Deja de Lado el Peso de las Preferencias Egoístas
De Libros y Sermones BÃblicos
Traducción por Natalia Micaela Moreno
Por Jon Bloom
sobre Santificación y Crecimiento
El amor no busca lo suyo (1 Corintios 13:5, LBLA). Qué hermoso concepto para contemplar. Como muchas expresiones del amor bíblico, esta es conmovedora e inspiradora de leer u observar, al menos desde cierta distancia.
Desafortunadamente, en el momento en que somos llamados a ejercer este tipo de amor, no parece o se siente muy encantador; parece confuso y se siente frustrante. Se siente como abnegación.
Yo y Mío
Buscar lo nuestro está entretejido en la tela de nuestra naturaleza caída. Desde la caída, ha sido nuestra orientación predeterminada. Podemos ver esto, incluso desde nuestros primeros días, siempre que algo se interpone en nuestro camino. Buscamos en la cuna y después como niños; buscamos en el parque de juegos y después como adolescentes demasiado confiados; buscamos en la iglesia y en el trabajo; buscamos como padres de niños y después como padres de adolescentes demasiado confiados; buscamos como padres de hijos adultos, y después como jubilados, y después como residentes de asilos. Somos inquietantemente y persistentemente egoístas.
Nuestro egoísmo es un maestro del disfraz, usando mil máscaras para cubrir sus motivos. Nuestro egoísmo es un herrero de las palabras — doblando, dando forma y a veces retorciendo fundamentos de por qué nuestras preferencias son razonables y correctas e incluso justas (y, por supuesto, las mejores). Nuestro egoísmo es un abogado, capacitado desde la infancia en defensa y enjuiciamiento, empeñado en persuadir al juez y al jurado en nombre de su único cliente.
Buscar lo nuestro es el centro de la mayoría de nuestros conflictos, y la base de casi todas las formas en las que los humanos abusan de otros. Esta falta de amor es la fuente de mucho sufrimiento y dolor humano.
Así que ¿por qué encontramos tan difícil dejar de buscar lo nuestro?
Es Difícil Ser Humilde
Primero, es un milagro que una persona inherentemente orgullosa — una que su egoísmo es patológico por naturaleza e infecta todas las áreas de su vida — se convierta en verdaderamente humilde. Por supuesto, hay una gracia común de humildad en el mundo que cualquiera puede exhibir. Pero para ser capaz de vivir según 1 Corintios 13:5, se debe nacer de nuevo (Juan 3:7). Porque el amor no busca lo suyo es un resumen de ocho palabras de Filipenses 2:3–8 (LBLA):
Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás. Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Pablo habla de una expresión distintiva de amor cristiano en ambos 1 Corintios y Filipenses. Este tipo de no buscar lo nuestro viene de tener la misma mentalidad que Cristo tuvo cuando se entregó para ser crucificado por nosotros. Los humanos caídos pueden amarse entre sí y llevar a cabo actos de altruismo (a pesar de que sea lo suficientemente raro como para ser notable cuando ocurre), pero la forma de vivir nuestra vida entera, lo que manda Pablo, requiere una humildad que solo resulta de confiar en el Padre como Jesús confió en el Padre.
¿En Quién Puedes Confiar?
Segundo, es difícil no buscar lo nuestro porque es muy difícil confiar en otros. Ninguno de nosotros conoce toda la extensión de nuestro egoísmo, pero lo conocemos lo suficiente como para estar en guardia contra los demás.
Las personas egoístas naturalmente manipulan a otros para conseguir lo que prefieren, en lugar de querer lo que es mejor para otros. Cuando demasiadas personas egoístas viven juntas, no es seguro. Este no es un mundo en que sea seguro o sabio que se nos ocurran formas de no buscar lo nuestro.
A menos que se tenga un poder lo suficientemente grande, lo suficientemente amoroso, y lo suficientemente justo como para que pueda asegurar y asegure hasta el final que, como dice la canción navideña: “Lo incorrecto fallará y lo correcto prevalecerá.” Ese es el punto de la Navidad. Jesús se volvió humano para traer las buenas nuevas de gran gozo a toda la humanidad, nuevas de que el Padre es capaz y tiene la voluntad, a través de Cristo, de corregir todos los errores.
Jesús vino no solo para proclamar las nuevas, sino para ser el medio por el cual las nuevas son buenas para nosotros. Él vino a demostrar a través de la cruz que todo el que confíe en el Padre como él confió en el Padre descubrirá que el amor impulsado por la fe — amor que no busca lo suyo — vencerá al mundo.
Pero Debemos Buscar, ¿Verdad?
¿Pero acaso Jesús no buscó amorosamente lo suyo cuando llamó a las personas a arrepentirse y reprendió a los líderes religiosos? ¿Y acaso Pablo no buscó lo suyo cuando corrigió a Pedro (Gálatas 2:11–14) e instó a la gente a que lo imitaran a él y no a los otros (1 Corintios 4:16)? No, no lo hicieron.
Jesús sabía que le había sido dada toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18, LBLA). Pero él sabía que la había recibido del Padre y que la exaltación de Jesús resultaría en la mayor gloria para el Padre (Filipenses 2:11). Jesús solo desea hacer lo que el Padre desea. Y cuando experimentó la confusión de la diferencia entre su voluntad y la del Padre, él alegremente se sometió a la voluntad del Padre (Mateo 26:39).
Cuando Pablo reprendió a Pedro, él no estaba buscando lo suyo, sino lo graciosamente de Dios. Y cuando instó a la gente a que lo imitaran, era solo para imitar sus “caminos en Cristo” (1 Corintios 4:17, LBLA). “Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo.” (1 Corintios 11:1, LBLA).
Hay veces en las que como cristianos debemos buscar. Pero en la base de nuestra búsqueda no debe estar lo nuestro — nuestras meras preferencias — sino lo de Dios.
Deja De Lado El Peso
Las preferencias personales no están mal (a menos que sean para algo inherentemente pecaminoso). Pero buscar preferencias personales está mal muy a menudo porque es muy a menudo egoísta. Buscar egoístamente lo nuestro nos carga a nosotros y a los demás con conflictos y desánimo, y causa que otros se tropiecen con bloques de tentación de irritación, enojo, resentimiento, y amargura. Este es el peso del pecado que debemos dejar de lado (Hebreos 12:1). Y la temporada navideña probablemente nos provea con amplias oportunidades.
Cuando las oportunidades se presenten, no debemos esperar que se sientan conmovedoras o inspiradoras, sino más bien como morir para nosotros. En el momento, probablemente nos sentiremos tentados a irritarnos y enojarnos y autocompadecernos primero que todo. No nos sentiremos como no buscando lo nuestro. Pero la recompensa, para nosotros y nuestros seres queridos, es real.
Preparación práctica podría ser memorizar Filipenses 2:3–8 y ensayarlo durante todas nuestras preparaciones y celebraciones de Navidad. Quizás el regalo más significativo que le daremos a alguien este año será preocuparnos por sus intereses en lugar de los nuestros.
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