Esta Gran Salvación/La Santidad De Dios

De Libros y Sermones Bíblicos

Saltar anavegación, buscar

Recursos Relacionados
Leer más Por Robin Boisvert
Indice de Autores
Leer más sobre El Evangelio
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: This Great Salvation/The Holiness of God

© Sovereign Grace Ministries

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por Robin Boisvert sobre El Evangelio
Capítulo 5 del Libro Esta Gran Salvación

Traducción por Covenant Life Church

Me sentía muy exuberante al entrar a la reunión esa noche. Cuando se apareció un buen amigo, le grité desde el otro lado del salón: ¡Ven acá, en el nombre de Jesús!” Momentos después otro joven calmadamente me llevó a un lado y me expresó su inquietud porque yo había tratado el nombre de Jesús muy ligeramente. Me sonrojé avergonzado y murmuré entre dientes: “Gracias por decírmelo”. Era evidente que él se preocupaba por mi persona. Yo también sabía que él tenía razón, y que él demostraba más respeto por el honor de Dios del que yo había demostrado. Aunque ciertamente no tuve la intención de causar ningún daño, me di cuenta por este incidente de que había tomado demasiada confianza con el nombre del Señor.

Yo no había comenzado así. En el momento de mi conversión tres años antes, me había maravillado del poder de Dios para cambiar mi vida. Las reuniones llenas de su presencia y las respuestas extraordinarias a la oración me habían convencido de la realidad del Espíritu Santo y del amor de Jesucristo. ¿Quién más podía haber vencido tan totalmente la depresión y la desesperanza que me consumían? Pero a medida que la intensidad de esos primeros meses se apaciguó gradualmente a una fe más consistente, algo más se había infiltrado. La majestuosa grandeza de Dios estaba siendo corroída por una creciente familiaridad. Ya era hora de volver a considerar la santidad de Dios.

Medita en 1 Crónicas 16:23-36. ¿Ves algún sentido de pesadumbre espiritual en la actitud de David hacia la santidad de Dios?

Santidad. La palabra en sí evoca imágenes de monjes malhumorados en monasterios descoloridos que comen alimentos insípidos y llevan una vida sin gozo. O quizás caras largas, vestidos largos y listas largas de “cosas que no se deben hacer”. Pero ¿qué de la hermosura? ¿Nos hace pensar la palabra santidad en la hermosura? Quizás no. Sin embargo la hermosura es una cualidad frecuentemente asociada con la santidad de Dios. En los Salmos se nos exhorta a adorar al Señor “en la hermosura de la santidad” (Sal. 29:2; 96:9 RV). Se dice que la santidad hace resaltar la apariencia del templo de Dios para siempre: “Dignos de confianza son, Señor, tus estatutos; ¡la santidad es para siempre el adorno de tu casa!” (Sal. 93:5).

A pesar de la consideración clara y positiva que tiene la Biblia hacia la santidad, la mayoría de nosotros la igualamos con la pesadez. Con sólo oír esa palabra nuestra mente se mueve hacia lo que percibimos que son nuestras responsabilidades como cristianos. Pero cualquier entendimiento correcto de lo que es la santidad debe trazarse hasta la fuente de toda santidad–a Dios mismo. Y cuando contemplamos la santidad de Dios, no estamos tratando con la responsabilidad humana sino con el atributo de Dios más atractivo e impresionante.

El teólogo Stephen Charnock señala que entre las varias cualidades de Dios, hay algunas que preferimos por la bendición que recibimos inmediatamente de ellas. Por ejemplo, preferimos cantar de la misericordia del Señor antes que pensar en su justicia y su ira. Nos inclinamos más a meditar en un Salvador amoroso que a considerar a un Dios celoso. Pero hay ciertos atributos divinos en los que Dios mismo se deleita porque expresan tan perfectamente su excelencia. La santidad es uno de esos atributos.[1] Esos seres celestiales misteriosos, los serafines y los cuatro seres vivientes, saben que la santidad de Dios debe ser enfatizada. Piensa en ellos. Ellos moran en su presencia y tienen una vista sin obstrucción de la realidad (mientras que nosotros vemos oscuramente como por un espejo). Si alguien sabía algo, eran ellos. Así que, una y otra vez, día y noche, jamás cesan de clamar, “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso” (Is 6:3, Ap. 4:8).

