en alguien diferente a lo que hemos sido antes.

Oh, hoy cuando seas libre de pecado

Saber que lo veremos algún día nos hará alguien diferente hoy. La siguiente línea de Juan conecta la esperanza de un futuro sin pecado con nuestra lucha actual contra la tentación.

Y todo el que tiene esta esperanza puesta en Él, se purifica, así como Él es puro. (1 Juan 3:3, LBLA)

O como Jesús dice en Mateo 5:8 (LBLA), "Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios" — y serán aún más puros. La esperanza del cielo está relacionada con la guerra contra el pecado, porque ya sabemos cómo termina esta guerra y quiénes seremos algún día. Cada pequeño progreso que hacemos es una irrupción de nuestra gran esperanza, nuestro yo futuro, nuestra tierra prometida.

Mientras esperamos el cielo y luchamos contra nuestro pecado, debemos mirar hacia atrás, con horror, cómo Dios ha odiado y juzgado el pecado en toda la Biblia (1 Corintios 10:6). Y Dios quiere que miremos hacia adelante cuán limpios del pecado seremos, sabiendo que nada impuro en nosotros sobrevivirá al verlo a Él. Y luego, rodeados de ojos, y con Dios por nosotros y en nosotros por su Espíritu, ya no pecaremos más.


Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas