Ustedes nacieron para la amistad

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English: You Were Born for Friendship

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Carlos Diaz


Contenido

La venida de una familiaridad verdadera y más profunda

Cada uno de nosotros está diseñado para una amistad profunda, experimentada e íntima con Dios. Es lo que todos nosotros anhelamos para mayoría en el centro de nuestro ser.

Nunca somos más saludables espiritualmente que cuando no sabemos el acerca de él, sino que realmente lo conocemos por experiencia, el amor y aceptación profunda de nuestro Padre celestial. Y cuando estamos inseguros de su amor y aceptación, o lo rechazamos comoser ya sea irreal o más allá de nuestro alcance, buscamos sustitutos para llenar el vacío de la amistad de Dios. Pero estos sustitutos sólo hacen daño a nosotros y a los demás, y aún nos dejan con ese vacío dolor.

“¿Dónde están ustedes?”

¿Cómo sabemos que estamos diseñados para una amistad íntima con Dios? Lo sabemos por la forma en la que Adán y Eva fracturaron esta amistad.

Vislumbramos la naturaleza de su relación con Dios cuando se ocultaron de él en el jardín por la vergüenza de lo que ellos habían hecho. Sabemos que algo está muy mal, algo precioso ha sido manchado, por eso la pregunta de Dios: “¿Dónde están ustedes?” (Génesis 3:8–9).

Esa pudiera ser la pregunta más triste en la Biblia. Fue una pregunta relacional, no tan diferente a la que una cónyuge desconsolada le hace a un cónyuge deambulante y relacionalmente distante, o a la que un padre le hace a un hijo pródigo retraído, o a la que un amigo le hace a quien una vez era muy cercano pero que ahora es relacionalmente frío y esquivo. ¿Dónde están ustedes? ¿Por qué esta distancia entre nosotros?

Adán y Eva de repente e inusualmente, ya no querían estar más con Dios. Lo habían engañado. Lo habían rechazado y a todo lo que una vez compartieron juntos. Habían dejado de confiar en él. Ya no se sentía seguro. Su sola presencia exponía su vergüenza. Estaban eligiendo la separación.

La separación en verdad era inevitable. La santidad no puede estar con el pecado, ni viceversa. Dios permanecería fiel (2 Timoteo 2:13), pero ellos no. Y sus descendientes tomarían la fidelidad a niveles inimaginables, desarrollándose su enajenación de él, bastante futiles en pensamiento, oscuros de corazón, y malagradecidos (Romanos 8:21).

En ausencia de amistad

En ausencia de la amistad de Dios — y del profundo océano de amor, pureza, paz, y seguridad que ella brinda — la maldad comenzó a desarrollarse y a echar raíces en el alma humana. A medida que la identidad de las personas se volvió bastante desequilibrada de Dios, se volvieron bastante y profundamente egoístas, inseguros, temerosos, e indulgentes.

Esto dio cabida a toda forma de pecados llenos de orgullo para rellenar el vacío. Las personas se volvieron arrogantes, posicionados, y dominantes. Se volvieron excesivamente cohibidos y deferentes a partir del temor de lo que los otros pensarían. Desarrollaron una soledad de alma inconsolable que ninguna relación terrenal pudiera satisfacer, aunque lo intentaron. Desarrollaron un sentido crónico que sin importar lo que logren, nunca era suficiente. Vivieron con una vergüenza implacable que los llevó a mantener una apariencia de éxito a los ojos de los demás mientras escondían su depravación oscura, sin importar qué. Y cuando estuviesen en posiciones de poder, aprendieron a manipular y utilizar a los demás para su propio placer como formas de mejorar su autopercepción como significativa, atractiva, y gloriosa.

En otras palabras,

Y como a ellos no les pareció tener a Dios como noticia, Dios les entregó a una mente depravada para hacer lo que no conviene. Estando afectados de toda iniquidad, de fornicación, de malicia, de avaricia, de maldad. Llenos de envidia, de homicidios, de contiendas, de engaños, de malignidades. Murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables. (Romanos 1:28–31)

Estos son los que se desarrollan en el alma humana — nuestras almas — en ausencia de la amistad de Dios.

Dios y los pecadores reconciliados

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó” (Efesios 2:4), no sólo nos dejó aquí a nuestra desdicha, como pudo haberlo hecho. Él concibió el plan y tomó la iniciativa de que no sólo podíamos tomarla, sino que en nuestra condición nunca la hubiéramos tomado si pudiéramos - para puentear la gran división separando lo Sagrado de lo manchado.

El Adviento es Dios viniendo por nosotros — infieles, ingratos, inseguros, vanagloriados, indulgentes, solitarios, tramposos, tímidos, manipuladores, pecadores abusivos — para reconciliarnos con él mismo. La Palabra se volvió carne para sanar la amistad fracturada en Edén. Jesús vino a nosotros para hacernos amigos de Dios una vez más.

El Regalo de Dios para ustedes

Si usted es cristiano, sabe esto teológicamente, lo cual es bueno. Pero Jesús no vino, murió y se levantó de nuevo sólo para su entendimiento teórico, ni sólo para su capacidad de enseñar la verdad de una amistad restaurada con Dios. Jesús vino, murió, y fue levantado para que ustedes experimentaran la amistad con Dios — no en el cielo, sino ahora:

“El que me ama será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él... y mi Padre lo amará, y vendremos hacia él, y haremos con él morada”. (Juan 14:21—23).

Esto es lo que Dios desea: manifestarse él mismo a nosotros. Este es el ministerio del Espíritu Santo: que podamos tener la anhelada presencia del Padre y el Hijo habitando y morando en nosotros.

La carga del Espíritu Santo no es sólo poder para elaborar obras de ministerio, sino experimentar la amistad de Dios al punto que no podamos dejar de hablar de él a los demás (Hechos 4:20). Los regalos del Espíritu Santo no se nos otorgan para mejorar nuestras identidades, sino para mediar la misericordiosa amistad de Dios a los demás.

El Adviento se trata de su amistad con Dios. Es Dios en Cristo quien los busca hasta el final para que puedan tener su amistad por siempre. Desea que sea una amistad real — profunda, íntima, y experimentada. El Adviento es Dios ofreciéndoles el regalo que más anhelan en el centro de su ser. Créanlo, recíbanlo, apoyen esta amistad esta Navidad. Imprégnense de las Escrituras y escúchenle hablarles.

Para aquellos que confían en Jesús, la cruz quita la distancia relacional. El Padre dice “vengan” (Isaías 55:3), el Hijo dice “vengan” (Mateo 11:28–30), el Espíritu dice “vengan” (Apocalípsis 22:17). Acérquense a su más grande Amigo y él se acercará a ustedes (Santiago 4:8) y les dará la gracia que necesitan (Hebreos 4:16).



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