Holiness differs from God’s other perfections in that it spreads itself throughout all the other attributes. Thus his love is a holy love, his justice a holy justice, and so forth. If God’s attributes could be thought of as the various facets of a diamond, then holiness would be the combined brightness of those facets shining out in radiant glory.

Contenido

Supersticiones Religiosas

Medita en Mateo 5:17-20. ¿Crees que esto podría explicar porqué el Nuevo Testamento contiene casi 90 referencias al libro de Levítico?

Las Escrituras tienen mucho que decir sobre la santidad. El primer libro de la Biblia, Génesis, hace un bosquejo de la caída del hombre. Luego Exodo, con el cordero pascual como su imagen central, muestra su recuperación. Después viene el libro de Levítico. Ah, Levítico–ese libro en el que tantos aspirantes estudiosos de la Biblia se han atascado en su intento anual de leer toda la Biblia. Sin embargo este libro es crucial para nuestra comprensión de lo que es la santidad. Levítico también emite una luz importante sobre el sacrificio expiatorio de nuestro Señor Jesucristo.

"It is always necessary to remind ourselves of the grandeur of this absolute moral perfection, which encircles the Divine Person. Without it, true worship would degenerate and man would become presumptuous[2]."
- T.C. Hammond

En el libro de Levítico, Dios enseña al hombre cómo acercarse a El en adoración. El libro se concentra principalmente en los diferentes sacrificios que Dios exigía para que su pueblo pudiera estar bien ante El, y luego las diferentes celebraciones que Dios ordenó para que pudieran permanecer bien ante El.[3] 2 Tan confuso e irrelevante como nos parezca a nosotros hoy este elaborado sistema de sacrificios, Dios lo instituyó para instruir a su pueblo sobre la profunda verdad de que él es santo.

La palabra santidad implica una separación de todo lo que es impuro.[4] Dios es diferente de nosotros. El no es como nosotros. Aunque esto parezca elemental, es necesario declararlo debido a las nociones actuales de la “Nueva Era” sobre los poderes que habitan en nosotros y una supuesta inherente divinidad de la humanidad.

En las Escrituras, las cosas ordinarias que Dios toca se hacen extraordinarias. Por ejemplo, por ser un lugar de revelación divina, el área alrededor de la zarza que ardía fue designada como tierra santa y fue adecuado que Moisés se quitara las sandalias en reverencia a Dios. O considera los utensilios que se usaban en el servicio del tabernáculo y del templo. Tampoco eran ordinarios. Eran santos. También lo eran las asambleas santas, los altares santos, el aceite del ungimiento santo, y los días santos.

¿Qué los hacía santos? Un Dios santo. Dios eligió cosas comunes y las hizo especiales al separarlas para propósitos santos, específicamente para comunicar a su pueblo el hecho de que el es santo.

Para más estudio: Los fariseos llevaron la superstición religiosa hasta el extremo, como se ve en Mateo 23:16-22. ¿Elogió Jesús su comportamiento?

Desafortunadamente, muchas personas no ven este punto y terminan en la superstición religiosa. Una vez recibí una llamada tarde por la noche de una anciana pidiéndome que me reuniera con ella para orar. Ella insistió que no podía esperar y que debíamos encontrarnos en “la casa de Dios”. Yo le sugerí que, considerando la hora, un lugar público sería más apropiado que el edificio vacío de la iglesia, pero ella siguió insistiendo en que nos reuniéramos en “la casa de Dios”. Esta estimada señora había caído en el error de atribuir a un lugar cierta cualidad especial que sólo pertenece a Dios. Ella no se daba cuenta de que en esta era del Nuevo Testamento ningún lugar es santo en sí–ni siquiera la “Tierra Santa”.

