Un gozo eterno

De Libros y Sermones Bíblicos

Revisión a fecha de 04:02 18 nov 2020; Kathyyee (Discusión | contribuciones)
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English: One Joy Lasts Forever

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Por Ben Reaoch sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Yura Gonzalez

Lograr que los niños coman sus verduras puede convertirse en un gran desafío. Recuerdo la época en que uno de nuestros hijos solía arrojar guisantes al suelo a la edad de un año. Finalmente le dije con firmeza: “¡Para de lanzar guisantes!” Pero en cuanto me incliné para limpiar el desorden, empezó a arrojarme guisantes en la cabeza.

Esa es una imagen bastante clara de cómo podemos rechazar neciamente la buena provisión de Dios. Nuestro Padre nos ofrece alimento bueno y nutritivo, alimento que nos satisfará, nutrirá y nos hará sanos y fuertes; sin embargo, lo rechazamos.

Todos tenemos sed

Nuestras almas están hambrientas. Todos tenemos profundos antojos emocionales, espirituales y relacionales de los que a menudo no somos plenamente conscientes. Pero en lugar de recurrir al Pan de Vida, nos seduce fácilmente el alimento que perece.

A menudo, (aun inconscientemente) podemos intentar satisfacer el hambre del corazón complaciendo en exceso otros apetitos. Tratamos de satisfacernos mediante la comida o la bebida en exceso. Buscamos el placer inmoral en otra persona o en una pantalla. Nos mimamos con placeres innecesarios, como largas horas en Netflix, las redes sociales o los juegos.

En Juan 6, Jesús alimenta a los cinco mil y luego proclama: “Yo soy el pan de la vida” (Juan 6:35). Jesús también le dice a la multitud: “No trabajen por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre os dará” (Juan 6:27).

A medida que comenzamos a ver la disfunción y los deseos insensatos dentro de nosotros mismos aprendemos cuán grato es Jesús realmente. Considera las siguientes cuatro preguntas para discernir el hambre de tu corazón y si estás buscando el Pan de la Vida o simplemente alimento que perece.

1. ¿Qué anhelo?

Vivir sin Jesús es como intentar sobrevivir comiendo Cheetos. Esas crujientes papas de queso pueden ser buenas como aperitivo, y alguien podría vivir de eso por unos días; pero muy pronto esa persona acabará desnutrida. Y espero que también termine odiando el sabor de los Cheetos.

¿Qué quieres realmente? ¿Qué es lo que realmente anhelas? Si estás persiguiendo otra cosa que no sea Jesús para la satisfacción máxima de tu alma te quedarás vacío al final, como si quisieras subsistir sólo con comida chatarra. Los placeres de esta vida son muchos sin duda, pero solo Jesús ofrece gozo pleno y eterno (Salmo 16:11).

2. ¿Por qué voy a Jesús?

Las multitudes en Juan 6 no estaban interesadas en Jesús por las razones correctas. Jesús les reprende: “Me buscáis, no porque hayáis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado.” (Juan 6:26).

Estas personas no vieron a Jesús como el verdadero tesoro, la comida verdadera. Más bien lo vieron como un medio para sus propios fines, una manera de conseguir lo que ya querían. Es como si Jesús no fuera más que un camarero en un restaurante. Ellos quieren hacer su pedido y que él les traiga todo lo solicitado en bandeja de plata.

Pero Jesús no es nuestro mesero y tampoco el genio de la botella. Más bien, es “un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo”(Mateo 13:44). No acudimos a él para decirle lo que queremos sino porque él es todo lo que necesitamos. Llegamos a él porque descubrimos que aún teniendo todo lo demás, nuestras almas no están satisfechas si él no está.

3. ¿Necesito elogios?

Otro alimento que muchos anhelamos es el elogio. Puede ser un alimento delicioso y también adictivo. Después que lo saboreas quieres más y más cada día.

En el capítulo anterior de Juan, Jesús expone el grave peligro de añorar la alabanza de los demás. “¿Cómo podéis creer, cuando recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” (Juan 5:44).

¿Detectas en ti un anhelo por recibir elogios de los demás? ¿Compartes historias en las que eres el héroe? ¿Manipulas las historias de manera tal que te conviertes en el héroe? ¡Cuídate de ese alimento que perece! Nuestra alabanza procede de Dios, no del hombre (Romanos 2:29).

4. ¿Qué me hace enojar?

¿Qué te pone furioso? ¿Cuáles son las cosas que realmente te molestan? ¿Padeces de furia al volante? ¿Sueles perder la paciencia con tus hijos? ¿Te enojas cuando se derrama la leche? ¿Reaccionas porque amas la eficiencia y la productividad o porque estás tratando de hacer demasiadas cosas?

Piensa en tu ira, ya sea que se manifieste en fuertes gritos o en protestas y quejas silenciosas. ¿Qué te hace sentir así y cómo podría indicar eso lo que anhelas, lo que adoras?

Cuando encuentres gozo eterno en Jesús, Dios te concederá una paz que sobrepasa todo entendimiento terrenal (Filipenses 4: 7). Seguro todavía tendrás muchos altibajos, pero puedes echarle encima tus preocupaciones y ansiedades y, poco a poco dejar atrás la vida iracunda (1 Pedro 5: 6–7).

Persigue la alegría verdadera

Jesús dice: "No trabajes por la comida que perece". Gran parte de la comida que anhelamos perece. En el corazón del cristianismo está la libertad de no desgastarnos tratando de conseguir cosas que no son duraderas. Como dijo el misionero Jim Elliot: "No es tonto el que da lo que no puede conservar para ganar lo que no puede perder". En el lenguaje de Juan 6, podríamos decirlo así:

No es tonto el que renuncia al alimento que perece para quedar eternamente satisfecho con el pan de la vida.

No clamemos por las cosas de este mundo que al final perecerán. Más bien sostengámoslas con la mano abierta mientras seguimos una dieta nutritiva y divina.

Deléitate en el alimento imperecedero, el alimento eterno, y Dios nutrirá tu corazón con lo que realmente necesitas (Salmo 37: 4).

Saborea todo lo que Jesús es para ti, y él te llenará de gozo glorioso e inefable (1 Pedro 1: 8).


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