El Pacto de Noé y la Guerra Nuclear
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Guerra
Una parte de la serie Taste & See
Traducción por Javier Matus
Después del diluvio, Noé se afirmó como un nuevo Adán en un mundo vacío. Se le dio la bendición y el deber del primer Adán: “Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra” (Génesis 9:1). El primer Adán había llenado la tierra: “Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia.” Eso no era lo que Dios quiso decir. Quiso decir: ¡Llenen la tierra con Mi gloria! “La tierra será llena de la gloria del Señor” (Números 14:21).
La tierra será llena de la gloria de Dios cuando la gente, en la imagen de Dios, caminen por fe y cubran la faz de la tierra. Esta fue la misión de Noé: “Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra —con espejos humanos de la gloria de Dios.”
El asesinar a un ser humano es un ataque contra Dios. El asesinato es apagar con presunción una lámpara potencial de la gloria de Dios. Es rebelión en contra de la imagen de Dios y del propósito de Dios.
¿No significa esto que toda ejecución y la guerra son erróneas, además del asesinato? En Génesis 9:6, Dios llega a una conclusión diferente: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre.” Esto parece significar que el tomar la vida de un asesino afirma, en vez de atacar, la imagen de Dios en el hombre. Esto no resuelve la cuestión de la pena capital y la guerra, pero sí significa que no se pueden oponer simplemente con el principio de que todo matar está mal. En algunos casos, Dios inviste al hombre con esta terrible responsabilidad.
Pero la guerra nuclear, especialmente entre las grandes potencias, se encuentra en una clase por sí misma. Ni por lo más remoto de la imaginación el matar poblaciones enteras de civiles puede venir bajo la cobertura de “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada.” Al contrario, la aniquilación indiscriminada de miles o millones de portadores de la imagen de Dios es un asalto flagrante contra Dios y Su voluntad revelada que los cristianos no deben participar en el acto. Las armas nucleares no son por lo general dirigidas a destruir ejércitos que tienen como objetivo matar. Están dirigidas a desmantelar una sociedad. Me es difícil clasificar a los ciudadanos promedio de Moscú, Leningrado, Odessa, Stalingrado o Gorkiy como homicidas a quienes el matarlos afirmaría la imagen de Dios. Al contrario, la contemplación de semejante matanza probablemente nos coloca en la categoría de los homicidas de primer ataque que pierden el derecho a la vida.
Esto no resuelve la cuestión de si tener o cómo desplegar armas nucleares. Pero sin duda nos da la dirección para la oración y la acción. Génesis 9:6 requiere que hagamos nuestra parte para evitar la guerra nuclear y hacer la paz.
2) El Pacto de Noé sugiere firmemente que Dios no permitirá un holocausto nuclear que deje unas pocas personas en la tierra para empezar de nuevo. El Señor dice en Génesis 8:21, “Ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho.” Esto sólo puede significar que tal diluvio no vendrá de nuevo. Pero el siguiente versículo sugiere más: “Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche.” Esto parece llevarnos más allá del diluvio a cualquier cataclismo que distorsionaría en gran manera el curso de la naturaleza como para hacer la vida imposible.
Sin duda, el mundo como lo conocemos tendrá su fin (2 Pedro 3:10; Apocalipsis 21:1). Pero cuando termine, será reemplazado por un nuevo cielo y una nueva tierra. El Pacto de Noé parece descartar la devastación universal aparte de la venida de Cristo. Tengamos cuidado de no suponer que el día del Señor vendrá con una lluvia de ojivas nucleares. Mi opinión es que el golpe en la venida de Cristo hará que nuestras armas parezcan granadillas y petardos. ¡Ay de nosotros si tratamos de acelerar su venida haciendo la guerra en vez de la paz! Incluso si tenemos éxito, nos encontraremos en el lado equivocado en Su venida: solamente los pacificadores son hijos de Dios (Mateo 5:9). Hay una manera de “acelerar” Su venida: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Y de acuerdo con 1 Timoteo 2:1-4, la paz hace el mejor camino para la evangelización, no la guerra.
Haciendo la paz y discípulos,
El Pastor John
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