El Culto a Si mismo y el Mandamiento de Jesús
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper sobre Consejería Bíblica
Traducción por Violeta Luna
Había una vez un ninfa llamado Narciso
Que pensaba de si mismo muy amorosamente
Tontamente miraba
Su cara en una piscina
Y su insensatez se encuentra todavía con nosotros.
Uno de los elementos más notables del espíritu de esta década es que el pecado fundamental ya no es el no darle la honra a Dios y agradecerle, sino más bien el no valorarse a si mismo. La humillación personal, y no la humillación frente a Dios, es el mal definitivo. Y el lamento para la liberación de este mal no es, “Oh hombre miserable soy, ¿quién me librará?” Sino más bien, “Oh hombre digno que soy, ¡Si tan solo pudiera verlo mejor!”
Hoy en día, el primer y más importante mandamiento es, “Te amarás a ti mismo.” Y la explicación normal de casi todo problema interpersonal es rastrear el origen a la baja autoestima de alguien. Una verdadera avalancha de sermones, artículos y libros ha promovido profundamente esta idea en la mente Cristiana. Una congregación extraña, sería por ejemplo, la que no tropieza con la llamada “teología del gusano” de Isaac Watts’ “Ay! ¿Sangró mi Salvador?”:
¿Entregaría esa sagrada cabeza
por un gusano como yo?
Durante diez años el culto al yo (como Thomas Howard lo llama) ha estado expandiéndose a una rapidez fenomenal y sus miembros profesionales aprovechan cada oportunidad que tienen para poner un espejo frente a nosotros y decirnos que nos ha de gustar lo que vemos. Mi preocupación en todo esto no es meramente que lo considero como un cambio antibíblico del centro de atención desde Dios al hombre como el objetivo de la redención (ver Ezequiel 36:22-32), sino también la escasez de oposición a la proliferación de este culto. Por lo tanto este articulo debe ser tomado como un pequeño voto contra el culto a la autoestima.
Quizás el texto de prueba más comúnmente usado en expandir el mensaje de la autoestima es “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18; Lucas 10:27 par. Romanos 13:9; Gálatas 5:14; Santiago 2:8; ver, por ejemplo, Walter Trobisch, “Interior inferior,” (título en ingles ‘Inferior Interior’, Eternity, Abril, 1976, pp. 19f)). El propósito de este articulo es tratar de mostrar que este mandamiento bíblico no ofrece sustento al culto de la autoestima. Es casi siempre mal interpretado en los escritos del culto.
Ya en los días de Jesús este mandamiento encontró malentendidos. Esto es claro en la narrativa de Lucas (10:25-37). ¿Habrá alguna conexión profunda entre la antigua mala interpretación y la nueva? Para saberlo, debemos investigar ambos. El error antiguo se encontraba en el término “vecino” y fue expuesto por Jesús en la Parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:29-37). El error moderno encuentra en el término “como a ti mismo” y, hasta donde yo se, no ha sido públicamente desafiado.
Primero miremos a la mala interpretación antigua. En Lucas 10:26 un abogado le había preguntado a Jesús qué debería hacer para heredar la vida eterna. Pero de acuerdo a Lucas la pregunta no es sincera. Hay un motivo ulterior. El abogado no está buscando la vida eterna, está buscando probar a Jesús. Bajo la apariencia de una pregunta personal le hace una prueba académica a Jesús, con la expectativa de atraparlo en alguna contradicción herética al Antiguo Testamento. Luego Jesús, con el propósito de exponer la hipocresía del hombre, le devuelve la pregunta, “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo la lees?” El hombre responde, “Amarás a Dios con todo tu ser y a tu prójimo como a ti mismo.” Y Jesús simplemente está de acuerdo.
Pero ahora el intérprete de la ley se encuentra en un problema. Es evidente a todos que el ya sabía la respuesta a su pregunta, “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” Y es obvio que su motivo al formular la pregunta debe haber sido algo diferente a lo que parecía. Ahora todos podían ver que él no era sincero, era hipócrita, y culpable de la injusticia del engaño. ¿Qué haría ahora? Correr avergonzado como el Apóstol Pedro y llorar amargamente sobre su pecado? O, ¿Buscaría salvar la cara –junto con diez millones de seres humanos antes y después de él- o como Lucas lo pone, justificarse a sí mismo?
