Edom caerá

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English: Eagle Edom Will Come Down

© Desiring God

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Por John Piper sobre Cielo & Infierno
Una parte de la serie The Minor Prophets

Traducción por Karla Alvarado


Abdías es el libro más corto del Antiguo Testamento (21 versículos). No sabemos nada acerca del trasfondo del autor. Hay otras 11 personas en el Antiguo Testamento con este nombre, pero no hay evidencia que asocie a este profeta con ninguna de ellas. La profecía fue dada después de la destrucción de Jerusalén en el año 586 antes de Cristo y tiene dos partes principales. Los versículos 1-16 van dirigidos contra Edom (los descendientes de Esaú que vivían al sureste del Mar Muerto), y los versículos 17-21 se centran en la reivindicación de Israel y el establecimiento final del reino de Dios en la tierra. El punto principal de la profecía parece ser que el pueblo oprimido de Dios debe llenarse de valor porque Dios sigue siendo el Maestro justo del universo: los errores serán corregidos en el juicio, y el Juez de toda la tierra gobernará abiertamente un día con todo su pueblo para siempre. Leamos el libro juntos haciendo algunas observaciones explicativas en el camino. Luego nos preguntaremos qué lecciones hay para nuestra vida como cristianos.

Contenido

Juicio contra Edom

El versículo 1 dice: “Visión de Abdías. Así dice el Señor Dios acerca de Edom: Hemos oído un mensaje del Señor, y un mensajero ha sido enviado a las naciones, diciendo: Levantaos y alcémonos contra él en batalla”. Lo primero que el profeta nos dice es que su visión es del Señor, y que se refiere a la nación de Edom, y que hay un mensaje de parte del Señor a las naciones para prepararlos en la batalla contra Edom.

Luego Dios mismo se dirige a Edom directamente en los versículos 2-16. “He aquí, te haré pequeño entre las naciones; despreciado eres en gran manera. La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que habitas en las hendiduras de la peña, en las alturas de tu morada; que dices en tu corazón: “¿Quién me derribará por tierra?” Aunque te remontes como el águila, y aunque entre las estrellas pongas tu nido, de allí te derribaré —declara el Señor”. Aquí el Señor le declara a Edom la causa de su muerte inminente: su soberbia que le ha engañado pensando que está seguro como un águila encima de los alcances de los hombres. Pero Dios declara, “Edom te derribaré”. Luego el Señor describe cuan absoluta será su destrucción.

El versículo 5 dice, “Si vinieran a ti ladrones o salteadores de noche (¡cómo quedarías arruinado!), ¿no robarían hasta que les bastara? Si vinieran a ti vendimiadores, ¿no dejarían rebuscos? ¡Cómo será escudriñado Esaú, y rebuscados sus tesoros escondidos!” En otras palabras, la ruina que Dios traerá sobre Edom será total, no como un ladrón o vendimiadores que siempre dejan algo. El versículo 7 dice: “Hasta la frontera te echarán todos tus aliados; te engañarán, te dominarán los que están en paz contigo; los que comen tu pan tenderán emboscada contra ti. (No hay entendimiento en él).” Los edomitas no tendrán a donde huir, y no tienen ningún conocimiento del hecho de que todos sus antiguos aliados se han vuelto contra ellos. Este es el cumplimiento del versículo 1 donde Dios envía un mensaje a convocar a las naciones contra Edom.

Los versículos 8 y 9 dicen: “¿No destruiré en aquel día—declara el Señor— a los sabios de Edom y el entendimiento del monte de Esaú? Entonces tus valientes serán atemorizados, oh Temán, de modo que todo hombre será cortado del monte de Esaú con muerte violenta”. Temán era un nieto de Esaú y una ciudad principal en Edom; evidentemente, un centro cultural y militar, donde la élite intelectual y militar se reunía. Pero Dios no está impresionado o amenazado: los destruirá en su soberbia, a los sabios y poderosos.

La soberbia de Edom

Luego, en los versículos 10-14 vemos cómo la soberbia de Edom se muestra durante el tiempo de mayor necesidad y humillación de Israel, cuando los babilonios los llevaban al exilio.