El profeta Jeremías, consciente de una actitud similar en su pueblo, escribió: “No confíen en esas palabras engañosas que repiten: ‘¡Éste es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor!’” (Jer. 7:4). A pesar de su reverencia hacia la estructura física del templo, los israelitas que seguían repitiendo “El templo del Señor” lamentablemente tenían el corazón muy lejos del Señor del templo.

1 Los siguientes pasajes bíblicos demuestran tres casos en los que la reverencia hacia algún artefacto, rito o edificio religioso dañó la relación del pueblo con Dios. Debajo de cada referencia, resume brevemente el problema.

• Números 21:6-9; 2 Reyes 18:1-4

• Lucas 13:10-16

• Marcos 13:1-2; Mateo 26:59-62; Mateo 12:3-6

Yo veo que sucede lo mismo cuando las parejas que no son salvas y no tienen ningún interés en seguir a Jesucristo, consideran absolutamente esencial casarse en una iglesia. ¿Qué más puede ser esto sino una superstición de que de alguna manera su matrimonio será bendecido si tiene lugar en un edificio “santo”? El dar indebido énfasis a los edificios o a las ceremonias o a los artefactos religiosos no hace nada para rendir honor y respeto a Dios.

Dios, en las Escrituras, sí apartó ciertas cosas para uso especial, pero tenía un propósito en hacerlo–enseñarnos que él es santo y que se le debe tener respeto. Así que, por esta razón usar cosas santas de una manera profana o común era ofensivo a Dios.

Medita en 1 Samuel 6:19-20. ¿Es tu admiración a Dios igual a la que experimentaron los hombres de Bet Semes?

El quinto capítulo de Daniel cuenta la conocida historia de la escritura en la pared, cuando Dios inscribió su juicio divino contra el rey de Babilonia. ¿Qué provocó su ira? Belsasar había profanado lo que Dios había declarado santo, como cuenta Daniel: “Le llevaron las copas, y en ellas bebieron el rey y sus nobles, junto con sus esposas y concubinas. Ya borrachos, se deshacían en alabanzas a los dioses de oro, plata, bronce, hierro, madera y piedra” (Dn. 5:3-4).

Cuando Daniel fue llamado para descifrar la misteriosa escritura, tomó la oportunidad para reprender rotundamente al rey. Sus palabras finales resumen el pecado de Belsasar: “No ha honrado al Dios en cuyas manos se hallan la vida y las acciones de Su Majestad” (Dn. 5:23).

La falta de Belsasar al no honrar las cosas de Dios equivalía a la falta de no dar honra a Dios; su blasfemia le costó la vida. Incidentes como este se encuentran por toda la Biblia para advertir sobre lo que puede suceder cuando alguien decide tener en poco las cosas de Dios. Ya sea inmediatamente o al final de los tiempos, el juicio por los pecados contra la santidad de Dios será llevado a cabo.

El “Factor de la Desintegración”

Dios es muy diferente a nosotros. Aunque fuimos creados a su imagen, sus pensamientos y sus caminos sobrepasan de tal manera a los nuestros que Isaías los compara a la distancia entre los cielos y la tierra (Is. 55:8-9). Esto no podría estar más claro que cuando se refiere a su excelencia moral. Como lo expresó el profeta Habacuc: “Son tan puros tus ojos que no puedes ver el mal; no te es posible contemplar el sufrimiento” (Hab. 1:13).

“¡Cuán lentos somos para creer en Dios como Dios, soberano, que todo lo ve y es todopoderoso! ¡Cómo menospreciamos la majestad de nuestro Señor y Salvador Jesucristo! Lo que necesitamos es ‘esperar en Jehová’ meditando en su majestad, hasta que nuestra fortaleza sea renovada al ser escritas estas cosas en nuestro corazón[5]."
- J.I. Packer

La pureza absoluta de Dios va más allá de la simple ausencia del pecado. Es una expresión positiva de su bondad, no sólo de la ausencia del pecado. Todos hemos conocido a personas cuyo carácter resplandece mucho más que el nuestro hasta el punto de hacernos sentir pequeños y manchados a comparación. Tengo un amigo que, antes de afeitarse la barba parecía una combinación de Abraham Lincoln y Jesús (al menos como lo representan en las ilustraciones contemporáneas). Su parecido no es sólo en la apariencia física. Su bondad y su sabiduría apacible son verdaderamente excepcionales. Aunque lo angustiaría saber esto, estar cerca de él me hace pensar en mi propio egoísmo. Si las comparaciones humanas pueden hacernos sentir tan bajos, ¡imagínate la incomodidad que sentiríamos ante la presencia de un Dios santo!

