Jesús no te ama de esa manera
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jonathan Parnell sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Mariana Ramirez
Jesús murió para salvar a su iglesia o no lo hizo. No hay una tercera opción.
Se entregó por su novio, como dice Efesios 5:25, o murió para crear la posibilidad de su salvación, la cual depende de las habilidades de los humanos para tomar decisiones.
¿Estamos muertos en nuestros pecados?, como dice Efesios 2:1-3, o ¿Estamos ligeramente dañados? ¿Estamos “lejos de la orilla pacífica” o nos hemos ido, hundidos en el fondo del océano sin posibilidad de resucitar? ¿Dios nos lanza un salvavidas o nos levanta de entre los muertos?
¿Fue la cruz de Cristo un triunfo sobre el mal y el pecado, como dice Colosenses 2:14-15, o fue solo una buena primera movida? ¿Es Jesús victorioso por el bien de su iglesia, o solo ganó algunos puntos para nosotros? ¿Sufrió en el Gólgota para demostrar la gracia de Dios a los pecadores, o fue una presentación de una posible esperanza para los que son lo suficientemente inteligentes para entender?
¿Jesús secó la escoria de la ira de Dios destinada a su pueblo, o simplemente silenció al pecado original y dejó el destino de nuestras almas eternas en nuestras propias manos?
Cómo respondamos a esas preguntas dice mucho de lo que pensamos sobre nuestro pecado y la gloria de Jesús, y por lo tanto, llega al corazón del evangelio.
¿Qué hace que el evangelio sean buenas noticias? ¿Es solo la posibilidad de ser salvos, lo que calcularía equivocadamente la habilidad humana y socavaría la sangre de Jesús, o es la declaración, “¡Consumado es!” - de que Jesús ha destruido todo obstáculo que aleja a su pueblo del gozo eterno en Dios?
La Biblia es clara. El evangelio es la obra de Dios, la victoria de Dios. “El hace todo, desde el principio hasta el final, que está involucrado en llevar al hombre de la muerte en el pecado a la vida en gloria: él planea, logra y comunica redención, llama y guarda, justifica, santifica, glorifica” (Packer, Quest for Godliness, 130). Aquí es donde vemos su amor - del tipo que atraviesa el alma más severa en poder soberano para salvar. El amor de Jesús aplasta el pecado, pisa a la serpiente, desafía a la muerte, compra a la gente.
Andando suavemente de puntas alrededor de las puertas de nuestro corazón, dando su vida para darnos una oportunidad, cruzando los dedos para que lo invitemos a nuestras vidas… no, Jesús no nos ama de esa manera.
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