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English: Jesus Calling

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Por J.A. Medders sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Carlos Diaz


¿Cuán bien están escuchando?

En la escuela media, mis padres me diagnosticaron con un trastorno común: audición selectiva.

No podía escuchar a mi padre decirme que lavara los platos o sacara la basura, pero podía escucharlo susurrar acerca de mis regalos siguientes de cumpleaños. No creo que sea el único con este problema. La audición selectiva, también conocida como desobediencia, está penada en el reino de Cristo. Los discípulos siempre deben estar marcados a la voz de nuestro Señor.

Escuchar a Jesús es vital para la vida cristiana. El discipulado demanda audición no selectiva de Jesús. Nunca escuché su voz con mis oídos, pero el Cristo elevado me habla: “Luego la fe es por el oir, y el oir por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Él habla a través de las Escrituras.

Oigan su Voz

Hoy en día, podemos oir a Jesús hablar con nuestros globos oculares. ¿En las letras rojas? Sí — y en todas las negras, también. Oímos y contemplamos su gloria desde el Génesis hasta el Apocalípsis mediante el poder del Espíritu Santo.

Como dice el puritano John Owen, “El contemplarla [la gloria de Dios] no es un trabajo de fantasía o imaginación; no es conversar con una imagen enmarcada por el arte de los hombres, o de nuestra propia fantasía, sino de la fe ejercida sobre revelaciones divinas. Esta dirección que nos da él mismo, Juan 5:39, ‘Escudriñad las Escrituras; porque ellas son las que dan testimonio de mí.’”

Desde el Génesis hasta el Apocalipsis está llena de palabras y gloria de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, llevando a sus ovejas a seguirle. Las Escrituras son más que tinta impresa sobre un bosque de corteza de árbol muerto. La Biblia es vivaz y activa.

Ábranla. Escuchen.

El Padre dice: “Este es mi hijo amado, en el cual tomo contentamiento: a él oíd” (Mateo 17:5). El amor del Padre por el Hijo nos pide actuar. Él desea que escuchemos a Jesús — obedecer a Jesús, entregarnos a Jesús, seguir a Jesús. El Padre nos invita a que veamos a Jesús como él lo hace — como el Hijo amado en el cual toma contentamiento, y como la voz a la cual vale la pena oir.

Su amor por el Señor está expresado en cómo escuchan al Señor (Juan 14:6). Su visión de Jesús es revelada en cómo lo oyen. Existe una conexión directa entre nuestros oídos y nuestros corazones. El culto es más que escuchar a Jesús a lo que tenemos que decir sobre él; también es nuestra escucha a lo que Jesús tiene que decir, lo que desea, lo que ordena, lo que promete. Y debemos escuchar sin selectividad.

Jesús tiene nuestra total atención. No podemos decir que amamos a Jesús mientras le bajamos el volumen.

No editen lo que oigan

¿Están escuchando a Jesús de forma no editada? La escucha selectiva es rebelión. Él que tiene oídos para oir, déjalo oir. ¿Se hallan ustedes mismos leyendo la Biblia y pensando, “Bien, eso no es lo que en verdad quiso decir”, o, “Eso es pedir demasiado”, o, “No puedo hacer eso”? Si nos hallamos nosotros mismos ajustando y diluyendo la Biblia para que se adapte cómodamente a nuestros deseos, presentimientos, pecados, e ídolos, el apóstol Juan nos advierte: quizás no conocemos a Jesús después de todo.

Y en esto sabemos que nosotros le hemos conocido, si guardamos sus mandamientos. El que dice “Lo he conocido”, y no guarda sus mandamientos, el tal es un mentiroso, y no hay verdad en él; más el que guarda su palabra, la caridad de Dios está verdaderamente perfecta en él. Por esto sabemos que estamos en él: el que diga que está en él, debe andar como él anduvo. (1 Juan 2:3–6)

Oir a Jesús, la Palabra de Dios, en la palabra, es discipulado a nivel de suelo. ¿Cómo podemos seguir a Jesús si no oímos de Jesús? Todo el tiempo que reventamos la Biblian nos sentamos para oir a Jesús. Como la oveja con el Buen Pastor, estamos escuchando sus instrucciones. Escuchar es para el discipulado, dirección, comodidad, reprimenda, corrección, formación en la rectitud, y estímulo - todo de lo que Jesús nos habla a través de la Biblia.

No existe una voz más refrescante en el universo que la de Jesús. ¿Por qué no ir hacia él? Existen muchas voces en este mundo, pero sólo una que manda en nuestra alma, nuestra vida, nuestro todo. Escuchamos a Jesús, el Hijo amado, porque amamos a Jesús; y porque él nos ama. No tiene nada malo que decirnos.

La próxima vez que abran la Biblia, ofrezcan una sencilla oración: “Habla Señor. Mi Biblia está abierta. Tu sirviente está escuchando”. El promete, “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27).



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