El Don Misericordioso De La Desesperación
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Javier Matus
No subestimes el poder de la desesperación para que haga el bien por tu alma.
Hace un par de años escuché un sermón de un amigo que dirige un equipo misionero que se ha plantado en una de las naciones menos alcanzadas del mundo. Las estimaciones más optimistas del número de cristianos indígenas en esta nación son menores que el número de personas que asisten a la Iglesia Bautista de Bethlehem en un domingo por la mañana. Mucho menor.
Cuando lo escuché predicar, fue como escuchar al autor de Hebreos. Este hombre había sabido en lo que se estaba metiendo. Anteriormente, él había plantado una iglesia en esta nación. El costo de seguir a Jesús allí es alto. Una buena semana es cuando nadie de la iglesia ha sido golpeado.
Estos hermanos y hermanas están experimentando un “gran combate de padecimientos” (Hebreos 10:32). Enfrentan violencia, saqueo de propiedades, herejías, divisiones e inmoralidad. Ellos tienen la mayoría de los problemas de la iglesia que leemos en las epístolas. Sus tribulaciones los hacen clamar a Dios porque sienten su necesidad desesperada por Él.
Escuchar a este misionero nos dejó a la mayoría de nosotros los cristianos estadounidenses preguntándonos si podríamos aguantarlo.
Pero la prosperidad puede ahogarnos hasta matarnos
Y eso es desconcertante. Porque el Nuevo Testamento nos enseña que si nuestro tesoro realmente está en el cielo o no, se ve más claramente cuando nos cuesta nuestros tesoros terrenales para obtenerlo. Pero los cristianos estadounidenses viven en la nación más próspera de la historia mundial y en la que cuesta muy poco ser cristiano. Este ambiente puede ser mortal para la fe.
Jesús dijo que “el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la Palabra, y Se hace infructuosa” (Mateo 13:22). La prosperidad tiene un poder extraordinario para disipar el celo y la energía y el enfoque de la misión y la disposición al riesgo. Pero su poder es sutil. No nos llega con la amenaza clara y enfocada de la oposición directa. En cambio, nos ofrece innumerables opciones para buscar el entretenimiento y la conservación de la salud y el avance de la carrera y la seguridad financiera y las mejoras en el hogar y las maneras de procurar un futuro prometedor para nuestros hijos.
La prosperidad puede hacer que la fe muera mil muertes. El sufrimiento tiene una tendencia a impulsarnos a la Palabra por la desesperación por Dios que limpia el desorden. La prosperidad tiende a ahogar la Palabra y entumecer nuestro sentido de desesperación.
Y es la falta de un sentido de desesperación por Dios que es tan mortal. Si no sentimos nuestra profunda necesidad de Dios, no solemos clamar a Él. El amor por este presente siglo se manifiesta de manera casi imperceptible, como una lepra espiritual, dañando las terminaciones nerviosas espirituales para que no sintamos ocurrir la erosión y la descomposición, a veces hasta que es demasiado tarde.
Ora por la misericordia de la desesperación
Así que, debemos orar y ayunar y apoyar a nuestros hermanos y hermanas que sufren mientras luchan contra las enfermedades que pueden surgir de la dura adversidad. No minimizo ni romantico las duras luchas que soportan.
Pero también debemos orar y ayunar para que Dios nos libere de las enfermedades que provienen de la prosperidad. No somos rival para su poder de ahogar. Necesitamos a Dios desesperadamente. Y sentirlo es un don invaluable. Cualquier cosa que nos lleve a depender de Dios, incluso si es “un mensajero de Satanás” (2 Corintios 12:7), se convierte en un medio de gracia para nosotros.
Si Dios ha permitido en tu vida algún dolor exquisito, alguna carga difícil, alguna lucha, alguna angustia en el lugar secreto que con frecuencia te lleva hacia Él, a veces con fuertes clamores y lágrimas porque sientes tan desesperadamente tu necesidad de Él, no lo escatimes (Hebreos 5:7). Es probablemente un don de una misericordia más grande de lo que piensas. Puede ser tu liberación del ahogamiento.
Padre celestial, haz lo que sea necesario para mantenernos desesperados por Ti para que el engaño del pecado no endurezca nuestros corazones (Hebreos 3:13). Y concede a nuestros hermanos y hermanas que están sufriendo la misericordia de la gracia sustentadora. Mantennos fieles fortaleciendo nuestra fe. Y ayúdanos a seguir orando unos por otros. En el nombre de Jesús, amén.
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