Por el amor de Dios, volumen 1/17 de noviembre

De Libros y Sermones Bíblicos

Saltar anavegación, buscar

Recursos Relacionados
Leer más Por D.A. Carson
Indice de Autores
Leer más sobre Vida Devocional
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: For the Love of God, Volume 1/November 17

© The Gospel Coalition

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por D.A. Carson sobre Vida Devocional
Capítulo 323 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1

Traducción por Arturo Valbuena M.


17 DE NOVIEMBRE

1 Crónicas 9-10; Hebreos 12; Amós 6; Lucas 1:39-80

LOS ESFUERZOS DEL AUTOR de la Epístola a los Hebreos para ayudar a sus lectores comprender la importancia trascendente de Jesús y la nueva alianza, acerca de la alianza antigua dada por Dios en el Sinaí, precipita un nuevo interesante contraste en Hebreos 12:18-24.

Por un lado, “los cristianos no han llegado a una montaña que se puede tocar y que se quema con fuego” (12:18), la referencia es claramente al Monte Sinaí cuando Dios descendió sobre él y se encontró con Moisés. El terror de esa teofanía se explica en términos gráficos. Dios mismo declaró: “Aún si un animal toca el monte, será apedreado” (2:20). Incluso Moisés experimentó miedo profundo (Deut. 9:19; Heb. 12:21). Los cristianos no se han acercado a esa montaña en particular.

Por otro lado, los cristianos han llegado a otra montaña. Pero aquí el autor nos lanza una curva. Al principio suena como si él está diciendo que a la montaña que nos acercamos no es Sinaí, conectado con el desierto y la promulgación de la ley, sino el Monte Sión, el lugar donde se construyó el templo en Jerusalén, la sede de la dinastía davídica. Y de pronto se hace evidente que el texto no se centra en el Sión geográfico e histórico, sino de su anti-tipo: “la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios vivo” (12:22).

No es mucho lo que se podría decir sobre esta tipología, pero me limitaré a dos observaciones.

En primer lugar, se extiende a otros libros bíblicos. La tipología en sí se basa en el retorno del exilio. La esperanza de los exiliados era que regresaban a Jerusalén. Jerusalén se convirtió en el símbolo de todo lo que era fortalecedor. Ya en la literatura del judaísmo de segundo templo, judíos a veces hablan de “la nueva Jerusalén” o algo así, que es celestial, perfecto. Del mismo modo, en el Nuevo Testamento. Pablo puede hablar de “la Jerusalén que está en lo alto” (Gál 4:26). El último libro de la Biblia contempla la Nueva Jerusalén, que bajaba del cielo (Apocalipsis 21).

En segundo lugar, si los cristianos han “venido” a esta “Jerusalén celestial”, ¿qué significa esto en realidad? Esto significa que al convertirse en cristianos nos hemos unido a la asamblea de los “reunidos” ante la presencia del Dios vivo. Nuestra ciudadanía está en los cielos, nuestros nombres están inscritos en el cielo. Nos unimos a la asamblea gozosa de miles y miles de ángeles alrededor del trono. En resumen, hemos “venido a Dios, el Juez de todos los hombres”, nos hemos unido a “los espíritus de los justos hechos perfectos” (Heb. 12:23). Por encima de todo, hemos llegado “a Jesús el mediador de una nueva alianza (12:24). Esta es la última visión de lo que significa ser la “iglesia de los primogénitos” reunida (Heb. 12:23)


Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas