Por el amor de Dios, volumen 1/17 de noviembre
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 323 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
17 DE NOVIEMBRE
1 Crónicas 9-10; Hebreos 12; Amós 6; Lucas 1:39-80
LOS ESFUERZOS DEL AUTOR de la Epístola a los Hebreos para ayudar a sus lectores comprender la importancia trascendente de Jesús y la nueva alianza, acerca de la alianza antigua dada por Dios en el Sinaí, precipita un nuevo interesante contraste en Hebreos 12:18-24.
Por un lado, “los cristianos no han llegado a una montaña que se puede tocar y que se quema con fuego” (12:18), la referencia es claramente al Monte Sinaí cuando Dios descendió sobre él y se encontró con Moisés. El terror de esa teofanía se explica en términos gráficos. Dios mismo declaró: “Aún si un animal toca el monte, será apedreado” (2:20). Incluso Moisés experimentó miedo profundo (Deut. 9:19; Heb. 12:21). Los cristianos no se han acercado a esa montaña en particular.
Por otro lado, los cristianos han llegado a otra montaña. Pero aquí el autor nos lanza una curva. Al principio suena como si él está diciendo que a la montaña que nos acercamos no es Sinaí, conectado con el desierto y la promulgación de la ley, sino el Monte Sión, el lugar donde se construyó el templo en Jerusalén, la sede de la dinastía davídica. Y de pronto se hace evidente que el texto no se centra en el Sión geográfico e histórico, sino de su anti-tipo: “la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios vivo” (12:22).
No es mucho lo que se podría decir sobre esta tipología, pero me limitaré a dos observaciones.
En primer lugar, se extiende a otros libros bíblicos. La tipología en sí se basa en el retorno del exilio. La esperanza de los exiliados era que regresaban a Jerusalén. Jerusalén se convirtió en el símbolo de todo lo que era fortalecedor. Ya en la literatura del judaísmo de segundo templo, judíos a veces hablan de “la nueva Jerusalén” o algo así, que es celestial, perfecto. Del mismo modo, en el Nuevo Testamento. Pablo puede hablar de “la Jerusalén que está en lo alto” (Gál 4:26). El último libro de la Biblia contempla la Nueva Jerusalén, que bajaba del cielo (Apocalipsis 21).
En segundo lugar, si los cristianos han “venido” a esta “Jerusalén celestial”, ¿qué significa esto en realidad? Esto significa que al convertirse en cristianos nos hemos unido a la asamblea de los “reunidos” ante la presencia del Dios vivo. Nuestra ciudadanía está en los cielos, nuestros nombres están inscritos en el cielo. Nos unimos a la asamblea gozosa de miles y miles de ángeles alrededor del trono. En resumen, hemos “venido a Dios, el Juez de todos los hombres”, nos hemos unido a “los espíritus de los justos hechos perfectos” (Heb. 12:23). Por encima de todo, hemos llegado “a Jesús el mediador de una nueva alianza (12:24). Esta es la última visión de lo que significa ser la “iglesia de los primogénitos” reunida (Heb. 12:23)
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