Por el amor de Dios, volumen 1/28 de noviembre

De Libros y Sermones Bíblicos

28 DE NOVIEMBRE

1 Crónicas 24-25; 1 Pedro 5; Miqueas 3; Lucas 12

1 PEDRO 5:1-4 PROPORCIONA una visión persuasiva del ministerio cristiano como cualquier pasaje en el Nuevo Testamento.

El apóstol Pedro se dirige a los líderes, a los que también llama “encargados” y “pastores”, es decir, los pastores (véase la meditación del 2 de noviembre). De hecho, se dirige a ellos como líderes colegas, en lugar de hablar con ellos como apóstol a líderes. Esto no le impide una alusión a uno de los factores que lo separa de otros líderes. A diferencia de ellos, él fue “testigo de los sufrimientos de Cristo” (5:01). Pero incluso aquí, donde distingue su propia experiencia de la de ellos, lo hace de una manera que apunta no a sí mismo, sino para Cristo y sus sufrimientos.

Estos líderes son exhortados a “ser pastores del rebaño de Dios que está bajo (su) cuidado” (5:2). Los pastores manejan, alimentan, curan, protegen, disciplinan, alimentan y cuidan de sus rebaños. La tarea consiste en la supervisión, “cuidando como encargados”, Pedro añade. Entonces Pedro añade tres cláusulas con la forma de “no esto. . . pero aquello”, todo esto resumen el ministerio cristiano en maneras reveladoras:

(1) “No porque tienes que hacerlo, sino porque estás dispuesto, como Dios quiere que seas” (5: 2). Mero deber nunca será suficiente. Es triste decirlo pero ministros del Evangelio pueden sentirse atrapados, “sirviendo”, simplemente porque sienten que deben, porque ellos no pueden dejar la guarda abajo, ni están entrenados para nada más. En ese momento es el momento, ya sea para cambiar de parecer, o salirse del ministerio. Tiene que haber una voluntad de corazón para servir de esta manera, incluso en medio de la decepción y el sufrimiento como nuestro Maestro hizo la voluntad de su Padre suya.

(2) “No codicioso por las ganancias, sino con ánimo de servir” (5:2). Este no es un trabajo que gana dinero por la hora o por pieza, ni es una profesión asociada con alto índice arancelario. Por desgracia, los evangelistas de televisión y algunos otros han distorsionado la imagen. Si bien las iglesias a veces tratan a sus ministros con mezquindad penosa (“Señor, mantenlos humildes y los mantenemos pobres”), los ministros pueden responder con un materialismo vulgar que no es menos impropio. En el mejor de los casos, la iglesia es constantemente generosa, y los ministros se preocupan poco por las posesiones materiales. Los pastores deben estar motivados principalmente por el deseo de servir.

(3) “No regentando sobre los que están a tu cuidado, sino siendo ejemplos de la comunidad” (5: 3). Aquí hay un estilo de liderazgo que debe eliminar el hambre de poder en el ministerio (aunque, por desgracia, algunas de esas personas caen en posiciones desde las que deben ser excluidas). Los pastores deberían estar más preocupados por ser ejemplos en vez de ser figuras de autoridad.

Ningún ministro es más que un simple pastor. Todos deben dar cuentas “al Pastor en Jefe” y sólo él recompensa a su personal (5:04).