Una muestra de la Gloria de Dios/Conclusión

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English: A Display of God's Glory/Conclusion

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Por Mark Dever sobre Gobierno de Iglesia
Capítulo 6 del Libro Una muestra de la Gloria de Dios

Traducción por Marina Puertas



La primera carta de Pablo a los Corintios es una carta fantástica para leer y meditar si queréis comprender mejor lo que supone vivir juntos como Iglesia. Lo que encontraréis recogido en ella es que nosotros como Iglesia debemos caracterizarnos principalmente por la Santidad, la Unidad y el Amor. ¿Por qué la Iglesia debe ser así? Porque su carácter debe reflejar el carácter de Dios. Debemos ser santos, estar unidos y amar principalmente porque Dios es de esa manera. Debemos ser santos porque Dios es santo. Debemos estar unidos porque Dios es uno. Debemos amar porque Dios es amor.

En primer lugar, debemos ser santos en el sentido de ser peregrinos del mundo, pero sobre todo ser peregrinos de Dios. Debemos ser puros. La Santidad debe ser un atributo que caracterice a la Iglesia. Debe ser su seña de identidad; debe ser algo normal, y característico, entre nosotros. Cuando alguien reflexione sobre nuestra iglesia en concreto debe pensar: “Es una comunidad sagrada”, no un puñado de santurrones y mojigatos, sino una comunidad que en su conducta mantiene la esperanza de una forma de vida mejor, más humana y más digna de Dios. Es por ello por lo que todo lo relacionado con la agrupación, la enseñanza y la disciplina es importante. Debemos ser santos porque Dios es santo.

Asimismo, debemos estar unidos porque Dios es Uno. Es muy interesante que en 1 Corintios capítulo 1, cuando Pablo comienza con el tremendo relato que ha oído acerca de las distintas divisiones y facciones de la Iglesia, el apóstol trate el tema de forma teológica. Observad la pregunta que plantea con respecto a las divisiones en 1 Corintios 1:13: “¿Acaso está Cristo dividido?” ¡Qué pregunta tan fascinante! Si pensáis en ello, ninguna iglesia local tiene otra razón de ser. Cuando Pablo observa las divisiones de la Iglesia y luego se vuelve a preguntar: “¿Acaso está Cristo dividido?”, el poderoso supuesto teológico que subyace es que la Iglesia es el cuerpo de Cristo. Esta idea nos recuerda la gran responsabilidad que tenemos de reflejar a Dios. Nuestras divisiones suponen un problema añadido porque, como con cualquier impiedad o culpa, repercuten en Aquel cuya imagen debemos reflejar. Nuestra desunión es una mentira acerca de Dios y de cómo es Él. Como dijo Pablo en 12:27: “Sois el cuerpo de Cristo, y cada uno de vosotros es parte de él”. ¿Cuándo pensáis que Pablo llegó a esta idea? Creo que lo hizo en el mismo momento de su conversión. En Hechos 9, cuando Saulo es detenido en su camino por una aparición de Cristo Resucitado, se dirigía a perseguir cristianos en Damasco. ¿Qué le dijo Cristo?: “Saulo, Saulo, ¿por qué persigues cristianos?” No. “Saulo, Saulo, ¿por qué persigues a la Iglesia?” No. Cristo dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me estás persiguiendo?” Así vemos lo estrecha que es la relación de Dios con Su Iglesia. Él la ve como Su cuerpo y nos ve a nosotros como miembros de ese cuerpo.

Uno de los motivos principales por los que se nos llama en 1 Corintios a “deshacernos” de aquellos más comprometidos con sus pecados que con Cristo es porque tenemos que estar unidos. Se suponía que la unidad era uno de los distintivos de la Iglesia. Esta unidad debía trascender las antiguas divisiones entre Judíos y Gentiles (1 Corintios 7:19), junto con todas las divisiones mundiales. Es por ello por lo que Pablo estaba tan apenado por el relato de las divisiones de la Iglesia. Incluso en el banquete por su unidad, la Cena del Señor, estaban divididos. Cuando las iglesias se dividen por motivos carnales, comenzamos a ser iglesias de otras cosas: somos la iglesia de la música moderna, o la de este pastor, o la iglesia de los que educan a sus hijos en casa, o la de los demócratas o la iglesia de la alfombra azul. Todas estas unidades son distintas de la verdadera unidad cristiana. La Iglesia debe estar unida.

Finalmente, debemos amar porque Dios es amor. La única forma en la que podemos estar unidos es en el amor. En 1 Corintios 8:1, Pablo escribe: “Sabemos que todos poseemos conocimiento. El conocimiento llena de orgullo, pero el amor llena de fuerza”. Este se convierte en el cimiento de Pablo para su largo viaje en los capítulos 8-14, en los que habla acerca de permitir que el amor y la consideración hacia los otros sea el motor de lo que debemos hacer. Pablo sentía un profundo amor por la Iglesia de Dios. Por eso escribió en 14:26: “Todo esto debe hacerse por el fortalecimiento de la Iglesia”. Y en el versículo 31: “para que todos sean instruidos y alentados”. Pablo estaba muy sensibilizado con respecto a la salud de la Iglesia, ¿verdad? Por tanto, no existen dudas al leer 15:19 y recordar su historia: “Porque soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios”. Ciertamente podemos ver porqué Dios utilizaría a un hombre así para enseñarnos, como afirma en 16:14: “Hacedlo todo con amor”.

