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English: He Sought to Kill Sin with a Pen

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Por Sinclair Ferguson sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Macarena Jaime

John Owen (1616-1683)

Hace aproximadamente cincuenta años atrás, hubiera sido complicado encontrar a alguien que pudiera reconocer el nombre John Owen. Hoy, es regularmente citado desde los púlpitos y en artículos como si su nombre fuera familiar. Esto es aún más sorprendente porque casi todos quienes lo mencionan añaden, “¡No es lectura ligera!” Después de todo, vivió en el siglo diecisiete, enseñó latín, escribió largas y profundas palabras sobre teología, y perteneció al marginalizado grupo de cristianos que llamamos Puritanos.

¿Quién fue este John Owen, y cuál es la explicación para su creciente popularidad?

Salvado por un Don nadie

Los momentos memorables de la vida de Owen, son los siguientes. Nacido en 1616, fue criado en la casa parroquial de la Iglesia de Inglaterra. Sus padres simpatizaban con los Puritanos, es decir, creían que la Reforma inglesa (que había tenido lugar durante la vida de sus abuelos) no había sido lo suficientemente radical.

Educado en esta atmósfera, el joven Owen, intelectualmente brillante, realizó su educación temprana antes de ir a la Universidad de Oxford. Pero no fue hasta años más tarde que llegó a una firme seguridad de su salvación. Acudió a escuchar a un famoso ministro a Aldermanbury Chapel en Londres. Un predicador sustituto subió al púlpito. El acompañante de Owen, quiso ir a otra iglesia. Pero el predicador (cuya identidad se ha perdido en la neblina de la historia) predicó sobre Mateo 8:26: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” Fue el punto de inflexión de Owen.

Aquí aprendemos una gran lección general de su vida. Conoces el nombre de muchos cristianos famosos. Sin embargo, ¿Conoces los nombres de aquellos que primero los guiaron a Cristo? Poco probable. La vida de Owen nos recuerda que la significancia de la vida de cualquier creyente nunca depende de un solo individuo. El fruto de la fidelidad oculta no es medible por ningún cálculo humano. ¡Piensa el gozo que habrá en la gloria cuando se muestren estas conexiones!

Posteriormente Owen fue a servir a dos congregaciones de la Iglesia de Inglaterra. Primero en Fordham y luego en Coggeshall. Comenzó a escribir catecismos para los niños y adultos de su propia congregación, y luego, como los jóvenes a veces acostumbran hacer, escribió algunas obras polémicas.

Puritano Prodigio

Inglaterra estaba ahora envuelta en la Guerra Civil de 1642-1651, guerra que temporalmente derrocaría a la monarquía. Providencialmente, Owen se familiarizó con las destacadas figuras del Nuevo Ejército Modelo de Oliver Cromwell (después serviría como capellán del mismo Cromwell, pero más tarde parece haber sido un instrumento en disuadirlo de aceptar la corona). Regularmente era invitado a predicar ante el Parlamento. Ciertamente predicó allí el 31 de enero de 1649, el día siguiente de la ejecución de Carlos I.

Con su prodigiosa habilidad, y su joven valor en ascenso, fue nombrado decano de Christ Church en la Universidad de Oxford, y en 1652 vice rector de la universidad. Alternándose las tardes de domingo, él y Thomas Goodwin predicaban a los jóvenes estudiantes. Según la valoración actual del ministerio de jóvenes, es impactante pensar que el material de la pequeña obra de Owen La Mortificación del pecado, ¡Pudo originalmente ser predicada a adolescentes! Para entonces, él ya sabía lo que estaba haciendo.

Durante este tiempo, Inglaterra estaba siendo guiada por Lord Protector Cromwell. Pero no duró mucho. Cromwell murió en 1658, su hijo y sucesor, Ricardo, poco tenía de la habilidad de su padre. En 1660 la monarquía fue restaurada, y en los próximos dos años, ministros inconformes como Owen fueron expulsados de sus púlpitos y ministerios. En gran medida él era ahora persona non grata en la vida pública, aunque sus talentos intelectuales seguían siendo útiles en ocasiones. Rechazó una invitación de la First Church de Boston, Massachusetts.