Para más estudio: Si deseas una nueva revelación del poder soberano de Dios y su santidad, haz este estudio abreviado de la palabra “temblar”–Éxodo 15:13-16; Job 9:4-6; Salmos 99:1-3; Isaías 64:1-4; Jeremías 23:9; Ezequiel 38:20-23; Joel 3:16; Habacuc 3:6.

Esto es exactamente lo que le sucedió a Pedro. Jesús asombró a Pedro un día cuando le dio una pesca milagrosa. Pero en vez de regocijarse por la gran pesca, todo lo que Pedro pudo ver fue su propia pecaminosidad. Al estar frente a la santidad de Jesús, Pedro se vio a sí mismo como en realidad era, y esa realidad era devastadora. “Simón Pedro cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: ¡Apártate de mí, Señor; soy un pecador!” (Lc. 5:8).

No pasó mucho tiempo antes de que Pedro perdiera vista de la santidad del Señor, como vemos cuatro capítulos después en el monte de la transfiguración. Este sublime incidente reveló la visita de dos de las personas más renombradas del pasado de Israel, Moisés y Elías. Además de eso, un Jesús transfigurado resplandeció como relámpago. Sin embargo Pedro, en vez de caer postrado ante el Señor como lo había hecho anteriormente, parecía indiferente a lo que estaba sucediendo.

2 Lee la descripción que hace Juan de Jesucristo en Apocalipsis 1:10-16. ¿Qué detalles encuentras más vívidos?


Se puso hablador y sugirió que quizás podían construir albergues temporales para todos. Fue entonces que Dios el Padre personalmente intervino. “[Pedro] Estaba hablando todavía cuando apareció una nube que los envolvió, de modo que se asustaron. Entonces salió de la nube una voz que dijo: ‘Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo’” (Lc. 9:34-35). Esto parece haber tenido un efecto en Pedro y los otros que los puso sobrios, pues como indica Mateo: “Al oír esto, los discípulos se postraron sobre su rostro, aterrorizados” (Mt. 17:6).

“Cuando el juicio divino [de Dios] cayó sobre Nadab o Uzías, la reacción fue una de conmoción e indignación. Hemos llegado a esperar que Dios sea misericordioso. Después de eso el próximo paso es fácil: Lo exigimos. Cuando no llega pronto, nuestra primera reacción es enojarnos contra Dios, junto con la protesta: “No es justo”. Pronto olvidamos que con nuestro primer pecado hemos renunciado a todos los derechos del don de la vida. El hecho que respiro esta mañana es un acto de misericordia divina. Dios no me debe nada a mí. Yo le debo todo a El[6]."
- R.C. Sproul

El profeta Isaías tuvo una experiencia dramática que lo marcó para siempre. Tuvo una visión del “Señor excelso y sublime, sentado en un trono; las orlas de su manto llenaban el templo” (Is. 6:1). En esta visión, seres angelicales declaraban la asombrosa santidad de Dios. “Al sonido de sus voces, se estremecieron los umbrales de las puertas y el templo se llenó de humo” (v. 4). Totalmente deshecho por la maravillosa demostración, Isaías respondió de la única forma apropiada: “¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!” (v. 5).

Para más estudio: Los siguientes pasajes revelan encuentros con ángeles–Números 22:21-31; Jueces 6:20-23; Mateo 28:2-4; Lucas 2:8-10.

