Jesús es más que tu Salvador
De Libros y Sermones BÃblicos
Por David Mathis sobre Salvación
Traducción por Pamela Amaranti
“Quiero darle gracias a mi Señor y Salvador, Jesucristo…”
Si esas son las primeras palabras que salen de la boca de un atleta después de un triunfo, es muy seguro que se trate de un evangélico. Aunque a veces esos momentos parecen forzados, muchos agradecemos la intención que hay detrás. Aún si sentimos vergüenza ajena, simultáneamente queremos celebrar ese buen instinto de que un cristiano reconozca a Jesús no solo como su Salvador sino como Señor.
Durante la última generación, las palabras “Señor y Salvador” se convirtieron en una especie de tarjeta de presentación de los evangélicos, y por una buena razón. La frase sale a la luz de los debates en la década de 1980 sobre la “salvación por señorío” (aunque procedía originalmente de 2 Pedro 1:11, 2:20, 3:2, 18). ¿Puede una persona realmente nacida de nuevo recibir a Jesús como Salvador, pero no como Señor? ¿Puedes hacer una oración, caminar por el pasillo, firmar una tarjeta, y recibir la salvación de Jesús, pero no su señorío? [1]
Las opiniones más contundentes en la controversia se mantuvieron firmes en las palabras de Dios mismo, y sostuvieron que recibir a Jesús de manera salvífica es recibirlo con todo lo que él es, esto es, “Jesús es Señor". No puedes rechazar su señorío y aun así tenerlo gratuitamente como el Salvador que te saca del infierno. Nadie sabe todo lo que su señorío implica cuando cree por primera vez, pero a medida que aprendemos más sobre el Cristo real, lo recibimos como todo lo que Él es.
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¿Es ser “Señor y Salvador” suficiente?
Estoy agradecido por aquellos que lucharon por el señorío de Cristo hace una generación, y hoy continúan proclamándolo. En la época y contexto en los que pastoreo, las palabras “Señor y Salvador” me resultan esenciales y a la vez insuficientes. Es necesario decir más aún sobre quién es Jesús para nosotros.
Cuando nos paramos ante la mesa del Señor en nuestra iglesia cada domingo por la mañana, y cuando les enseñamos a nuestros hijos en el hogar y en la Escuela Dominical, no dejamos de identificar a Jesús como "Señor y Salvador". Descubrimos que es tanto más útil añadir un tercer título a esta conocida frase evangélica para ayudar a clarificar qué tipo de Señor y qué tipo de Salvador creemos que es Jesús.
¿Qué tipo de Señor?
¿Qué tip de Señor es Jesús? El tipo que no solo merece nuestra obediencia, sino que se gana nuestra admiración. Él es el tipo de Rey que no solo reconocemos con nuestros impuestos y servicio militar, sino con nuestra adoración y deleite.
Él no es un amo egoísta, sino uno dispuesto a sacrificarse. No es un señor malvado, sino uno bueno. No es como el inseguro y cobarde príncipe Juan que luchó contra Robin Hood, sino que es como el encantador y magnánimo rey Ricardo, un rey cuyo retorno sus súbditos anhelaban. Él no es un señor como Scar, sino como Mufasa. No como Denethor, sino como Aragorn. No como la Bruja Blanca, sino como Aslan. [2]
Él es la clase de señor que es nuestro mayor tesoro; un señor tan bueno que venderíamos todo lo que tenemos para ser sus felices siervos y ofreceríamos nuestra vida al tesoro que Él es (Mateo 13:44). Él es nuestra perla de gran valor (Mateo 13:45–46). No solo hemos visto que Él es poderoso, sino que “hemos probado la benignidad del Señor” (1 Pedro 2:3, LBLA). Él no es un señor que menospreciamos, sino uno que admiramos. Es un señor compasivo, no un señor severo (Mateo 18:27). Él es el “Señor Jesucristo mismo… que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena esperanza por gracia” (2 Tesalonicenses 2:16, LBLA).
Él no solo es “Señor”, sino que también es un “Tesoro”. Es la clase de Señor en quien nos gozamos.
¿Qué tipo de Salvador?
¿Qué tipo de Salvador es Jesús? El tipo que no solo merece nuestra gratitud, sino que se gana nuestro amor. Él es el tipo de salvador que nos saca del fuego y cuya persona es aguas de vida.
Él no es como un salvavidas que nos rescata de una contracorriente para entregarnos a nuestra familia, sino que es como nuestro propio padre que nos rescata de la marea para sí mismo, para darnos el abrazo más largo, dulce y memorable que hayamos recibido. Su rescate no es como el de un paramédico, un bombero, un policía o un soldado que afirma “solo hacía mi trabajo”, su rescate demuestra su amor eterno, personal y de acuerdo al pacto por nosotros. Nuestra salvación no muestra tanto su compromiso con su obra sino que su compromiso con su hijo.
Él no solo es “Salvador”, también es un “Tesoro”. Es la clase de Salvador que además es “un tesoro en los cielos que no se agota” (Luchas 12:33 LBLA).
¿Qué tipo de Tesoro?
Del mismo modo en que Jesús, al ser nuestro “tesoro”, amplía lo que significa recibirlo como Señor y Salvador, también su señorío y liberación dan cuenta y enriquecen el disfrute de nuestra perla de gran valor. ¿Qué tipo de tesoro es Él? No es una cosa que compramos, guardamos y sobre la que decidimos, sino que es una persona a la que con gusto obedecemos y le damos nuestra lealtad. Este es el tipo de Señor y Tesoro que él es.
Asimismo, Jesús no solo está por sobre nosotros y recibe nuestra adoración, sino que es el que se rebajó a lo más bajo por nosotros y se puso por debajo de nosotros para servirnos. Él es la clase de Tesoro que no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:6–8, LBLA). Esta es la clase de Salvador y Tesoro que él es. Esta es la clase de Salvador por quien “[estimamos] como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, [nuestro] Señor” (Filipenses 3:8).
Dios le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor. (Filipenses 2:9–11, LBLA). Él es la clase de Tesoro que con gusto nos salva y a quien alegremente llamamos nuestro Señor. Jesús es nuestro “Señor, Salvador y Tesoro”.
- ↑ Hacer una oración, caminar por el pasillo, firmar una tarjeta… Usados en este contexto para explicar la manera en que se recibe al Señor. En nuestra cultura latinoamericana, puede que la forma varíe. En mi iglesia en Chile, por ejemplo, usualmente no se pasa adelante ni se firma una tarjeta, solo se levanta la mano en el mismo lugar y luego oran y hablan contigo al final de la reunión.
- ↑ Scar y Mufasa, personajes de la película El Rey León (The Lion King) de Walt Disney Feature Animation. Denethor y Aragorn, personajes de la novela “El Señor de los Anillos” (The Lord of the Rings) de J. R. R. Tolkien. La Bruja Blanca y Aslan, personajes de primera novela de las Crónicas de Narnia “El león, la bruja y el ropero” (The lion, the with and the wardrobe) de C. S. Lewis.
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