Durante los años que siguieron, Owen fue albergado y acogido por amigos influyentes. Ministró privadamente tras puertas cerradas, hasta que la Ley de Tolerancia en los 1670s, hizo posible que nuevamente pudiera ejercer su ministerio público. Lo hizo en Londres, primero en una pequeña iglesia a unas pocas docenas de viejos amigos, y luego, cuando se unieron a una gran congregación, a un número creciente de hermanos. (Incidentemente él creía que el tamaño ideal para una iglesia era alrededor de trescientos). Aquí el permaneció hasta que murió el 24 de agosto de 1683. Fue enterrado en el Cementerio de Disidentes de Bunhill Fields en Londres (donde Thomas Goodwin, John Bunyan, Isaac Watts, y otros disidentes de la iglesia de Inglaterra esperan la resurrección).

Legado de siete millones de palabras

Muchos puritanos mantuvieron un diario. Si John Owen lo hizo, o se ha perdido (lo más probable) o fue destruido. Sólo podemos suponer qué aventuras contendrían. Aquí estaba alguien que se movió entre los ricos y famosos, un consejero para los líderes políticos y militares de su día. Conocía a John Bunyan, y posiblemente fue el primero en leer El progreso del peregrino, ya que, le recomendó que se lo enviará a su mismo Editor, Nathaniel Ponder (quien luego se hizo conocido como “Bunyan Ponder”, cuyos libros se vendieron muy bien).

¿Qué diría el diario de un cristiano que perdió a su esposa y diez de sus once hijos? ¿Habrá escrito los sucesos del 30 de enero de 1649, cuando el Rey Carlos I fue ejecutado públicamente? ¿Estuvo él presente, como Philip Henry, padre Matthew, famoso comentarista de la Biblia, quien después comentó sobre el funesto quejido, que subió desde la multitud, las aprobaciones que deseó nunca más volver a escuchar? ¿O estaba el predicador de 32 años, ansiosamente ocupado preparando el sermón que predicaría al día siguiente a los miembros del parlamento responsables por la condenación del rey? ¿Y cómo habría descrito un más maduro John Owen, cómo era guiar una exposición Bíblica privada? ¿Cuán desalentador fue para el teólogo inglés más importante de su época (y quizás de cualquier época en Inglaterra), predicar a una congregación cuya membresía era menor de cincuenta? Si tan sólo supiéramos, las lecciones que hubiéramos podido aprender.

Owen tenía poco interés en compartir estos detalles personales. En cambio dejó, libros que forman 24 volúmenes de exposición bíblica, espiritual, pastoral y teología polémica empacada densamente, el fruto de una mente iluminada por la escritura, afecciones devotas a Cristo, una voluntad subyugada por el Espíritu, y una vida de lucha contra su propio pecado y cuidado por la iglesia. Su legado yace en siete millones de palabras, saturadas de la Trinidad, centradas en Cristo, que honran al Espíritu, escudriñan el corazón, exponen el error, edifican a la iglesia, ordenanzas explicadas bíblicamente y exposición teológica. Es una maravilla que haya podido producir todo esto, con los implementos y materiales de escritura del siglo XVII.

Por todo lo dicho, queda poca duda que él se hubiera asombrado al descubrir que hoy su nombre es más conocido, y que sus libros son más leídos hoy, que en cualquier otra época.

Teólogo de la Trinidad

¿Cómo es que Owen “muerto, aún habla (Hebreos 11:4)? Hay razones obvias y razones escondidas. Las razones obvias son estas:

Owen escribió como alguien que conocía a Dios personalmente. No hay prueba mayor de esto que la que podemos encontrar en su obra “Communion with God the Trinity” (Comunión con el Dios Trino). Acá él explica un principio muy simple, que tiene una significancia transformadora en la adoración y la vida. Todo lo que Dios Trino hace, lo hace como un solo Señor. Sin embrago, cada persona de la Trinidad tiene un distinto rol en la creación, redención, y consumación. El Padre envía al Hijo; el Hijo muere por su pueblo; el Espíritu aplica todo esto a los creyentes. Alabamos al Padre por enviar a su Hijo; alabamos al Hijo (no al Padre o al Espíritu) por morir por nosotros; alabamos al Espíritu por glorificar al Hijo. Mientras hacemos esto, somos iluminados en cuán multidimensional, y cuán unificado pero diverso, es la obra de la Trinidad. Que maravilloso es tener una distinta comunión con cada persona por lo que ha hecho por nosotros personalmente, y a la misma vez disfrutar comunión con el íntegro Dios Trino. Esto es un misterio, pero expande nuestra experiencia de amor, alabanza, confianza, servicio, glorificación y deleite en él. La adoración es nutrida, y la vida cristiana se transforma en un privilegio de vastas proporciones.