Versículo 29: “Pero queriendo él justificarse a sí mismo, dijo a Jesús:…” Y luego viene el error ligado al término, “prójimo”: “Y quién es mi prójimo?” Hay una mal entendimiento tan grande con respecto a las demandas de Dios en esta pregunta, que Jesús no lo respondería. ¿De dónde venía este mal entendimiento?
Muy a menudo nuestro mal entendimiento de la palabra de Cristo no se debe a tropiezos intelectuales inocentes o a la falta de información, sino que brota de una profunda falta de disposición a someterse a las demandas de Dios. En otras palabras, una disposición del corazón que desea determinar sus propios asuntos, mantener su propio orgullo, y asegurar el valor y la gloria de parte de los hombres, inevitablemente torcerá las palabras de Jesús para sustentar su propia autoestima. La maldad del corazón humano normalmente precede y provoca muchas de nuestras aparentes confusiones intelectuales y abusos de la Escritura.
Cuando Jesús le dijo al intérprete de la ley que la respuesta a su pregunta era la correcta, salió a luz la hipocresía de este. Al amenazarse su reputación y por la preocupación de si mismo, el pecado de la auto-justificación se disparó, el pecado tomó el mandamiento de Dios y engañó al intérprete de la ley para que pensara que el problema no era su propio orgullo y carencia de disposición a arrepentirse y obedecer sino que en realidad era la ambigüedad de la palabra, “prójimo”. La pregunta, “¿Quién es mi prójimo?” es simplemente, por lo tanto, una artimaña para salvar su prestigio.
Otra manera de formular la pregunta del intérprete de la ley sería “Maestro, ¿a quién no tengo que amar? ¿Qué grupos en nuestra sociedad están excluidos de este mandamiento de amar a mi prójimo? Seguramente los Romanos, los opresores de la gente escogida de Dios, y sus ayudantes despreciables, los cobradores de impuestos, y esos mestizos Samaritanos, -seguramente estos grupos no están incluidos en el término prójimo. Tan sólo dime cuál es mi prójimo, Maestro, para que cuando examine los diferentes candidatos para recibir mi amor, me asegure de escogerlo solamente a él.”
Jesús no tuvo nada que ver con este tipo de pregunta. En lugar de responderla abiertamente- lo que era realmente imposible- Jesús cuenta un parábola, la Parábola del Buen Samaritano. Es una historia familiar, quizás muy familiar. Un hombre, probablemente un judío, está en el camino de Jerusalén a Jericó cuando los ladrones lo atacan. Lo desnudan, le golpean, y lo dejan medio muerto al lado del camino. Después pasa un sacerdote y más adelante un Levita, y cuando ellos ven al hombre, se van por otro lado. Luego pasa un Samaritano y cuando vio al hombre herido sintió compasión por él. Se acercó y le curó las heridas, usando su propio aceite y vino. Entonces lo puso en su propia bestia, lo llevó a una posada, y lo cuidó hasta el día siguiente. Después pagó con su propio dinero al mesonero para que lo cuidara y le dijo que pasaría a su regreso para pagarle la diferencia si no hubiera sido suficiente.
Luego Jesús le hace la misma pregunta al intérprete de la ley como hizo antes. Pero esta vez es una pregunta diferente a la que el intérprete había realizado. Jesús pregunta, “¿Cuál de estos tres te parece que se convirtió en prójimo para el que cayó en medio de los ladrones?” El intérprete de la ley responde, “El que le mostró misericordia.” Jesús le responde, “Ve y haz tú lo mismo.”
El punto de la parábola de Jesús era mostrar que la maniobra del intérprete de la ley de salvar su prestigio justificándose así mismo al pedir una definición de “prójimo,” era simplemente esquivar el verdadero tema, concretamente, el tipo de persona que él mismo era. El problema del intérprete de la ley no era la definición de ‘prójimo’, su problema –y el problema de todo hombre –era llegar a ser el tipo de persona que, debido a la compasión, no podría pasar de largo por camino. No existe un corazón verdaderamente compasivo o misericordioso que pueda quedarse ocioso mientras que la mente escudriña a un candidato que está en sufrimiento para ver si encaja en la definición de prójimo.
Si el intérprete de la ley hubiera comprendido la intención del mandamiento de Dios, habría visto lo irrelevante de su pregunta acerca de quién era su prójimo. La intención de Dios es llamar a ser un hombre cariñoso, compasivo, misericordioso, cuyo corazón se mueve irresistiblemente a la acción cuando hay sufrimiento cerca de él, un hombre que interrumpe su horario, se arriesga a la vergüenza, usa su propio aceite y vino y pone su propio dinero para la salud de un desconocido. Sé esa persona, dice Jesús, y heredarás la vida eterna: benditos los misericordiosos pues ellos recibirá misericordia.
