Cuando la Risa es un Acto de Rebeldía
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Joe Rigney sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Carlos Diaz
Cuando finalmente tengan las buenas nuevas, espero que estén listos. Nunca saben hasta que el momento llegue, hasta que finalmente estén confrontados con la realidad tan esperada.
Hace unas semanas, mi mamá llamó para decirme que la larga batalla de mi padre contra el Alzheimer y el Parkinson estaba llegando a su final. Siete años de memorias desvanecientes, de pérdida de peso, de muerte lenta. Siete años de declive, luego de estancamiento, y luego un declive pronunciado. Siete años de hombros encorvados, manos temblorosas, ojos cada vez más vacíos. Finalmente estaba llegando a su fin.
Memorias de un Padre feliz
No siempre fue así. En las semanas desde que mi padre falleció, he visto fotos y observado videos viejos. Han revitalizado mi memoria de mi padre completo, antes que creciera tenue y debilitado del mundo. Pueden ver la brillantez en sus ojos en cada foto, la sonrisa pícara que te decía que tenía una respuesta y la iba a usar en ti, la facilidad con la cual participaba con todos alrededor suyo.
Me dio mi primera experiencia de verdadera masculinidad. Si se levantaba temprano para preparar el desayuno o tarde para lavar los platos, personificaba la asunción encantada de responsabilidad con sacrificio que es la marca de la virilidad.
Viendo esas fotos me recordó del papá que había perdido: presente y activo, participativo y desvergonzado de sus hijos, feliz y desinteresado. Cuando digo, “Sean la sonrisa de Dios para sus hijos”, mi mente no puede evitar recordar su sonrisa, su presencia, su risa. Lo extraño.
Viviendo bajo la Sombra oscura de la muerte
Al final, mi papá no estaba riendo. Sus ojos estaban casi cerrados, su cuerpo torcido por la devastadora enfermedad, su boca abierta, su respiración agitada. La muerte es fea. No hay nada romántico en ella. Nuestro retroceso instintivo cuando la vemos de cerca nos recuerda que no es natural, que es una maldición. Fuimos hechos para vivir, incluso si, debido al pecado, nacemos para morir.
Cuando tomé la llamada de mi mamá, fui recordado de que la muerte proyecta una gran sombra. Podría sentirla venir a reposar sobre mi casa, sobre mi familia. Como nubes oscuras de penumbra y desesperanza, se convirtió en el aire de mi hogar, sofocándonos con la fetidez de su indetenible realidad.
En ese momento, me enfrenté con una pregunta mordaz: ¿Qué hare cuando vea la sombra oscura de la muerte acercarse, cuando la vea atravesando el aire ante mí como si fuese arrojada de un arco diabólico? Viendo el Último Enemigo (1 Corintios 15:26) en el horizonte, ceñido para la batalla, ¿cómo entonces debería vivir? ¿Cómo no puedo desperdiciar la hora de la partida muy pronta de mi padre?
Dardos ardientes y Dedos a punto de lanzar
Por fortuna, mi padre me había enseñado bien, y estaba listo. A la mitad del embalaje para el largo viaje a casa, tomé a mi hijo menor, lo arrojé sobre la cama, y tuvimos la pelea de cosquillas de nuestras vidas. Nos reímos hasta que nos dolió el estómago. Mi papá puede que no haya sido capaz de reír nunca más. Así que mi hijo y yo nos reímos por él, yo entre lágrimas y lamentos, y él con el ojo despejado del deleite de la infancia. Después de eso, escribí esto:
La muerte vino por la última risa, un dardo ardiente del escamoso puño del Dragón y su cría malvada. Pero mi escudo debilitado y desgastado por las batallas ha capturado la flecha negra y saciado la llama demoníaca. Reiniciaré este perno afilado con gracia traída por la sangre y lo enviaré de vuelta por donde vino. El último acto de Mi Papá será un Acto de Guerra, otro asalto sobre las Puertas Derribadas de la Muerte.
El Dardo de la Muerte del Demonio ha muerto en este escudo de fe. Más que eso, ha sido elevada por mis dedos a punto de lanzar y los repiques de risa que vienen del vientre de mi hijo al aire que fue una vez gobernado sin desafío por el Príncipe Oscuro. Pero el Aire y la Tierra ahora es una zona de guerra, y el Príncipe Oscuro está en retirada. El Hijo del Hombre fue elevado y el calabozo fue echado abajo. Como mi padre, pertenezco a Cristo, y estoy librando la batalla con esta risa, estos dedos, la brillantez en los ojos jóvenes de un nieto de un buen hombre.
Me paro en los hombros de mi padre, y alcanzo el cielo. Mis ojos pueden ver más allá porque su espalda era fuerte. Y ahora elevo a mis propios hijos en mis hombros para que ellos también puedan perseguir el horizonte de la bondad de Dios. Mi papá sembró sus semillas, y yo soy su fruto, uno de muchos. Así que sembraré y sembraré una y otra vez, hasta que venga la Cosecha y todos seamos recogidos juntos. Al final, la Muerte no es más que una sombra, engullida en la brillantez del Día Eterno. Jesús nos ha mostrado el camino: En el mundo de Dios, porque del evangelio, porque la Palabra se hizo carne, porque Dios habitó entre nosotros, la fiel muerte siempre lleva a la resurrección. Y así en pena y en dolor, a través de lágrimas y sollozos, podemos cantar:
Oh ven, en tu Aurora, ven y anima
Nuestros espíritus aquí por el adviento.
Dispersa las sombrías nubes de la noche
Y pon a volar las sombras oscuras de la Muerte.
¡Alégrate! ¡Regocíjate! Emmanuel
¡Vendrá a tí, oh Israel!
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