También, Owen escribió como alguien que conocía bien a Cristo. Su exposición de “La Gloria de Cristo” no tiene prácticamente ningún rival en la literatura cristiana. A pesar de esto, como los otros que fueron antes de él, sabía que solo había visto los bordes del camino de Cristo. El día que murió, un amigo le indicó que el libro se encontraba en el proceso de publicación. ¿La respuesta de Owen? “Me alegra escucharlo, pero, Oh hermano… El día largamente esperado finalmente ha llegado, en el cual veré la gloria de otra manera, que nunca pude o fui capaz de ver en este mundo.”

Además de estas obras, le dio a la iglesia una grandiosa exposición de “La persona y la obra de Espíritu Santo”. El hecho que muchos cristianos todavía piensen que el ministerio del Espíritu Santo ha sido descubierto recientemente, es una de muchas indicaciones que conocemos muy poco de nuestra historia familiar. Pero hay buenas noticias: La lectura más amena de Owen es esta.

Él también conocía el corazón humano. Sintió el rayo de luz de la palabra de Dios en su propia alma, exponiendo sus caminos altos y caminos bajos, donde el pecado merodea y anda. Esto le permitió ser un sabio médico del alma. A la misma vez, logró escribir, probablemente el más largo comentario técnico, exegético, teológico y pastoral que se haya alguna vez escrito de un libro del Nuevo Testamento, cuatro mil páginas sobre Hebreos.

Académico sufriente

También hay razones ocultas de porque la influencia de Owen permanece. El trasfondo de Owen nos ayuda a explicar por qué es que cuando lo leemos, encontramos algo que raramente hallamos en los libros contemporáneos. Sí, hay un gran aprendizaje y profundos pensamientos; pero él está casado con el discernimiento espiritual que aflora de su experiencia personal, única y variada.

Este es un hombre que perdió casi todas sus más preciadas posesiones terrenales, su esposa e hijos. Este es un predicador que en sus años más tempranos pastoreó una gran iglesia y fue solicitado nacionalmente para predicar en una gran ciudad universitaria, pero que en sus últimos años sus congregaciones eran pequeñas y en ocasiones subterráneas.

Este es un hombre que se movió fácilmente entre generales militares, líderes políticos, y la realeza, pero que amaba acoger y escuchar a John Bunyan. Fue preguntado por el rey Carlos II porqué escuchaba a “aquel hojalatero”, él contestó: “Podría poseer la habilidad del hojalatero para predicar, por favor su majestad, felizmente renunciaría a todo mi conocimiento”. Este es un hombre que igualó a cualquier intelectual de su época, pero que fue capaz de aplicar la palabra de Dios a adolescentes, como a atormentados y depravados creyentes, o a miembros del parlamento.

Ardiente y brillante luz

Él conocía a Dios y experimentó su mano en su vida. Es por eso que los escritos de Owen continúan informando y estirando las mentes de los más hábiles teólogos y ministros del evangelio, pero que de igual manera ministran al creyente cristiano ordinario. Es por esto que hoy podemos hacer eco de las palabras del asistente de Owen, David Clarkson, dichas en su funeral:

Una gran luz ha caído; una eminencia para la santidad, el aprendizaje, cualidades y habilidades. Un pastor; un académico; un sublime de primera magnitud; la santidad dio un divino brillo a sus otros logros. Brilló en todo su curso, y fue suave a través de toda su conversación. No necesito decirles esto a quienes le conocieron y observaron que era su gran intención promover la santidad en el poder, vida y ejercicio de ella entre ustedes. Fue su gran dolor que el poder de ella declinó en medio de los profesores. Fue su cuidado y esfuerzo prevenir o curar decaimientos espirituales en su rebaño. Él era una ardiente y brillante luz, y ustedes por un tiempo se regocijaron en ella: ¡Qué lástima! que fue solo por un tiempo, y ya no podremos seguir regocijarnos en ella.

Clarkson habló correctamente y fielmente, excepto quizás por las últimas 6 palabras. Owen dio luz a la majestad de Dios, la ternura del Padre, la gloria del Señor Jesucristo, el ministerio del Espíritu Santo morando en nosotros, la pecaminosidad del pecado, la grandeza de la gracia, los privilegios de la vida cristiana, y la gloria que ha de ser. Él era ciertamente, como Juan el Bautista, una luz que arde y brilla. Todavía podemos, y nos seguimos regocijando en ella.


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