Por la violencia contra tu hermano Jacob (es decir al pueblo de Israel), te cubrirá la vergüenza, y serás cortado para siempre. El día que te pusiste a un lado, el día en que extraños se llevaban su riqueza, y extranjeros entraban por su puerta y sobre Jerusalén echaban suertes, tú también eras como uno de ellos. No te alegres en el día de tu hermano, en el día de su exterminio; no te alegres de los hijos de Judá en el día de su destrucción; sí, no te jactes en el día de su angustia. No entres por la puerta de mi pueblo en el día de su ruina. Sí, no te alegres tú de su desgracia en el día de su ruina; no te apoderes de sus riquezas en el día de su ruina. No te apostes en la encrucijada para exterminar a sus fugitivos, y no entregues a sus sobrevivientes en el día de su angustia.

Cuando una persona está atada por la soberbia, toma cualquier oportunidad que pueda para exaltarse a sí misma sobre los demás. Naciones, adultos y niños tienen esto en común: además de la gracia de Dios, tendemos a experimentar placer por el fracaso de otros. Mitiga nuestras insuficiencias y aumenta nuestros éxitos. Edom saboreó la destrucción de Judá, estuvo al margen, se alegró, se jactó, se apoderó, y exterminó a los rezagados.

Abdías y su pueblo sabían que merecían su propia angustia y calamidad. Judá había pecado, y Dios había prometido juicio, como dijo Habacuc. Pero también sabían que Edom era culpable. Más Edom debió haber visto el juicio de Dios sobre Judá y temblar. Debió haberse humillado y haberse arrepentido de su propia soberbia y haberle pedido al Señor misericordia para no caer preso de un destino similar (cf. Lucas 13: 1-5). Sin embargo, en lugar de eso se alegró, y Dios le revela a Abdías que no va a dejar que este pecado quede impune.

Los versículos 15 y 16 dicen: “Porque se acerca el día del Señor sobre todas las naciones. Como tú has hecho, te será hecho; tus acciones recaerán sobre tu cabeza. Como vosotros bebisteis en mi santo monte, así beberán continuamente todas las naciones. Beberán y tragarán, y serán como si no hubieran sido”. Abdías mira hacia el futuro y ve venir el gran y terrible día del Señor, cuando se deba rendir cuentas. Pero, en una perspectiva típica profética, Abdías no distingue entre los juicios históricos más inmediatos de Dios sobre Edom y del último día del juicio al final de los tiempos. El futuro inmediato y el futuro lejano se mezclan en la visión del profeta, pues lo que importa no es tanto el momento del juicio, sino que se logrará justicia: la nación violenta no se jactará para siempre. La recompensa vendrá pronto, y después de eso, todas las naciones le rendirán cuentas a Dios.

Ese es el final de la primera parte, los versículos 1-16. Edom será derribado por su soberbia y violencia.

Esperanza para aquellos en Sion

En la segunda parte, versículos 17-21, Abdías le asegura al pueblo de Judá que en el día del Señor, habrá esperanza para aquellos en Sion. Ya que Judá recientemente había sido llevado al exilio por su incredulidad, y puesto que el juicio venía sobre Edom y las naciones a causa de su soberbia y violencia, debemos asumir que el pueblo que escapa al juicio de Dios es aquel que se humilla y confía en Dios por su misericordia (como lo dice Habacuc en 2:4). Así que la segunda parte del libro ofrece la esperanza de salvación al resto de Israel, y promete que al final, el reino no le pertenecerá a los babilonios ni a los edomitas, sino al Señor.

Los versículos 17-21 dicen:

Pero en el monte Sion quedará un remanente, y será lugar santo, y la casa de Jacob volverá a tomar sus posesiones. Entonces la casa de Jacob será un fuego, y la casa de José una llama, y rastrojo la casa de Esaú. Los quemarán y los consumirán, y no quedará sobreviviente alguno de la casa de Esaú—porque el Señor ha hablado. Entonces los del Neguev poseerán el monte de Esaú, y los de la Sefela la llanura de los filisteos; poseerán también el territorio de Efraín y el territorio de Samaria, y Benjamín poseerá Galaad. Y los desterrados de este ejército de los hijos de Israel que están entre los cananeos hasta Sarepta, y los desterrados de Jerusalén que están en Sefarad, poseerán las ciudades del Neguev. Y subirán libertadores al monte Sion para juzgar al monte de Esaú, y el reino será del Señor.

