El precioso regalo del lenguaje de los bebés

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English: The Precious Gift of Baby Talk

© Desiring God

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Por John Piper sobre La Biblia
Una parte de la serie Taste & See

Traducción por Paola Montano


El lenguaje humano es precioso. Nos separa de los animales. Hace que nuestras emociones más profundas y nuestros descubrimientos científicos más sofisticados puedan ser compartidos. Sobre todo, Dios eligió revelarse a nosotros a través del lenguaje humano en la Biblia. En la plenitud de los tiempos, nos habló por medio de un Hijo (Hebreos 1:1-2). Pero ese Hijo hablaba lenguaje humano, y envió a su Espíritu para guiar a sus apóstoles a toda la verdad para que pudieran contar la historia del Hijo en lenguaje humano. Sin esta historia en lenguaje humano, no conoceríamos al Hijo. Por lo tanto, el lenguaje humano es inconmensurablemente precioso.

Pero también es imperfecto para capturar la plenitud de Dios. En 1 Corintios 13, hay cuatro comparaciones entre este tiempo presente y la era venidera después de la venida de Cristo.

El amor nunca termina. Pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño. Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. (1 Corintios 13:8–13, LBLA)

Notemos las comparaciones con esta era (ahora) y la era por venir (entonces):

Ahora: En parte conocemos.
Entonces: Pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará (v. 9–10).

Ahora: Hablaba, pensaba y razonaba como niño.
Entonces: Pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño (v. 11).

Ahora: Vemos por un espejo, veladamente.
Entonces: Veremos cara a cara (v. 12).

Ahora: Conozco en parte.
Entonces: Conoceré plenamente, como he sido conocido. (v. 12).

En este contexto, podemos entender a lo que Pablo se refería al decir, "Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño”. Está diciendo que, en esta era, nuestro lenguaje humano, el pensamiento y el razonamiento son como el lenguaje de un bebé en comparación con la forma en que vamos a hablar, pensar y razonar en la era venidera.

Cuando Pablo fue arrebatado al cielo y se le dieron atisbos de las realidades celestiales, dijo que “escuchó palabras inefables que al hombre no se le permite expresar” (2 Corintios 12:4). Nuestro lenguaje es insuficiente para transmitir la grandeza de todo lo que Dios es.

Pero qué error sería inferir que podemos despreciar el lenguaje, o tratarlo con menosprecio o descuido. Qué error si empezáramos a menospreciar las declaraciones verdaderas acerca de Dios, como si fueran baratas, inútiles o falsas. Qué locura sería despreciar las proposiciones, cláusulas, frases y palabras, como si no fueran inexpresablemente preciosas y esenciales para la vida.

La razón principal por la que esto sería una locura es porque Dios ha decidido enviar a su Hijo a nuestra guardería y hablar con nosotros en nuestro lenguaje de bebés. Jesucristo se hizo niño con nosotros. Hubo un tiempo cuando el mismo Jesús habría dicho: "Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño”. Eso es lo que significa la encarnación. Se acomodó a nuestro lenguaje de bebés. Él balbuceó con nosotros en la guardería de la vida humana de esta era.

Jesús habló en lenguaje de bebés. El Sermón del Monte es nuestro lenguaje de bebés. Su oración de sumo sacerdote en Juan 17 es una charla infantil. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” fue dicho en lenguaje de bebés. Un lenguaje infinitamente precioso, verdadero y glorioso.

Más que eso, Dios inspiró toda una Biblia en lenguaje para bebés. El verdadero lenguaje de bebés. Un lenguaje con absoluta autoridad y poder. Más dulce que la miel y más deseable que el oro. Juan Calvino dijo que “Dios, al hablar así, balbucea con nosotros como suelen hacer las niñeras con los niños pequeños.” (Institutos, 1.13.1). Oh, qué precioso es el lenguaje de Dios. No es como la hierba que se seca o las flores que se marchitan. Permanece para siempre (Isaías 40:8).

Habrá otro lenguaje, pensamiento y razonamiento en la era venidera. Y veremos cosas que no podrían haberse expresado en nuestro lenguaje actual. Pero cuando Dios envió a su Hijo a nuestra guardería humana, hablando como bebé, y dando su vida por los niños pequeños, cerró las bocas de aquellos que ridiculizan las posibilidades de la verdad y la belleza en la boca de los bebés.

Y cuando Dios inspiró un libro en un lenguaje para bebés como la interpretación infalible de sí mismo, ¿qué diremos de los niños que se burlan del don del lenguaje humano como medio para conocer a Dios? ¡Ay de aquellos que desprecian, menosprecian, explotan o manipulan este don entregado a los hijos del hombre! No es un juguete en la guardería. Es el aliento de vida. “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63).


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