El difícil hábito de estar quietos

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English: The Difficult Habit of Quiet

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Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Andrea Llave Nuñez


El hábito de estar quietos hoy puede ser más difícil que nunca. No me malinterpretes: siempre ha sido difícil. El auge y la difusión de la tecnología, sin embargo, tiende a expandirse aún más.

Ahora que podemos llevar todo el mundo inmenso y salvaje en nuestros bolsillos, es mucho más difícil mantenerlo controlado. Nuestros teléfonos siempre prometen una actualización para ver, una imagen para dar like, un sitio web para visitar, un juego para jugar, un texto para leer, una transmisión para ver, un pronóstico para monitorear, un podcast para descargar, un título para escanear, un artículo para leer por arriba, una puntuación para verificar, un precio para comparar. Ese tipo de acceso, y la apariencia de control, puede comenzar a hacer que los momentos de quietud se sientan como desperdiciados. ¿Quién podría sentarse y quedarse quieto mientras tanta vida se apresura? Incluso si no levantamos nuestros teléfonos de inmediato, con frecuencia seguimos cautivos de ellos, preguntándonos qué nuevo podrían contener, qué nos podríamos estar perdiendo.

Sin embargo, por más que la quietud sea tan difícil de conseguir, sigue siendo un hábito que salva vidas y fortalece el alma a cualquier ser humano. El Dios que hizo este mundo inmenso y salvaje, y que moldeó nuestros límites finitos y frágiles, dice de nosotros: "En quietud y confianza está vuestro poder" (Isaías 30:15). Aún en días llenos de ruido, ¿encuentras tiempo para ser así de fuerte? ¿O la tensión y la distracción ha deteriorado lentamente tu salud espiritual?

¿Con qué frecuencia te detienes para estar quieto?

Contenido

Lo que Dios hace con la quietud

¿Qué tipo de quietud produce fuerza? No todo tipo de quietud lo hace. Podríamos vender nuestras televisiones, dejar nuestros teléfonos lejos, mudarnos al campo, y aún así seguir siendo tan débiles como siempre. No, "en quietud y confianza está vuestro poder". La quietud que necesitamos es una quietud llena de Dios. La quietud se convierte en fuerza solo cuando nuestra calma dice que lo necesitamos a Él.


"Estad quietos, y sabed que yo soy Dios;
exaltado seré entre las naciones,
exaltado seré en la tierra". (Salmo 46:10)

Esta quietud calma y confiada desafía la autosuficiencia. Puede expresar la realidad a nuestras almas como pocos hábitos pueden hacerlo. Dice que Él es Dios, y nosotros no; Él lo sabe todo, y nosotros sabemos poco; Él es fuerte, y nosotros somos débiles. La quietud ensancha nuestros ojos a la grandeza de Dios y a nuestra pequeñez. Nos baja lo suficiente como para ver lo alto, sabio y digno que es.

Puedes empezar a ver por qué la quietud puede ser tan difícil. Es profundamente (a veces despiadadamente) humillante. Para decir algo verdadero y bello sobre Dios, primero dice algo verdadero y devastador sobre nosotros. Nuestra quietud dice: "Sin él, no puedes hacer nada". Nuestra negación a estar quietos, por otra parte, dice: “puedo hacer un montón por mi cuenta”, y se siente bien oír eso. Simplemente nos roba la fuerza real y la ayuda que podríamos haber encontrado.

Dios fortalece la quietud con su fuerza, porque la quietud convierte la debilidad y la necesidad en adoración (2 Corintios 12:9–10). Obtenemos la fuerza, la ayuda y el gozo; Él obtiene la gloria.

Pero no quisisteis

Sin embargo, el contexto de las palabras de Isaías no es inspirador, sino aleccionador. Dios dice a su pueblo:

“En arrepentimiento y en reposo seréis salvos; en quietud y confianza está vuestro poder. Pero no quisisteis ". (Isaías 30:15–16)

Estar quietos los habría hecho fuertes, pero no lo quisieron. Asiria estaba abatiendo a Judá, amenazando con aplastarlos, ya que había aplastado a muchos antes que ellos. ¿Y cómo responde el pueblo de Dios?

"¡Ay de los hijos rebeldes, declara el Señor, que ejecutan planes, pero no los míos, y hacen alianza, pero no según mi Espíritu, para añadir pecado sobre pecado! Los que descienden a Egipto sin consultarme". (Isaías 30: 1-2)

Incluso después de verlo entregarles tantas veces antes, desecharon su plan e hicieron el suyo propio. Buscaban ayuda, pero no de él. Volvieron a Egipto (¡de todos los lugares!) y pidieron a quiénes los habían esclavizado y oprimido que los protegieran. Y ni siquiera se detuvieron a preguntar qué pensaba Dios. Lo hicieron, y lo hicieron, y lo hicieron, en todo momento negándose a detenerse, a estar quietos y recibir la fuerza y el apoyo de Dios. Me apresuraría a ayudarte, dice Dios, pero no quisisteis. No fuiste lo suficientemente paciente o humilde como para recibir mi ayuda.