Algunos han llamado la experiencia de Isaías el “factor de la desintegración”. R.C. Sproul escribe: “Por primera vez en su vida Isaías comprendió de verdad quién era Dios. Al mismo instante, por primera vez Isaías comprendió de verdad quién era Isaías”.[7] Si la palabra “íntegro” quiere decir entero, desintegración quiere decir ser dividido en partes. La mayoría de nosotros estamos tratando de “ordenar” nuestras vidas. Y aunque nos estemos desmoronando, por lo menos podríamos parecer estar “enteros”. Entonces, es muy inquietante estar en la presencia de Dios y deshacerse por completo al descubrir la profundidad de nuestra propia pecaminosidad.

Cómo Acercarnos a un Dios Santo

Al principio, la consciencia de la pecaminosidad produce en la persona una aversión hacia Dios. En casi todos los relatos bíblicos de visitas angelicales, los individuos caen aterrorizados.

“Dios es el único consuelo, El también es el terror supremo: Lo que más necesitamos y de lo que más queremos escondernos. . . Algunas personas hablan como si encontrarse con la mirada de la bondad absoluta sería algo divertido. Necesitan volver a pensarlo. Todavía están sólo jugando con la religión[8]."
- C.S. Lewis

¿Cuánto más los que ven a Dios en su impresionante santidad? Los israelitas que se pararon ante el Monte Sinaí mientras éste temblaba con la santa presencia de Dios, le rogaron a Moisés que fuera su intermediario, su mediador. Moisés les recordó esto:

Cuando ustedes oyeron la voz que salía de la oscuridad, mientras la montaña ardía en llamas, todos los jefes de sus tribus y sus ancianos vinieron a mí y me dijeron: “El Señor nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su majestad, y hemos oído su voz que salía del fuego. Hoy hemos visto que un simple mortal puede seguir con vida aunque Dios hable con él. Pero, ¿por qué tenemos que morir? Este gran fuego nos consumirá, y moriremos, si seguimos oyendo la voz del SEÑOR nuestro Dios. Pues ¿qué mortal ha oído jamás la voz del Dios viviente hablarle desde el fuego, como la hemos oído nosotros, y ha vivido para contarlo? Acércate tú al SEÑOR nuestro Dios, y escucha todo lo que él te diga. Repítenos luego todo lo que te comunique, y nosotros escucharemos y obedeceremos” (Dt. 5:23-27).

En Las Crónicas de Narnia, el autor C.S. Lewis usa al noble león Aslan para representar a Jesús. En un punto un personaje dice de Aslan: “No es como si fuera un león domado”.[9] ¿Puedes pensar en cualquier ejemplo de la Biblia o de tu propia interacción con Dios que demuestra que El no está “domado”?


Una vez oí a John Wimber referirse a las personas que no quieren tener una relación con Dios porque lo consideran algo muy peligroso. Prefieren una relación con el cristianismo o con la iglesia. Aunque este es sin duda el caso de algunos, el verdadero cristiano tiene el deseo de ser santo. El sabe que sólo los puros de corazón verán a Dios (Mt. 5:8), y añora esa pureza que le permitirá contemplar a su Señor. Para el cristiano que está madurando, una consciencia de la santidad de Dios le da seguridad del amor de Dios. Se da cuenta de que a pesar de la santidad de Dios y de su propia pecaminosidad, el Señor es paciente con él. El se merece juicio, pero en vez de eso recibe misericordias que son nuevas cada mañana.

Verdaderamente podríamos considerar nuestros intentos de vivir la vida cristiana como algo débil, pero si tenemos un deseo de santidad podemos recibir ánimo. Dios es el que pone ese deseo y es El el que lo hará realidad. Pero ¿cómo? ¿Cómo cumpliremos con el mandamiento aparentemente imposible de Dios, “Sean santos, porque yo soy santo” (1 P. 1:16)? ¿Cómo podemos acercarnos “Al único y bendito Soberano, Rey de reyes y Señor de señores, al único inmortal, que vive en luz inaccesible, a quien nadie ha visto ni puede ver, a él sea el honor y el poder eternamente. Amén” (1 Ti. 6:15,16, énfasis nuestro)?

Medita en Hebreos 10:19-23. ¿Cómo ha escrito de nuevo nuestro Sumo Sacerdote la ley sobre entrar en el lugar santísimo?