Las promesas hechas hace mucho a Abraham, Isaac y Jacob, que ellos y sus descendientes poseerían la tierra, no serán en vano.

Desde nuestra perspectiva con el Nuevo Testamento podemos ver cuánto mayor será el cumplimiento de lo que Abdías vio. El pueblo de Dios no ha de limitarse al remanente judío sino que ahora acoge a todos los que confían en Cristo. “No hay judío ni griego … porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa” (Gálatas 3:28, 29). Y no sólo es el pueblo de Dios más grande de lo que Abdías previó, sino el cumplimiento de la tierra prometida es más grande. Pablo dice en Romanos 4:13 que los descendientes de Abraham heredarán el mundo, no sólo un territorio oriental, cerca de Palestina. Y Jesús dijo: “Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra” (Mateo 5:5).

¿Y no está esto implícito al final de Abdías? Él cierra con las palabras, “y el reino será del Señor”. ¿Podemos realmente imaginar que Dios establecerá su propio reino definitivo de tal manera que sólo gobernaría sobre una parte de la tierra? No. Como lo dice Salmos 22:28, 29: “Porque del Señor es el reino, y El gobierna las naciones. Todos los grandes de la tierra comerán y adorarán; se postrarán ante Él todos los que descienden al polvo”. Arrepentíos, el pueblo de Israel que honra a Cristo tendrá su tierra, pero será sólo una pequeña provincia en el reino mundial del Señor. Y como todas las otras provincias, será compartida libremente con gente de toda lengua y tribu y nación que han aceptado a Jesús como Salvador y se han sometido a él como Rey.

Cinco lecciones

En conclusión, permítanme señalarles cinco breves lecciones que afectarán la forma en que vivimos. Primero, Dios gobierna este mundo en este momento y dirige el curso de las naciones y de la historia según le plazca. Si esto no fuera así, no podría prometerle a Judá que derribaría a Edom y establecería a Jacob. Ningún cristiano debería temer que el mundo se está saliendo de control y dirigiéndose hacia una catástrofe sin sentido. Podemos sentirnos completamente desubicados, pero no temáis, Dios se sienta serenamente más allá de lo que entendemos, y toma acción sobre los que hicieron que el mundo llevara las riendas.

Segundo, la soberbia es engañosa. El versículo 3 dice: “La soberbia de tu corazón te ha engañado”. La soberbia nos hace pensar que somos independientes, autosuficientes, invulnerables. La soberbia se basa en una mentira. La persona que cede a la tentación de la soberbia, entrega su capacidad de pensar y sentir y actúa sin engaño. La soberbia distorsiona todas las áreas del pensamiento y de la vida. Mi propia convicción es que gran parte de nuestra confusión ante cuestiones morales y teológicas es debido a las distorsiones causadas por nuestra soberbia, y no por la complejidad del asunto.

Tercero, Dios abomina la soberbia y la derribará. El versículo 4 dice: “Aunque te remontes como el águila, y aunque entre las estrellas pongas tu nido, de allí te derribaré —declara el Señor”. O como dice Jesús en Lucas 16:15: “porque lo que entre los hombres es de alta estima, abominable es delante de Dios”.

Cuarto, por lo tanto, las naciones e individuos soberbios cosecharán lo que siembren. El versículo 15 dice: “Como tú has hecho, te será hecho; tus acciones recaerán sobre tu cabeza”. Si en nuestra soberbia elegimos vivir sin Dios, él nos concederá nuestra independencia en el día del Señor. Y no será nuestro refugio o nuestra justicia en ese día, y nuestra confianza en sí mismos será como una pluma en un huracán cuando la ira de Dios se revele desde el cielo (cf. Salmo 76:7).

Quinto, Dios ha creado una vía de escape y salvación de su ira. El versículo 17 dice: “Pero en el monte Sion quedará un remanente, y será lugar santo”. Los que han huido de la maldad de la soberbia a la santidad de la humildad encontrarán refugio en el día del Señor. Sion, la ciudad de Dios, será un lugar santo porque no estará lleno de aquellos que nunca pecaron, sino de quienes se han quebrantado y humillado por su pecado y se entregan a Jesús a causa de su misericordia y han llegado a amarlo más que a cualquier cosa y a cualquier persona en el mundo, porque “él nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros”.


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