Esa es la manera en que el mandamiento, “Ama a tu prójimo como a ti mismo,” fue mal entendido en los días de Jesús y cómo Jesús respondió. Ahora volvamos al malentendido moderno popularizado en el culto a la autoestima. Mientras el error antiguo estaba ligado al termino “prójimo”, el moderno lo está al término “como a ti mismo.”
Esta interpretación de las palabras “Ama a tu prójimo como a ti mismo,” tiene dos supuestos acerca de las palabras “como a ti mismo.” Primero, las palabras “como a ti mismo” son entendidas como un mandamiento en lugar de una declaración. Esto es, se supone que Jesús está llamando a la gente a amarse a si mismos para que ellos puedan entonces amar a otros como se aman a si mismos. Segundo, este amor de uno mismo que Jesús está pidiendo se entiende como equivalente a la auto estima, la aceptación a uno mismo, teniendo una imagen positiva de uno mismo o algún otro concepto orientado sicológicamente. (Ver por ejemplo R.L. Pavelsky, “El Mandamiento de Amor y el Psicólogo Clínico,” (titulo en inglés ‘The Commandment of Love and the Clinical Psychologist’, Studia Biblica et Theologica, Marzo, 1973, pp.63f.) Los que proponen esta interpretación establecen dos supuestos juntos como este: no todo el mundo tiene una auto estima alta; por lo tanto, su primera tarea en obediencia a Jesús es tener una autoestima alta para poder cumplir la segunda mitad del mandamiento, amar a otros como ahora se aman a ellos mismos.
¿Es esto lo que Jesús quería decir con el mandamiento, “Ama a tu prójimo como a ti mismo”? Pienso que no. Esas dos suposiciones están atadas y dependen una de la otra, vamos a examinarlas juntas para ver si el texto las incluye.
Gramaticalmente es imposible entender las palabras “como a ti mismo” como un mandamiento. Cuando pones el verbo el mandamiento se lee simplemente: “Amaras a tu prójimo como ya te amas a ti mismo.” En otras palabras, Jesús no esta pidiendo el amor a uno mismo; el está asumiendo que ya existe. Hasta ahora de lo que sabemos, Jesús nunca consideró que podía haber alguien que no se amara a si mismo. Para él era algo que viene dado con la humanidad. Tal como las chispas vuelan hacia arriba, los seres humanos se aman a si mismos. Para usar las palabras de Pablo en Efesios 5:29, “Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida.”
Ahora si este es el caso llega a ser evidente que el amor a uno mismo del que Jesús está hablando es muy diferente del concepto de autoestima que se atribuye como su significado. Hay mucha gente con poca autoestima y pobre autoimagen, pero el amor a uno mismo, como Jesús lo entiende, no tiene nada que ver con eso. Para mostrar a lo que Jesús se refiere por amor a uno mismo, podemos formular la siguiente pregunta: ¿Es razonable asumir que la palabra “amor” tendrá el mismo significado en las dos mitades del mandamiento, “¿Amar a tu prójimo como a ti mismo?” Jesús dice claramente en la primera parte lo que significa “amor” para él. Significa interrumpir tu horario, y usar tu aceite, vino y dinero para alcanzar lo que piensas que es mejor para tu prójimo. Significa tener un corazón que está dispuesto a buscar el bienestar de la otra persona.
Ahora si estamos en lo correcto, en que no hay razón para asignar un significado nuevo y diferente a la palabra “amor” en la mitad del mandamiento de “como te amas a ti mismo”, el significado que sigue es este: “Debes buscar el bienestar de tu prójimo, tal como naturalmente buscas tu propio bienestar; o alimentar y cuidar a tu prójimo necesitado tal como por naturaleza te alimentas y cuidas de ti mismo.”
Otra manera en la que Jesús dijo esencialmente las mismas cosas fue, “todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos.” “ Haced vosotros con ellos” corresponde a, “Ama a tu prójimo.” “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres” corresponde a “como te amas a ti mismo.” El amor a uno mismo es por lo tanto definido en la Regla de Oro por el deseo que tenemos de que otros nos hagan bien.