Debemos acercarnos con reverencia, como se demuestra vívidamente a través del ministerio de los sacerdotes del Antiguo Testamento. Para que el sacerdote se pudiera acercar a Dios, tenía que observar regulaciones estrictamente prescritas. No podía entrar al lugar santísimo según su propia voluntad. El sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo sólo un día al año en el Día de la Expiación. Primero tenía que ofrecer un sacrificio para sí mismo, la sangre le servía como recordatorio de su pecaminosidad y de la santidad de Dios. Luego tenía que llevar vestiduras especiales. En las orlas del manto se alternaban granadas y campanillas de oro que sonarían para comprobar que todavía estaba vivo, que no había muerto ante la santidad de Dios. Según la tradición, se ataba al sacerdote una cuerda para que los otros sacerdotes lo sacaran sin tener que entrar, en caso que muriera ante la presencia de Dios.

“Oh pecador, ¿puedes dar una razón por la que, desde que te levantaste de la cama esta mañana, Dios no te ha fulminado?[10]."
- Jonathan Edwards

Estas elaboradas precauciones eran una advertencia clara: No tengan en poco la santidad de Dios. Los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, aprendieron esa lección duramente. Cuando estos sacerdotes probaron una nueva manera de quemar el incienso ante Jehová, “salió de la presencia del SEÑOR un fuego que los consumió, y murieron ante él” (Lv. 10:2). (No es necesario decir que fue la última vez que hicieron algo novedoso.) En la sobriedad de ese momento Moisés le recordó a Aarón las palabras del Señor: “De esto hablaba el SEÑOR cuando dijo: ‘Entre los que se acercan a mí manifestaré mi santidad, y ante todo el pueblo manifestaré mi gloria’” (Lv. 10:3). Ningún pasaje refleja mejor la revelación central del Antiguo Testamento que el resumen que hace Salomón: “El temor del SEÑOR es el principio del conocimiento” (Pr. 1:7).

La reverencia es esencial, pero nunca llegaríamos ni cerca de la santa presencia de Dios si no fuera por nuestro mediador, Jesucristo mismo. Un mediador es uno que cierra la brecha entre dos grupos opuestos. Nuestro pecado nos ha alejado de Dios y lo ha enojado. Pero no lo ha hecho dejar de amarnos. Su santidad de ninguna manera implica poca disposición de su parte para recibirnos. Al contrario, El tomó la iniciativa al mandar a su Hijo para quitar nuestro pecado, para que en Cristo pudiéramos llegar ante su presencia y gozar de El para siempre. Pablo explicó a los corintios: “En Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo” (2 Co. 5:19). Jesucristo, como nuestro mediador, sufrió la paga de nuestra desobediencia para poder hacer posible la reconciliación. Pero la salvación era el deseo colectivo y el esfuerzo cooperativo del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

“La santidad de Dios nos enseña que hay sólo una manera de tratar con el pecado -radical, seria, dolorosa y constantemente. Si no vives así, no vives ante la presencia del Santo de Israel[11]."
- Sinclair Ferguson

Permíteme ofrecer un último pensamiento sobre el sacerdocio del Antiguo Testamento. Era responsabilidad del sacerdote mediar entre Dios y el pueblo. En cada hombrera de la vestidura del sacerdote había una piedra de ónice grabada con los nombres de seis de las tribus de Israel. En el pectoral de la vestidura había doce piedras preciosas diferentes, una por cada una de las doce tribus. Al entrar en el lugar santísimo, el sacerdote simbólicamente llevaba al pueblo de Dios sobre sus hombros y en su corazón. Por supuesto que en los tiempos del Nuevo Testamento Jesús es nuestro Sumo Sacerdote. Tan grande es su amor por nosotros que también nos lleva en sus hombros, llevando así nuestras cargas, y como nuestro amigo compasivo, nos mantiene cerca de su corazón.

Medita en Isaías 57:15. ¿Por qué escogería nuestro santo Dios la segunda habitación que se menciona en este versículo?