Reflexionad sobre el amor que Cristo ha mostrado al derramar su sangre y al ofrecer su cuerpo por nosotros (1 Cor. 11:23-26). Los cristianos lo han sabido desde el principio. Por eso leemos en 1 Corintios 15:3-5 una especie de credo eclesiástico inicial. Y en 15:3: “Cristo murió por nuestros pecados” (véase Rom. 5:6-8; Gal. 2:21; 1 Pet. 3:18). Una parte especialmente interesante de ese amor es la preocupación por otras iglesias que ellos tenían y que Pablo pidió. Desde el principio de la carta no podían evitar que se les recordara esto: Pablo escribe a los Corintios “junto con todos aquellos de cualquier parte” (1 Corintios 1:2). Pablo, también, se había comportado de esta forma con ellos. Por eso en 1 Corintios 4:17 encontramos a Pablo enviándoles a su apreciado Timoteo. Más adelante, en el último capítulo (16:1-4), Pablo les escribe “acerca de una colecta para el pueblo de Dios”. Estos primeros cristianos intentaban, desde el amor, encontrar formas de ayudar a los otros. ¿Se caracteriza nuestra Iglesia por este amor? La Iglesia debe amar porque Dios es amor. La Iglesia tiene que ser una muestra del amor de Dios en medio de este mundo caótico, pecaminoso y egoísta. ¿Somos eso? Nosotros, como Iglesia, ¿mostramos el carácter de Dios?

¡Este es el tipo de lenguaje exaltado que encontramos en el Nuevo Testamento! Leemos en Efesios 5:25 que “Cristo amó a la iglesia y se entregó a ella”. Hechos 20:28 nos enseña que Dios se entregó a Si mismo por Su Iglesia; Él compró Su Iglesia con Su propia sangre. Si somos Sus seguidores, nosotros también amaremos la iglesia por la que Cristo se entregó ¿Por qué Dios se preocupa tanto por la Iglesia? Porque quiere glorificarse a través de ella.

Para mí, una de las afirmaciones más fascinantes del Nuevo Testamento se encuentra en 1 Corintios 15:19, en la que Pablo dice: “Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima”. Esta es una afirmación importante para aquellos cristianos indebidamente satisfechos. Demasiadas Iglesias presentan hoy una versión de la cristiandad en la que todo el sufrimiento es compensado, todos los sacrificios son premiados, todos los misterios son explicados… en esta vida. Pero este no es el Evangelio que Pablo enseñó; de hecho, no es el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Y no debe ser el Evangelio de nuestras Iglesias. Si evaluáis la vida de un cristiano desde este lado de la eternidad, no tendrá sentido. La vida de Cristo no lo tuvo; la de Pablo no la tuvo. La nuestra tampoco debería tenerlo.

Finalmente, podéis ver que Pablo hizo lo que hizo por el bien del Evangelio (vid 1 Cor. 9:23). ¿Es por esto por lo que nuestra Iglesia hace lo que hace? Si debemos ser el tipo de congregación que Dios desea, y que trae la gloria de Dios, deberíamos ser una congregación orientada en todos sus aspectos a esta esperanza final; desde nuestro mensaje delEevangelio a nuestras vidas de amor sacrificado hacia los otros. ¡Solo siendo así seremos los representantes fidedignos de nuestro gran Dios!

Como veis, esto es lo que Dios está haciendo en la Iglesia. En 1 Corintios 1 Pablo dijo (1:28-29) que Dios “eligió las cosas más despreciables y abominables del mundo, así como las que no lo son, para que nadie pudiera jactarse ante él”. ¿Sabéis por qué Dios elige utilizar a persones como vosotros y como yo, algo tan aparentemente débil como esta Iglesia? Porque no quiere de ningún modo ensombrecerse.

En una conferencia a la que acudí hace unos años, escuché a Mark Ross, de la Primera Iglesia Presbiteriana de Columbia, Carolina del Sur, plantear que “somos una de las pruebas claves de Dios”. Continuó diciendo que “la gran preocupación de Pablo [en Efesios 4:1-16] con respecto a la Iglesia es que esta manifieste y muestre la gloria de Dios, reivindicando así el carácter de Dios frente a la calumnia del reino demoníaco, la calumnia de que no merece la pena vivir por Dios. Dios ha confiado a Su Iglesia la gloria de Su propio nombre. Las circunstancias de vuestra vida son situaciones dadas por Dios para mostrar y manifestar Sus atributos”.

Si no tenemos cuidado, nuestro individualismo puede utilizarse para albergar una santidad sub-cristiana que tolere el pecado. Nuestro egoísmo puede conducirnos a una unidad sub-cristiana que oculte la desunión acerca del Evangelio y nos una en torno a otras cosas de menor importancia. Incluso nuestra carne puede conocer un amor sub-cristiano que sea mero sentimiento y nos haga tener un sentimiento familiar porque hemos estado juntos durante mucho tiempo. Pero amigos, ninguna de estas cosas debe caracterizar a nuestra Iglesia, sobre todo porque todas son una mentira respecto a Dios. Estas cosas desvirtúan Su carácter. La verdadera santidad incluirá disciplina. Y la verdadera unidad solo se encontrará en torno a Cristo; y la diversidad de la Iglesia será una prueba de ello. El verdadero amor irá más allá del sentimiento, más allá de los límites naturales. Irá a lo desconocido por el bien de Cristo. Así es como la gloria de Dios se muestra en la Iglesia. Esta es la única forma en la que una Iglesia podrá prosperar de verdad.

Así pues, ¿cómo mostramos la gloria de Dios? Organizando nuestras Iglesias según el modelo que Él nos ha enseñado con Su Palabra. Viviendo para Él, con una vida de santidad, unidad y amor. Este es el objetivo de la Iglesia, ¿y el vuestro?


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