A través de la mirada del agradecimiento

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English: Look Through the Lens of Thanksgiving

© Desiring God

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Por Vaneetha Rendall Risner sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Andrea Ledesma


Vivir con gratitud no se me hizo fácil.

Sé que debería contar mis bendiciones, pero a veces me es más facil contar mis penas. Es algo que me sale mejor. Estas últimas atrapan mis pensamientos e interrumpen mis días más fácilmente que las bendiciones. Pero contar mis miserias pareciera encogerse en mi alma y, al final, estoy más abatido que al principio.

Puede que primero sea arduo, como si de acatar impuestos se tratara más que un desborde de alegría, pero termina por abrirse espacio en mi corazón. Cuando elijo concentrarme en lo que me dieron en lugar de entretenerme con lo que me pierdo, me siento más feliz. Más alegre. Menos agitado.

Y cuando elijo enfrentar mis penas de forma más directa y encontrar bendiciones en ellas, ocurre algo milagroso. Percibo mi vida de otra manera. Veo las circunstancias a través de la mirada de la fe; y puedo decir con confianza que, aun en las peores circunstancias, Dios es todavía bueno y hay mucho más por que estar agradecido.

La perspectiva de los Peregrinos

Durante años, imaginé el primer Día de Acción de Gracias de los Peregrinos como la celebración alegre de una cosecha copiosa, en la que comparten con los indígenas el abundante abastecimiento de Dios en una nueva tierra fértil. Sin embargo, la celebración del primer Día de Acción de Gracias fue un acto de fe y pura adoración, no una respuesta natural a la prosperidad y la abundancia.

En el otoño de 1620, el Mayflower zarpó rumbo a Virginia con 102 pasajeros a bordo. El 16 de diciembre, llegó a Massachusetts, hacia el norte de su destino deseado, en el momento que llegaba el invierno. El clima del norte era mucho más duro que el de Virginia, y los colonos no estaban preparados para la fría estación que asomaba, El invierno trajo temperaturas recias y enfermedades incontrolables. Los refugios eran rudimentarios. La comida era escasa. La gente moría.

Durante ese invierno, todas las familias, excepto tres, cavaron tumbas en el suelo Nueva Inglaterra para enterrar a maridos, mujeres o hijos. Para la primavera de 1621, la mitad de los Peregrinos hubo muerto de enfermedades y hambre. Ninguno escapó a la tragedia.

Aun así, en medio de estas pérdidas de gran trascendencia, eligieron dar gracias. Vieron en las Sagradas Escrituras que los israelitas le habían agradecido a Dios en todas sus circunstancias. Incluso antes de que se produjeran el abastecimiento y la liberación, se les ordenó que dieran las gracias. El rey Josafat de Judá se dio cuenta del poder del agradecimiento mientras los enemigos de los israelitas fueron derrotados ante sus ojos cuando le rezaban a Dios (2 Crónicas 20). Las palabras que usaron eran parecidas al hermoso refrán que se encuentra en muchos Salmos: «Dad gracias al Señor, porque Él es bueno; porque para siempre es su misericordia» (Salmo 118:1).

Los Peregrinos y los israelitas eligieron agradecer por lo que tenían, en lugar de enfocarse en lo que habían perdido. Debían buscar las bendiciones, activa y deliberadamente. Su agradecimiento no se basaba en circunstancias agradables, sino en comprender que debían agradecerle a Dios tanto en la prosperidad como en la adversidad. Su gratitud no era una apariencia de «pensamiento positivo», sino una confianza profunda y firme en que Dios es guía en todas las circunstancias, incluso cuando la vida se tornaba difícil. Ver sus vidas a través de una posición de gratitud cambió su perspectiva.

Me di cuenta que ver la vida a través de una posición de gratitud orientada a Dios puede cambiarlo todo.

Elige tu centro de atención

Una amiga cercana es fotógrafa. Observa cosas que yo jamás podría notar. Podemos manejar cerca de un viejo y descolorido granero, y mientras yo veo un edificio destartalado que necesita pintura, ella ve una estructura hermosamente erosionada de gran carácter. Se concentra en ángulos y líneas únicas; observa detalles intrincados que yo ni siquiera registro. Está dispuesta a dejar pasar lo obvio y disfrutar de las pequeñas cosas. Termina con fotografías alucinantes del paisaje que yo habría pasado por alto completamente. Todo esto ocurre porque ella elige a qué prestarle atención.

De la misma manera, cómo veo mi vida depende de en qué elijo enfocarme. Desde algunas perspectivas, parece un lío. Desde otras, sin embargo, es hermosa. Todo depende del lugar al que apunto con mi lente.

Hace algunos años, cuando me diagnosticaron el síndrome pospoliomielítico, estaba devastado. Se trata de una enfermedad que te debilita progresivamente. Los médicos dijeron que debía hacer a un lado el estilo de vida al que estaba acostumbrado y comenzar una vida totalmente nueva. Una vida en la que hacía menos y descansaba más. Una vida en la que usaría mis brazos solo para lo esencial; nada de pintar, ni recortar fotografías para un álbum, ni cocinar. Una vida en la que era necesario que dependiera de otros y así mi independencia se volviera algo del pasado.

Esta nueva vida era espantosa. No es una vida que pedí. En efecto, no la quería. No veía razón alguna por la que agradecer. Todo lo que me rodeaba era una pérdida. Parecía que me hubieran quitado todo lo que amaba. Socializar con las personas, mostrar hospitalidad, crear belleza... Eso era lo que me había inspirado. Todas esas salidas ya no existían. Sentía pena, tristeza y desconsuelo.

Sin embargo, fue gracias a esta pérdida desafiante que comencé a escribir en línea. En esa misma semana, tres amigos diferentes me alentaron a que lo hiciera. Así que recé, y parece que Dios confirmó sus palabras. Nunca fue mi intención ser escritor. Sin duda, no sentí que tuviera la habilidad de uno. Hasta ese entonces, todo lo que había escrito había sido en mi diario íntimo.

Y aunque mi corazón no estuviera completamente avocado a la escritura, comencé a escribir de todos modos. No necesitaba un esfuerzo físico importante para escribir, ya que usaba un software de reconocimiento de voz que mostraba mis palabras en la pantalla. Podía hacerlo a mi propio ritmo si estaba cansado, y podía conectarme con otras personas sin siquiera moverme de mi hogar. Fue una tremenda bendición y un privilegio compartir con otras personas lo que Dios me enseñó en la oscuridad.

Nunca habría elegido este camino por mí mismo; y desde ciertos ángulos, mi vida parece desolada. Desde otros, sin embargo, es hermosa. Veo que Dios me usa. Agradezco todo lo que ha hecho en mi vida, y estoy emocionado por el futuro. Cuando veo mi vida desde una posición de agradecimiento, puedo ver cuán agradecido debo estar.

No sé qué me depara el futuro (tú tampoco sabes qué te depara), pero sí puedo prometerte lo siguiente: si estás en Cristo, es él quien te sostiene y guía todas tus circunstancias. Por esa certeza, todos podemos estar agradecidos.


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