Conocer a Jesús como nuestro mediador nos permite ver a Dios no sólo como fuego consumidor sino como un Padre con el que hemos sido reconciliados.[12] Debemos aplicarnos para conocer y apreciar este vital ministerio de nuestro Señor Jesús. Comprender el significado de su sacerdocio provocará sincera gratitud y una mayor consciencia de todo lo que Dios ha hecho por nosotros.

Nuestra Participación

Una de las promesas más asombrosas de todas las Escrituras es la seguridad de que participaremos de la santidad de Dios: “En efecto, nuestro padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad” (He. 12:10).

Medita en 2 Corintios 7:1. ¿Cuál es nuestro motivo para ir en pos de la santidad? ¿Cuál es nuestro método?

Cuando damos una consideración seria a la santidad de nuestro Señor, nos parece increíble que podamos experimentar cierta medida de ella. Pero eso es lo que este pasaje de Hebreos declara claramente. Tan seguro como Dios disciplina a sus hijos (y el pasaje no deja ninguna duda de eso), gozaremos de una porción de su santidad.

“La santidad no es una experiencia; es la reintegración de nuestro carácter, la reconstrucción de una ruina. Es mano de obra experta, un proyecto de largo tiempo, que exige todo lo que Dios nos ha dado para la vida y la santidad[13]."
- Sinclair Ferguson

Que esta promesa tenga que ver con la disciplina, no es algo que nos debe disuadir. La disciplina es el método probado de Dios para perfeccionar a sus hijos, y su disciplina requiere de nuestra activa participación. El capítulo doce de Hebreos hace un llamado a la activa participación de nuestra parte. Fíjate en el lenguaje alentador que emplea el escritor: “Despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia” (v. 1). . . “corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante” (v. 1). . . “En la lucha que ustedes libran contra el pecado” (v. 4). . . “Lo que soportan es para su disciplina” (v. 7). . . “renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas” (v. 12). . . “Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (v. 14, énfasis nuestro). La disciplina de nuestro Padre puede ser dolorosa por un tiempo, pero nos prepara para estar por la eternidad con un Dios santo.

4Todas las disciplinas espirituales que se encuentran en la siguiente lista pueden ayudarte a crecer en la santidad personal. Marca la disciplina en la que eres más deficiente.

• Estudio bíblico

• Oración

• Rendición de cuentas

• Adoración

• Ayuno

• Quietud/Reposo

Jacob era un hombre que ciertamente pasó por muchas dificultades, muchas de ellas se las ocasionó él mismo. Pero al final de su vida ya no era Jacob. Su nombre era Israel. En su camino hubo un cambio de nombre y también un cambio de carácter. Cojeaba al caminar, se apoyaba de su bastón, y adoraba a Dios como el Santo de Israel (He. 11:21).

Jeremías dijo: “El gran amor del SEÑOR nunca se acaba, y su compasión jamás se agota” (Lm. 3:22). No merecemos mejor trato del que recibieron Nadab y Abiú. Pero lejos de ser consumidos, nos encontramos siendo el objeto del amor divino.

Quizás en ninguna parte esto esté más claramente ilustrado que en las circunstancias que rodearon la conversión de Saulo de Tarso. El era un celoso perseguidor de la iglesia primitiva, responsable por la muerte de muchos hombres y mujeres que eran seguidores de Jesucristo. Mientras Saulo iba en un viaje oficial a Damasco para sacar y castigar a los cristianos, el mismo Señor intervino dramáticamente y puso un alto a sus actividades. Al volver a contar el incidente al rey Agripa años más tarde, Pablo dijo:

“A eso del mediodía, oh rey, mientras iba por el camino, vi una luz del cielo, más refulgente que el sol, que con su resplandor nos envolvió a mí y a mis acompañantes. Todos caímos al suelo, y yo oí una voz que me decía en arameo: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¿Qué sacas con darte cabezazos contra la pared?’ Entonces pregunté: ‘¿Quién eres, Señor?’ Yo soy Jesús, a quien tú persigues – me contestó el Señor - . Ahora, ponte en pie y escúchame. Me he aparecido a ti con el fin de designarte siervo y testigo de lo que has visto de mí y de lo que te voy a revelar” (Hch. 26:13-16).

