Un cuadro de la oración que prevalece

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Revisión a fecha de 01:26 16 oct 2015; Kathyyee (Discusión | contribuciones)
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English: A Picture of Prevailing Prayer

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Oración

Traducción por Susana Belvedere

“¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!

Bartimeo era ciego. Y el abatimiento de su alma por a su ceguera era indescriptible. Tan pronto él supo que Jesús pasaba por allí comenzó a llamarlo a los gritos. No quería que El Hijo de David pasara sin darle lo que por tanto tiempo había anhelado.

Ante su primer grito no hubo respuesta de parte de Jesús, en cambio tuvo muchos “¡Cállate!” de parte de los espectadores que estaban cerca de Jesús. Bartimeo no se iba a callar de todos modos, no cuando la persona que tenía el poder de darle la vista estaba tan cerca.

Ese no era momento de ser cortes. Ese no era momento para respetar el tabú social acerca de los ciegos que invadían el espacio sagrado del Santo Rabí. Ese no era momento para el pasivo fatalismo de “creo que Dios solamente no me escucha”.

No, ese era un momento de desesperación. Ese era el momento de prevalecer. Ese era momento de una santa demanda. Si el Hijo de David no escuchaba sus gritos, entonces Bartimeo gritaría más fuerte. Él iba a ser escuchado. “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”

De pronto todas las reprensiones pararon. La multitud quedó en silencio. La adrenalina corrió adentro de Bartimeo cuando alguien le dijo: “Ánimo, levántate, te está llamando”. Bartimeo saltó y dio un empujón a su guía indicándole que lo llevara adonde Jesús estaba.

Cuando el guía se detuvo, una voz dijo: “¿Qué quieres que haga por ti?” La voz era paciente y gentil pero firme, nada de lo que Bartimeo había escuchado antes. Las palabras parecían yacer sobre una inconmovible autoridad, como si el Monte de Sion hablara.

Bartimeo se sintió indigno de dirigirse a Jesús. Entonces habló en desesperación con deferencia. “Rabí, recupera mi vista”.

Hubo una pausa silenciosa. El corazón de Bartimeo palpitaba; sus palmas estaban húmedas.

Luego la voz volvió a hablar: “Puedes irte, tu fe te ha sanado”.

Antes de que las palabras finalicen Bartimeo pudo sentir una sensación extraña en sus ojos. Los nervios ópticos revividos detectaron los primeros brillos, luego imágenes nubladas ¿Puede ser? Los lagrimales comenzaron a correr, para lubricar las conjuntivas y para expresar gozo amaneciendo después de la oscuridad. A medida que las pupilas se contraían por el brillo del sol de mediodía, Bartimeo restregaba sus ojos.

Cuando abrió sus ojos nuevamente, Bartimeo encontró su mirada en los intensos ojos de un joven. Una onda disonante pasó por encima de él. No estaba seguro de cuales habían sido sus expectativas pero Jesús de alguna manera no parecía nada a lo que había esperado. La extraordinaria voz había salido de un hombre sorpresivamente ordinario. Se parecía a…un hombre. Luego se dio cuenta de todos los ojos que lo estaban mirando en todos los rostros alrededor de él. Y después se escuchó un grito de festejo de parte de aquellos que podían ver que el ciego podía ver.

Cuando Bartimeo miró otra vez al Hijo de David, vio su espalda. Jesús ya se encaminaba hacia Jerusalén. Sus palabras, “Puedes irte, tu fe te ha sanado” todavía retumbaban en sus oídos. No le tomó mucho tiempo decidir que ahora Jesús era su camino.

Bartimeo nos enseña cómo orar

Bartimeo nos enseña algo muy importante acerca de la oración. Esta historia de Bartimeo (Marcos 10:46-52) es un cuadro de la oración que prevalece, no en la escala de tiempo pero si en su dinámica.

Las oraciones reales comienzan con un deseo real, a menudo con desesperación. Clamamos a Dios pero parece no escuchar. Nos desanimamos por las circunstancias, y a veces por las personas, por el constante pedido. ¿Cómo quiere Dios que respondamos ante eso? ¡Él quiere que continuemos clamando más fuerte!

No seas correcto cuando oras. Dios no busca oraciones correctas, él busca oradores persistentes y que prevalecen. La persistencia de la viuda en Lucas 18:1-8, el ruego que hartó al juez injusto quien finalmente actuó, es precisamente la cualidad que Dios nos anima a tener. Él está buscando a esos dispuestos a “clamar a él día y noche” (Lucas 18:7). Él está buscando a los desesperados como Bartimeo quienes insisten en ser escuchados, que no aceptan un “no” como respuesta. Él está buscando a aquellos que “Siempre oran y no se dan por vencidos” (Lucas 18:1). Él está mirando para “encontrar fe en la Tierra” (Lucas 18:8).

Escucha esta impresionante pregunta de Jesús: ¿Qué quieres que haga por ti? ¿Sabes qué es? ¿Por qué estás desesperado? No seas incierto, sé específico. No seas reticente, sé audaz. El Hijo de David está cerca. Sigue el ejemplo de Bartimeo y no dejes que pase sin darte una respuesta. Cualquiera sea la respuesta, abrirá tus ojos a una gloria que te explotará la mente.

Dios promete hacer justicia de inmediato a su escogido que ora persistentemente (Lucas 18:8). Dejémosle a Dios definir qué es “de inmediato”. En lo que se refiere a nosotros, determinemos clamar más fuerte, de día y de noche, rogándole sin parar hasta que nos conteste. Él ama esa clase de fe.


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