El Poder de Dios y el Razonamiento “Pro-Elección”
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Aborto
Una parte de la serie Taste & See
Traducción por Javier Matus
Durante aproximadamente una hora, a través de los barrotes de mi celda, el 30 de octubre, hablé sobre el aborto con el enfermero de la prisión. Dejó la Iglesia Católica por causa del control de la natalidad y se hizo “presbiteriano”. Él no estaba dispuesto a hablar acerca de ponerse bien con Dios, pero estaba dispuesto a hablar de mis ideas “ridículas” sobre el aborto.
Conocía bien la maldad y la miseria de nuestra sociedad. Habló de bebés de cocaína y bebés de SIDA. Habló de las mujeres en la cárcel que se embarazan una y otra vez, olvidándose de cuántas veces lo hacen, y usualmente estaban drogadas. Habló de los 23 niños por mes en [el Hospital] St. Joseph’s sacados de casas abusivas o de drogas, pero no se pueden adoptar porque se necesita la aprobación de los padres para adoptarlos. El aborto, dijo, por lo menos alivia parte de esta miseria. A lo que respondí: “El matar a la gente no es una buena manera de aliviar la miseria”.
Al principio dijo: “Ustedes siempre usan lenguaje emocional, como ‘matar’”. Pero antes de que terminara la hora, había concedido casi todo. Él estaba dispuesto a decir, sí, los no-nacidos son personas humanas, el aborto es matar a un niño, disminuye el valor de la vida, conduce a la eutanasia y a la experimentación del tejido fetal, está mal, “No conseguiría uno para mi esposa”, etc. Pero insistió en que el derecho de una mujer a abortar debe protegerse a prácticamente toda costa.
¿Qué podría decir? Ningún argumento podía tocarlo. Él había concedido todos los hechos que yo pensaba llevarían a una posición pro-vida. Los no-nacidos son personas humanas. El abortarlos es matar. Incluso está “mal”. Pero lo que llegué a ver es que nada de esto tenía peso alguno contra un artículo dominante de fe en su mente. El derecho de las mujeres a elegir el aborto funciona en su mente como un absoluto —no es discutible. Es un artículo de fe. Incluso dijo, “Esta es mi creencia” de una manera muy solemne.
Yo estaba desconcertado. Le pregunté: “¿Hay alguna otra área de la vida en la que admitas la personalidad humana de alguien, pero le des a otras personas el derecho absoluto de tratar a la primera persona de la manera que quieran, incluso hasta el punto de matarlo?” “No. Sólo aquí”. “Pero, ¿por qué?” me maravillé. “Es mi creencia”, dijo. El “derecho a elegir” de la mujer (para matar a su hijo) es el valor supremo y definitivo. No puede ser tocado por ningún razonamiento o hecho. Es dios.
Cuando se fue, me quedé atónito ante el poder y la irracionalidad del mal. No había manera de atravesarlo. La matanza de niños (¡él permitió la frase!) es permisible si el niño está en el útero. Razón: el derecho absoluto, indiscutible, supremo de una mujer a hacer lo que ella desea con su “embarazo” (= niño).
Lo que este encuentro me ha hecho pensar una y otra vez es la necesidad del poder divino en la evangelización y el compromiso social. Pablo dijo: “Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:4-5).
Pero, ¿qué tipo de poder podría atravesar y despertar a este enfermero y ganar su obediencia a Cristo? Romanos 15:18-19: “Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios”.
En necesidad de poder,
El Pastor John
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