For Further Study:
Read how Aaron led the Israelites in idolatry while Moses was meeting with God (Ex 32:1-10, 19-28). Contrast that with God’s eventual consecration of Aaron as high priest (Ex 39:27-31, 40:12-16). Did Aaron get what he deserved?

Es algo fascinante que Saulo saliera vivo de este encuentro. Dios pudo haber sido completamente justificado al destruirlo ahí mismo en el camino a Damasco. Pero en vez de recibir justicia a manos del Santo a quien perseguía, Saulo experimentó el gran amor y aceptación de Dios. Hasta recibió una comisión para servir como embajador de Aquel a quien se había opuesto con tanta vehemencia. ¡Qué gracia tan asombrosa!

La santidad de Dios verdaderamente lo aparta de nosotros, tan lejos como los cielos están de la tierra. Pero gracias a Dios que no le ha impedido extender su mano y convertir a los Jacobos en Israeles y a los Saulos en Pablos. Nuestros nombres quizás no cambien nunca, pero nuestra transformación interna está garantizada cuando nos encontramos con la santidad de Dios.

Discusión en Grupo

  1. ¿Cómo definirías la blasfemia? Da ejemplos de cómo los cristianos, y también los no cristianos, blasfeman contra Dios.
  2. Según el autor, ¿por qué consagró Dios tantas cosas como santas en el Antiguo Testamento?
  3. 3. De todos los discípulos, Juan era el más íntimo del Señor. En vista de eso, ¿qué es lo significante de la reacción de Juan a su visión de Jesús en Apocalipsis 1:10-17?
  4. ¿ Ha hecho la santidad de Dios que experimentes personalmente el “factor de la desintegración”? (Página 29)
  5. ¿Cuáles de los atributos de Dios encuentras más atractivos? ¿Más intimidantes?
  6. ¿Qué tipos de comportamiento podrían indicar que el cristiano tiene demasiada familiaridad con Dios?
  7. ¿Crees que es justo que Dios ejecute a las personas?
  8. ¿Cuál disciplina espiritual escogiste en la Pregunta 4 de este capítulo? ¿Cómo podrías desarrollar esa disciplina?
  9. What level of holiness can we expect in this life?
  10. ¿Qué nivel de santidad podemos esperar en esta vida?

Lectura Recomendada

Holiness por J.C. Ryle (Hertfordshire, England: Evangelical Press, 1979. Originally published in 1879.)

The Holiness of God por R.C. Sproul (Wheaton, IL: Tyndale House Publishers, 1985)

The Knowledge of the Holy por A.W. Tozer (Camp Hill, PA: Christian Publications, Inc., 1978)

Referencias

  1. Stephen Charnock, The Existence and Attributes of God, Vol. II (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1979 reprint), p. 112.
  2. T.C. Hammond, In Understanding Be Men (London, England: InterVarsity Fellowship, 1938).
  3. Henrietta Mears, What the Bible Is All About (Ventura, CA: Regal Books, 1983), p. 51.
  4. Ibid., p. 58.
  5. J.I. Packer, Knowing God (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1973), p. 79.
  6. R.C. Sproul, The Holiness of God (Wheaton, IL: Tyndale House Publishers, 1985), p. 164.
  7. Ibid., pp. 45–46.
  8. C.S. Lewis, Mere Christianity (New York: Macmillan Publishing Co., Inc., 1943), p. 38.
  9. C.S. Lewis, The Voyage of the “Dawn Treader” (New York: Macmillan Publishing Co., Inc., 1952), p. 138.
  10. Jonathan Edwards, “Sinners In the Hands of An Angry God.”
  11. Sinclair Ferguson, A Heart for God (Colorado Springs, CO: NavPress, 1985), p. 130.
  12. J.C. Ryle, Expository Thoughts on the Gospels: Luke (Hertfordshire, England: Evangelical Press, 1879, 1985), p. 71.
  13. Sinclair Ferguson, A Heart for God, p. 129.

Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas