Cuando no Estás Seguro de Qué Hacer a Continuación
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Natalia Micaela Moreno
Jesús nos guía de muchas maneras diferentes. A veces hace que el siguiente paso se vea claro como el agua. Otras veces, como descubrió Pedro en Juan 21:1-14, sentimos que nos dejan para arreglarnos solos, para luego descubrir que Jesús nos estaba guiando a través de nuestro embrollo.
“Voy a pescar.”
Pedro no sabía qué más hacer. Las últimas semanas habían sido indescriptiblemente intensas con la pesadilla de la crucifixión de Jesús y la maravilla inefable de su resurrección.
Ahora estaba sentado con Tomás, Natanael, Santiago, Juan, y otros dos. Solo estaban esperando. Era desorientador. Jesús no estaba allí y no les había dicho qué hacer a continuación.
Pedro solía saber exactamente qué hacer: preparar las redes y el barco, ir a pescar, tomar lo que atrapó y venderlo en el mercado. La pesca era un trabajo duro y a veces peligroso. Pero Pedro sabía lo que se esperaba de él. El recuerdo de lo familiar fue reconfortante.
Entonces, mientras no supiera qué más hacer, se le ocurrió que también podría hacer algo productivo. Los otros respondieron, “Vamos a ir contigo.” Pedro no era el único inquieto.
Pescaron toda la noche. Echar y tirar. Nada. Echar y tirar. Nada. Probar del otro lado del barco. Nada. Mover el barco. Nada. Un poco más profundo. Nada. Un poco menos profundo. Nada. ¿Dónde están los peces? Nada. ¿De quién fue esta idea? Pueden haber habido una o dos palabras cortantes.
Justo cuando estaba por amanecer, escucharon una voz desde la orilla. “Niños, ¿tienen algún pez?” La exasperada respuesta de Santiago fue: “¡No!” “Echa tu red en el lado derecho del barco y encontrarás algunos.”
Normalmente esto habría sido irritante. Pero estas instrucciones eran familiares. Esto había sucedido antes. Pedro y Juan se miraron el uno al otro y luego arrojaron la red. El repentino peso casi los tiró por la borda. ¡No podría ser! ¡Era! ¡Pescados! ¡Y eran enormes! Ni siquiera podían meter la red en el bote.
Los ojos de Juan eran tan grandes como los de los peces cuando miró a Pedro y dijo: “¡Es el Señor!” Pedro le entregó la red a Natanael, se puso su vestimenta exterior y se zambulló en el mar, dejando que los demás arrastraran la abultada red.
Cuando llegaron a la orilla, encontraron a Jesús preparando el desayuno para ellos. ¡Él ya tenía peces! Amablemente, y tal vez con una burla afectuosa, dijo: “Trae algunos de los peces que acabas de atrapar.” Luego les sirvió el desayuno.
Y "entonces" Jesús dio a Pedro las siguientes instrucciones.
Cuatro Principios en Esta Historia
Este es el antiguo Jesús, siempre liderando y sirviendo gentilmente a sus desconcertados discípulos. Y puesto que los discípulos del siglo 21 nos desconcertamos tan fácilmente como ellos, es bueno para nosotros recordar algunos principios útiles de esta historia.
Primero, esperar a Jesús es una experiencia común para los discípulos. A veces esperamos por dirección. A veces estamos atrapados en un lugar muy difícil esperando liberación. A veces esperamos para entender sus propósitos. A veces esperamos su provisión. El tiempo y los propósitos de Jesús no siempre son claros para nosotros, aunque siempre son lo mejor para nosotros. Así que Él quiere que nuestra fe descanse sobre la roca de su Palabra y no sobre la arena de las circunstancias.
Segundo, cuando no estamos seguros de qué hacer a continuación, como dice Elizabeth Elliott, “haz la siguiente cosa.” Estoy seguro de que los discípulos habían orado por guía durante esos días, pero no habían recibido instrucciones claras. La pesca parecía una buena idea. Al final resultó que era exactamente lo que el Señor quería que hicieran. Jesús los estaba guiando, de manera diferente. Al hacer la siguiente cosa, Jesús los encontró y los dirigió.
Tercero, Jesús está en completo control. Pedro y sus amigos eran pescadores experimentados. Hicieron todo lo posible, pero no atraparon nada. Pero esa mañana descubrieron (de nuevo) que Jesús era soberano sobre sus decisiones, el barco, el mar, los peces y el tiempo.
Cuarto, Jesús siempre nos está sirviendo, incluso cuando no podemos verlo. Él nos sirve de todas las maneras imaginables: desde el pago de nuestros pecados, hasta nuestro llamado, hasta el pez que atrapamos, hasta un desayuno en la playa, hasta nuestro hogar eterno. Jesús ama trabajar para aquellos que lo esperan (Isaías 64:4).
Al seguir a Jesús hay temporadas de desconcertante intensidad y temporadas de desconcertante espera. Él no quiere que entremos en pánico durante ninguna de las dos. Él está en control de ambas. Cuando no entiendas sus caminos, confía en su Palabra.
Y cuando no estés seguro de qué hacer a continuación, haz la siguiente cosa.
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