¿Por qué rechazarían la ayuda soberana de Dios? En el fondo, sabemos por qué. Porque se sentían más seguros al hacer lo que podían hacer por su cuenta que al esperar ver lo que Dios podría hacer. ¿Con qué frecuencia hacemos lo mismo? ¿Con qué frecuencia elegimos la actividad sobre la tranquilidad, la distracción sobre la meditación, la "productividad" sobre la oración? ¿Con qué frecuencia tratamos de resolver nuestros problemas sin desacelerar lo suficiente para primero buscar a Dios?

Consecuencias de evitar la quietud

La autosuficiencia, por supuesto, no es tan productiva como promete ser. al menos no de la manera que quisiéramos. La negativa de la gente a estar quietos y pedir ayuda a Dios no sólo los separó de su fuerza, sino que también abrió una puerta a otras consecuencias dolorosas.

Primero, el pecado de la autosuficiencia engendra más pecado. Una vez más, Dios dice en el versículo 1: "¡Ay de los hijos rebeldes, declara el Señor, que ejecutan planes, pero no los míos, y hacen alianza, pero no según mi Espíritu, para añadir pecado sobre pecado!". Cuanto más rechazamos la fuerza de Dios, más invitamos a las tentaciones al pecado. La quietud nos mantiene cerca de Dios y conscientes de él. La falta de quietud lo deja a Él al margen de nuestros corazones, deja espacio para que Satanás siembre y teja mentiras dentro nuestro.

En segundo lugar, su negación a la quietud delante de Dios los hizo vulnerables al miedo irracional. Porque lucharon en su propia fuerza, el Señor dice: “Mil huirán ante la amenaza de uno solo, ante la amenaza de cinco huiréis” (Isaías 30:17). Un soldado solitario llevará a mil a entrar en pánico. Toda la nación se desmoronará y se rendirá ante solo cinco hombres. En otras palabras, serán controlados y oprimidos por miedos irracionales. Huirán cuando nadie te persiga. Perderás el sueño cuando no haya nada de qué preocuparte. Y justo cuando estás a punto de experimentar un gran avance, te desesperarás y te darás por vencido. Los miedos se ensanchan y prosperan mientras Dios siga siendo pequeño y periférico. Sin embargo, el tiempo de quietud con Dios dispersa esos temores al agrandar y exacerbar nuestros pensamientos sobre Él.

La advertencia más pesada, sin embargo, viene en el versículo 13: aquellos que abandonan la palabra de Dios, la ayuda de Dios, el camino de Dios abren una puerta a la ruina repentina. "Por eso esta iniquidad será para vosotros como muro agrietado a punto de caer, como abultamiento en una pared alta cuya caída viene de repente, en un instante". La confianza en uno mismo provocó una grieta en los bastiones que los rodeaban, una grieta que creció y se extendió hasta que las paredes se derrumbaron sobre ellos. Todo porque rechazaron abrazar la quietud y confianza en Dios.

Para Judá, la ruina significaba caer en las crueles manos de los asirios. Las paredes caerán de manera diferente en nuestro caso, pero caerán, si dejamos que el ajetreo y el ruido nos alejen de la dependencia. En quietud y confianza será nuestra fuerza; en el ajetreo y el orgullo será nuestra caída.

Misericordia para el autosuficiente

En nuestro ritmo de nuestra vida, ¿hacemos tiempo para estar quietos delante Dios? ¿Esperamos que Dios haga más por nosotros mientras nos sentamos y oramos que lo que podemos hacer avanzando sin Él?

Si el versículo 15 nos humilla — "Pero no quisisteis... " — el versículo 18 debería humillarnos aún más. A medida que Judá se apresura y se preocupa y planifica y planea y recluta ayuda y trabaja horas extras, mientras evita a Dios, ¿cómo responde Dios a ellos? ¿Qué está haciendo mientras se niegan a dejar de hacer y a callarse?

"Por lo tanto el Señor espera para tener piedad de vosotros, y por eso se levantará para tener compasión de vosotros. Porque el Señor es un Dios de justicia; ¡cuán bienaventurados son todos los que en Él esperan!" (Isaías 30:18)

Mientras nos negamos a esperar en Él, Dios espera para ser misericordioso con nosotros. No está mirando para ver si se verá obligado a mostrarnos misericordia; Él quiere mostrarnos misericordia. El Dios del cielo, el que es antes del tiempo, sobre el tiempo y más allá del tiempo, espera para que pidamos ayuda. Le encanta escuchar el sonido de la confianza silenciosa.

Bendecido - felices - son quiénes lo esperan, saben su necesidad de Él, le piden ayuda, encuentran su fuerza en Su fuerza, quiénes aprenden a estar y permanecer quietos delante de Él.


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