Juntos hacia Dios los Domingos por la Mañana
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Ryan Shelton sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Alicia Camelia Roca
¿Deben ser los domingos por la mañana más horizontales o más verticales?
Muchas de las iglesias de las que he formado parte dividen los elementos de nuestra labor en dos categorías limpias y ordenadas. La vertical trata de la manera en la que hablamos del acto de ir hacia Dios, la trascendencia, los momentos sagrados, el silencio reverente del santuario. El horizontal describe los apretones de mano, las exhortaciones, la afección fraternal, la charla animada en la recepción. No me encuentro del todo insatisfecho con estas dos palabras como un mecanismo de descripción de elementos de adoración congregacional. Pero hay momentos en los que me encuentro completamente perdido a la hora de separar algunas actividades en nuestra labor.
¿Qué clase de momento es repartir el pan de la comunión? ¿Debería el canto a Dios desarrollar al prójimo? ¿Puedo practicar el culto a la vez que saludo o guío?
Estos dos planos se encuentran en estas extraordinarias palabras de San Juan:
Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto (1 Juan 4:20).
San Juan escribe su primera carta para ayudar a los lectores a aumentar su confianza en su fe (1 Juan 5:13). Él hila estas pruebas simples y profundas de la legitimidad cristiana. Una de las pruebas es el afecto recíproco.
Con un tipo de austeridad característica de este apóstol, lo que está en juego es valioso. Si tu corazón aborrece a tu hermano a la vez que tus palabras simulan amor a Dios, eres un mentiroso. San Juan demanda la unidad entre afecciones y acciones, entre Dios y hermanos. Confunde categorías o, más bien, muestra que nos hemos confundido al haber categorizado estas dos. Tu actitud hacia tus hermanos cristianos revela tus afirmaciones sobre Dios.
Un Amor que Demuestra el Amor
Sin embargo, aunque San Juan es brutalmente franco, no es ningún cínico. Su escritura contiene una afección paternal que da por hecho la autenticidad de la fe de sus lectores. Él escribe explícitamente a aquellos que creen, para que ellos puedan saber que tienen la vida eterna. Es evidente que incluso los creyentes necesitan ver su confianza fortalecida.
Así que, ¿cómo demostramos el verdadero amor por Dios? San Juan reconoce que hay un dilema; A Dios nadie le ha visto jamás (1 Juan 4:12). Por lo que, ¿no sería el amor hacia un Dios invisible también invisible? Aparentemente, no. Los mentirosos declaran amar a un Dios invisible sin amar a sus hermanos y hermanas visibles. Los verdaderos creyentes demuestran su amor a Dios, a quien no ven, al amar a sus hermanos, a quien sí ven.
Esto arroja luz sobre cómo los matrimonios y las amistades devotas actúan en favor de nuestra santificación y en la certeza de nuestra salvación. Cada relación en mi vida es una oportunidad para poner a prueba mi amor por Dios. ¿Amo a Dios? Entonces amo a mi cónyuge, a mi compañero de piso, a mi empleador.
Un Amor Erigido sobre Amor
No os veáis engañados; no podemos reunir las afecciones hacia Dios ejerciendo nuestro deber de ser buen vecino rechinando. San Juan ya nos ha resuelto ese problema. Nosotros amamos, porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19) y nos ha dado de su Espíritu (1 Juan 4:13). El amor de Dios se vierte en nosotros incluso antes de que aprendiéramos lo que es el amor (1 Juan 4:10). Así que San Juan no está sugiriendo que tu amor por el prójimo sea la base a partir de la cual puedes amar a Dios. Eres incapaz de amar a Dios o a tu prójimo hasta que Él te haya amado.
Entonces, cristianos, si Dios nos ha querido, también nosotros debemos amarnos unos a otros (1 Juan 4:11). Pero, cristianos, Él nos ha amado tanto. Él nos envió a Jesús, una carta de amor firmada con sangre preciada. Por lo que toda nuestra afección fraternal horizontal se construye sobre la labor de la cruz vertical de Jesús por nosotros.
El Amor Invisible que Vemos
Así que no os sorprendáis si el domingo por la mañana la devoción a Dios os hace querer abrazar a vuestro prójimo. Esto es simplemente prueba de que vuestro amor por Dios es verdadero. El apretón de manos en el vestíbulo no es menos espiritual que alzar esa mano en alabanza. De hecho, si tratas con ímpetu separarlas, podrías ser un mentiroso (1 Juan 4:20).
Por lo que cuando recibas la buena nueva de que Él a quien no ves te ha amado tanto, permite que se desborde de manera natural el amor hacia aquellos que ves todas las semanas; especialmente a aquellos que ves todos los días. Al hacerlo, fortalecerás la certeza de que tu proclamación de amor hacia el Dios invisible, invisible en tus relaciones y en la clerecía, es, de hecho, amor verdadero.
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