En resumen, entonces, el mandamiento “Ama a tu prójimo como a ti mismo” en primer lugar no ordena sino que presupone el amor a uno mismo. Todos los hombres se aman a sí mismos. En segundo lugar, este amor a uno mismo del cual Jesús habla no tiene nada que ver con la noción común de autoestima. No significa tener una buena imagen de si mismo o sentirse especialmente contento con uno mismo. Significa simplemente desear y buscar el bienestar de uno mismo.
Y debemos notar que el punto de Jesús no se ve afectado por el hecho de que mucha gente en el mundo tiene una noción terriblemente distorsionada de lo que es bueno para ellos. Un hombre puede encontrar su bienestar en una botella de whiskey o en sexo ilícito o en una motocicleta rápida; pero todos los hombres tienen en común que ellos desean y buscan lo que piensan, por lo menos en el momento de escoger, que es mejor. Por eso, Günther Bornkamm, esta en lo correcto cuando dice, “Somos muy hábiles en el amor a nosotros mismos; sea en una pasión egoísta o en una reflexión fría, sea originada por el instinto ciego o por algún ideal, deseamos nuestro propio ser” (Jesus of Nazareth, New York: Harper & Row, 1960, p. 113).
Sólo cuando uno ve “el amor a uno mismo” a la luz de lo dicho, se entenderá realmente la tremenda fuerza del mandamiento, “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Jesús está diciéndole al intérprete de la ley : date cuenta de cuánto te amas a ti mismo, cómo buscas el mejor sitio en la sinagoga, cómo buscas ser visto orando en las calles, cómo ejercitas todo el rigor para mantenerte puro; sí, tienes una preocupación por tu propio bienestar. Ahora mi mandamiento es este: toma todo este celo, todo el ingenio, toda esa perseverancia y con ello busca el bienestar de tu prójimo.
Y con eso Jesús llega al punto medular de todo estilo de vida meramente egoísta. Toda nuestra auto búsqueda innata se convierte en nuestra medida de entrega personal. ¿Buscamos satisfacer nuestra hambre? Entonces debemos, con la misma urgencia de vida o muerte alimentar a nuestro prójimo. ¿Anhelamos ser promovidos en la compañía? Entonces, debemos buscar maneras de dar a otros las mismas oportunidades y motivarlos en el deseo de lograr su avance. ¿Nos encanta tener la mejor nota en las pruebas? Entonces debemos enseñar a los estudiantes con dificultades y que tengan los mismos deseos. ¿No nos gusta cuando se burlan y se ríen de nosotros? Entonces que nunca nuestros labios pronuncien una palabra injuriosa, sino mas bien palabras de aliento.
Para resumir, la confusión antigua del mandamiento, “Ama a tu prójimo como a ti mismo,” fue el intento del intérprete de la ley de restringir el significado de “prójimo” a un determinado grupo y mediante eso levantar una pregunta que cubriese el verdadero problema, es decir, su fracaso en ser realmente el tipo de persona a la que el mandamiento se refería –una persona cuyo corazón compasivo no le permitiría nunca cruzar al otro lado del camino.
La confusión moderna de este mandamiento, que más prevalece dentro del culto al ego, es la noción bastante común de que Jesús no está suponiendo sino ordenando el amor a uno mismo y que ese amor a uno mismo es equivalente a la auto estima, un concepto positivo de si mismo y similares. He tratado de mostrar que el mandamiento de Jesús no ofrece ningún sustento a todos los que promueven la auto estima. Jesús no ordenó sino que dio por hecho que la gente se ama a si misma; y el significado de este amor personal, como es visto en el contexto, la Regla de Oro, y Efesios 5:28ss, es que todos los hombres desean y buscan lo que piensan es lo mejor para ellos. Esta corriente humana universal luego llega a ser la regla con la que se debe medir todo amor sacrificial.
Me parece que hay muy poca diferencia entre la auto justificación que provocó el error del intérprete de la ley y el deseo por la autoestima que es parte y porción del error más moderno. ¿Cuán íntimamente cercanos se encuentran los dos errores?, es algo que dejaré a la ponderación del lector.
Como yo lo veo, el significado del mandamiento, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo,” es éste: nuestro Señor quiere llamarnos a ser hombres y mujeres amorosos, compasivos, misericordiosos, cuyos corazones los lleven irresistiblemente a la acción cuando vean sufrimiento a su alcance. Y para ese fin el requiere que ellos una y otra vez se pregunten a si mismos: ¿Estoy deseando y buscando el bien temporal y eterno de mi prójimo con el mismo celo, ingenio y perseverancia que busco mi propio bien?
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