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Por Vaneetha Rendall Risner sobre Sufrimiento

Traducción por Esther Lequipe

Contenido

Por qué nuestro sufrimiento nunca se desperdicia

Recientemente, una amiga me lastimó con un comentario insensible que hizo. Mi primera reacción fue enojarme y, luego, comencé a catalogar mentalmente una lista de quejas, recordando todas las otras veces que me había herido.

Podría haber terminado allí, pero cuando me encontré con las palabras de A.W. Tozer, comencé a pensar de manera diferente sobre la situación:

Cuando entiendo que todo lo que me pasa es para hacerme más semejante a Cristo, eso resuelve en gran manera la ansiedad.

Todo lo que me pasa es para hacerme más semejante a Cristo. Nada queda excluido. Alegría y dolor. Paz y agitación. Plenitud y frialdad. Sufrimiento y paz. Personas que me quieren y me cuidan. Y personas que me lastiman o me ignoran.

Dios gobierna cada detalle

Ser consciente de que Dios está usando todo para hacerme más semejante a Cristo me hace menos ansiosa. Mis luchas, en Cristo, no son la condenación de Dios (Romanos 8:1). Dios siempre está por mí (Romanos 8:32). Él diseña todas mis circunstancias para mi bien eterno (Romanos 8:28). Todo en mi vida puede dirigirme a Cristo. Efectivamente, así debería ser.

De repente, dejé de preocuparme del comentario de mi amiga y reflexioné sobre por qué Dios podría haber traído esa situación a mi vida. Era una pregunta simple, pero las respuestas revelaron más sobre mi corazón que el de ella. Las acciones de mi amiga fueron una vía para que Dios revelara una capa de pecado en mi vida que, de lo contrario, yo habría pasado por alto. Cuando vi el pecado en mi reacción, pude confesarlo a Dios y arrepentirme.

Cada vez que me siento molesta, frustrada o enojada, quizás Dios me está invitando a examinar mi propio corazón en lugar de enfocar mi atención en lo externo. Quizás mi irritación es una invitación del Señor para profundizar con Él. Dios puede estar haciendo algo mucho más importante y más duradero en mí que lo que me está pasando.

Y dado que Dios gobierna todo lo que me encuentro en mi camino, ninguna experiencia es desperdiciada. Todo se puede usar para buscar mi refugio en Cristo porque, en última instancia, Él hace todas las cosas para bien. Mis circunstancias difíciles pueden cultivar una dependencia en Cristo, enseñarme a orar más fervientemente, darme la oportunidad para el ministerio. Mis éxitos pueden llevarme a alabar y agradecer a Dios; darle la gloria; ver mi pecado de orgullo y confesarlo; conocer la humildad ocupando el asiento bajo incluso siendo el centro de atención. Todo puede ser un trampolín hacia la santidad.

Bienaventurado cuando estás sin salida

Ser lastimado por la falta de consideración de un amigo es un mundo aparte de ser traicionado por un cónyuge o sufrir una enfermedad debilitante, pero la invitación de Dios es la misma. He experimentado las tres pruebas, y puedo testificar que Dios ha usado cada una de ellas, aunque a menudo es a través de las lágrimas, para acercarme más a Él. Y a medida que me acerco, y mi Señor me abraza, me parezco más a Su Hijo.

La interpretación de Eugene Peterson sobre las Bienaventuranzas hace eco de esta idea de forma maravillosa. En la paráfrasis de su Mensaje, Mateo 5:3–4 dice: “Bienaventurado eres cuando estás sin salida. Con menos de ti hay más de Dios y Su gobierno. Bienaventurado eres cuando sientes que has perdido lo que más aprecias. Solo entonces puede abrazarte Aquel que más aprecias.

Bienaventurado cuando estás sin salida. Bienaventurado cuando has perdido lo que más aprecias. A los ojos del mundo, eso parece una locura. Es lo opuesto a lo que el mundo define como "bienaventurado". Para el mundo, ser bienaventurado es tener todo lo que deseas y más. Es hacer que tus sueños se hagan realidad. No es estar sin salida y no es perder todo lo que más aprecias.

Pero en la economía de Dios, ser bienaventurado adquiere un nuevo significado. Somos bienaventurados cuando no tenemos recursos humanos. Cuando no tenemos nada nuestro donde recurrir. Ningún ser humano en quien confiar. Cuando nada parece ir bien. Es entonces cuando Dios y Su gobierno aumentan en nuestra vida. Hay menos de nosotros, y más de Dios. Cuando perdemos lo que más apreciamos en esta tierra, valoramos aún más el abrazo de nuestro Padre celestial. Su abrazo es más apreciado, más precioso, más impresionante que cualquier cosa que pudiéramos haber perdido.

Mira su mano amorosa

Madame Guyon, una escritora católica francesa del siglo XVII, tuvo una vida difícil, marcada por la enfermedad, el abandono y la humillación. A los 16 años, su padre la engañó para que se casara con un hombre que era 22 años mayor que ella y que sufría de gota. Se convirtió en su enfermera y lo cuidó incansablemente, viviendo en la casa de su suegra, incluso después de que esta difundiera mentiras maliciosas sobre su nuera.

Las oraciones de Guyon reflejaron su profunda fe y confianza en el carácter de Dios. Ella escribió: "Oh, Dios mío, hiciste que mi padre me engañara cuando quería ser monja para que me volviera hacia Ti y permitiera que me amaras". También escribió: "Oh, Dios mío, permitiste que mi suegra difundiera esas mentiras sobre mí para que me volviera a Ti con humildad y viera cuánto me amas".

En lugar de amargarse por el dolor que había sufrido, cuestionando la bondad de Dios, eligió ver la mano amorosa de Dios en eso. Ella vio toda su vida como en las manos de Dios y todas sus circunstancias como oportunidades para acercarse a Él. Estaba dispuesta a confiar en Dios por completo y entregarle todo a Él.

Todas las cosas le sirven

Salmos 119:90–91 dice: “tú estableciste la tierra, y ella permanece. Por tus ordenanzas permanecen hasta hoy, pues todas las cosas te sirven”. Todas las cosas Le sirven a Dios. Dios puede, y usará, todas las cosas para cumplir Sus buenos propósitos para el gozo eterno y la gloria de Su pueblo.

Todas las cosas que enfrentamos pueden hacernos más santos. Nuestras molestias pueden revelar nuestro pecado. Las personas que nos lastiman nos dan oportunidades para perdonar. Nuestras dolencias físicas nos enseñan a depender de Dios. Nuestros hijos rebeldes nos entrenan para orar sin cesar. Todo lo que es difícil y parece incorrecto en nuestras vidas es una invitación divina para volvernos hacia Dios.

Para vivir plenamente esa perspectiva, necesitamos estar presentes en cada momento, para buscar activamente y preguntarle a Dios qué es lo que está tratando de mostrarnos. Ser conscientes de que Dios siempre está trabajando en nuestras vidas y confiar en que cada circunstancia puede acercarnos a Él.

Porque todo lo que nos pasa puede hacernos más semejantes a Cristo.


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